Aquello que buscabas estuvo siempre en tu Sangre. Desde tiempos remotos, la familia ha sido el centro magnético de la Sangre la cual se manifestaba con pureza, cada cierto tiempo, en algunos miembros de la casta. Será y lo verás, las preguntas jamás respondidas en tu Sangre buscarás. Tus ancestros te revelarán tu camino y sentirás la fuerza del Honor clamar a gritos en tu Espíritu para alcanzar la Libertad. La Diosa está de tu lado, tus ancestros están de tu lado y nada ni nadie sobre este universo de mentira podrá aplacar la silente mano guerrera que te llevará de vuelta a tu Aldea de Origen. Viniste a rescatar a tu amado, y así será.
Aldrick Du Ruelant, Epicus Tabula.
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Hoy fue la fiesta de Gabriel y pasaron muchas cosas, pocas de ellas agradables. No quería que me vieran llorar durante la fiesta, pero ahora sí puedo. Siento mucho dolor en mi corazón por Rocío, mi pobre amiga. Me confesó cosas tan tristes que aún en esta noche serena no puedo alcanzar la tranquilidad. Me gustaría ayudarla, pero no puedo hacer nada. Y, por si eso fuera poco, resulta que el misterio de mi familia es la causa de todos esos sueños que tuve. Mi mamá no quiere decirme nada y pareciera que nadie sabe algo más al respecto. No solo a mí me ocultan la verdad, sino también a Rodrigo, a Gabriel y a Rocío. Me siento como una tonta.
Me levanté a las nueve de la mañana llena de ánimos y me di un baño. Miré mi reflejo en el espejo, pensando en el sueño que tuve, y varias dudas invadieron mi mente: ¿Qué fueron todas esas visiones? Esa luz violeta, la imágen del ángel y el ciempies, la sensación de abandono que me inundó, ¿de qué se trata todo eso? Y esos nombres: Danae, Dianara, suenan como el mío. La Diosa Ultravioleta, de qué podrá tratarse. Creo que debo hallar respuestas a esas preguntas, lo antes posible.
El día pasó en relativa calma, distraje mi mente escuchando música. Me la pasé haciendo sonar mis casetes de Mecano, buscando relajarme. Luego del almuerzo empecé a alistarme para la fiesta de Gabriel. Una vez lista salí de casa en compañía de mi hermana. En el camino me recomendó cerca de mil veces que me portara como una dama.
No tardamos mucho en llegar; entré y me encontré con Rocío. Estaba sola, sentada en un sillón con una soda en la mano. Era raro que haya llegado tan temprano, ella jamás es puntual. Le saludé, pero lucía distraída, quizás un tanto nerviosa. Gabriel apareció al cabo de unos minutos, me saludó con un tanto de ansiedad, quizás por Rocío. Le abracé y le di su regalo, sonrió y me agradeció. Empezamos a conversar hasta que, a los pocos minutos, llegó Rodrigo. Mi corazón saltó hasta mi cuello al verlo. Me miraba y sus ojos de esmeralda hicieron que me estremeciera. Por unos segundos me perdí en su mirada, verde, profunda, como una gema maravillosa, imposible de soñar. Sonrió un poco, sus labios lucían como una apetitosa manzana desteñida, invitando a cualquier chica a comerlos de un mordisco. Pero más allá, detrás de su rostro, de sus brazos protectores, de su infinita dulzura, se encontraba el niño de mis sueños.
Se acercó y me envolvió en un abrazo. Sus brazos rodearon mi cintura con firmeza, apegándome a él. Su calor, su amor eran una energía casi tangible. Podía sentir su corazón latir con fuerza dentro de su pecho, cerré los ojos y me entregué abrigo de su abrazo, se sentía maravilloso. Luego me miró y me besó. Labios secos, un tanto salados, quizás llenos de una ansiedad cómplice de nuestro amor. Se separó y me sonrió, yo estaba encandilada por su cariño, por ese sentimiento de seguridad y protección que me da, solo él puede brindarme tanta tranquilidad. Sentí algo de vergüenza de mostrarme frágil, pero estábamos entre amigos y sabía que nadie me criticaría por sentirme así. Por desgracia, la magia de nuestro encuentro terminó cuando mi príncipe saludó a Gabriel y Rocío. Tuve que renunciar a su atención y dejar que cumpla su rol de amigo entrañable. Luego del encuentro y las felicitaciones, Gabriel nos explicó la situación:
—Bueno, ya que estamos todos, así se nos pintan las cosas: mi viejo ha salido a comprar unos refrescos, cuando llegue debemos ir a charlarle. Yo les llamaré cuando sea tiempo.
—No sé si será buena idea —comenté insegura.
Aún pensaba que una fiesta no es apropiada para hablar de temas serios.
—Si tienes una mejor... —me dejó callada— ya sé que no se ve bien del todo, pero es la única chance que tenemos. Confíen en mí, todo estará bien. Ahora olvídense un rato, nos dejaremos de sonseras y trataremos de pasarla bien.
En menos de una hora llegaron todas las personas que Gabriel había invitado. Estaban Sergio y Alan, los presidentes de ambos paralelos. También estaban muchos familiares y amigos del edificio en el que vive.
La fiesta transcurría con bastante normalidad, la música resonaba por todo el salón. A petición del cumpleañero, pasamos la tarde jugando fútbol. No soy buena, pero hice mi esfuerzo como arquera. Rocío me sorprendió mucho, jugaba mejor que algunos chicos.
Pateamos la pelota hasta que nos aburrimos. Cuando las estrellas empezaron a brillar ténues en el ocaso y el frío se hizo sentir, entramos a la casa para empezar el baile que se extendió hasta el momento de partir la torta. Al principio los chicos no querían bailar, pero la polémica se resolvió por una apuesta de tiro penal. Fue un magnífico gol de Rocío.
Luego que Gabriel apagara sus trece velitas me quedé en compañía de Rocío y otras amigas. Hablaban de Sergio, se sentían como en una competencia por llamar su atención, Rocío se les burlaba. Luego empezaron a hablar de Alan, diciendo que era otro chico lindo. Casi no intervine durante la conversación. De repente, una de mis amigas notó que Alan no me quitaba la vista de encima. Todas volcaron sus ojos sobre mí, sentí que me daría una taquicardia. Era como si me estuvieran acusando de un crimen que no cometí. Yo no hice nada para llamar su atención. Creo que Alejandra estaba celosa, me puso incómoda, yo ya tengo chico. Sin embargo, Alan, sus ojos..., había algo en él, algo perturbante, distante.
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Editado: 22.05.2022