Querido diario. He pensado mucho este tiempo, medité sobre mi familia y sobre aquellos sueños extraños. Pensé mucho en los misterios que rodean mi vida y sobre el siniestro sujeto que nos ha estado hostigando. Tenía miedo, mucho miedo, pero he comprendido que debo ser valiente. Por un instante recordé a aquella señora que me dijo en sueños que su arco me pertenecía y sentí una fortaleza que no conocía. Ya no le tengo miedo al diablo. Aprendí lo que significa un beso sincero, el valor de una amistad honesta, lo que es realmente valioso. Y la camaradería.
Pasó el desfile de la banda por el 6 de agosto (Día de la Independencia de Bolivia), fue un día genial. Nos tomaron muchas fotos y la gente nos aplaudió al pasar. Es una lástima que Rodrigo y yo ya no tengamos más tiempo para ensayar, no podremos seguir. Sin embargo, me di el gusto de desfilar al menos una vez.
Al terminar la marcha, mis amigos y yo fuimos directo a una heladería para descansar. Helados de limón para todos, creo que fue el mejor helado de mi vida. Ese día acordamos ir a la piscina y luego pasar la noche los cuatro juntos en la casa de Rodrigo, sería como una especie de pijamada.
Quedamos en reunirnos el sábado por la tarde, eran casi las dos. Nos citamos en una piscina a la que suelo ir con Rodrigo. Mi hermana me acompañaba. Me sentía bastante emocionada, la tarde prometía ser muy entretenida. Al llegar, nos encontramos con Gabriel y Rocío quienes nos esperaban en la puerta. Rodrigo vino con Oscar. Ingresamos y nos registramos rápidamente. Gabo lucía diferente, se veía relajado y animoso. Sus cambios de humor se tornan desconcertantes. Desde que tuvimos ese feo encuentro con el tal Ikker en la fotocopiadora cerca al colegio, Gabriel ha estado distante, distraído, lejano. Pero ese día de piscina se lo notaba mejor, más activo; cosa rara.
Mi hermana, Rocío y yo nos fuimos a los vestidores con apuro, los chicos se distraían mirando a otras chicas; hombres. No pude evitar sentirme celosa. Sin embargo, me aseguré de tener toda la atención de Rodrigo ese día. Llevé el bikini que Jhoanna me ayudó a elegir cuando viajamos a Santa Cruz.
—Hace full tiempo que no nadaba —comentaba Rocío.
—Ni yo —repliqué mientras me recogía el cabello y me hacía una cola.
—Oye Di, ¿crees que hoy sea un buen día? —me preguntó Rocío con cierta tristeza en la voz.
—Claro, pero, ¿qué te preocupa?
—Este Gabriel pues, ha estado toda la semana como en otro planeta, me angustia.
—Ya chicas, relax, olvídense de todo y diviértanse —intervino Joisy desde el otro lado del vestidor.
—Diana, checkea —pidió Rocío y apareció frente a mí con un traje de baño azul de dos piezas.
—Revelador, revelador —murmuré—. Te queda súper —y en verdad le quedaba.
—¿Crees que le guste al Gabriel? —consultó insegura, pregunta que me tomó por sorpresa.
—¿Quieres sacarle latidos y suspiros?
Mi amiga sonrío tímidamente, rodeando su cuerpo con sus brazos.
—Quiero que me vea linda, bonita. Quiero gustarle bien, que sepa que no soy una marimacho ni nada por el estilo.
En ese instante Rocío me llenó de ternura. La abracé y, en voz baja, le dije:
—Eres preciosa, amiga. Seguro dejarás a los chicos sin aliento.
Chío iluminó su rostro con una sonrisa y asintió.
Por un momento pude sentir una oleada de inseguridad recorriendo toda mi médula. ¿Qué siente realmente mi amiga? ¿Qué es lo que más le preocupa? Las cosas horribles que tuvo que pasar por culpa de su padre me hacen pensar que ella misma está tratando de encontrar razones para amarse más. Y la entiendo perfectamente, porque a veces yo también me confundo conmigo misma, y me enojo. A veces siento que me odio y que no merezco nada bueno, o que soy una mala persona. Quererse y amarse puede ser difícil, pero hay momentos en que un bonito reflejo frente al espejo da motivos para sentirse bien. Quizás Rocío y yo no tratamos de sentirnos lindas para los chicos que nos acompañan, quizá solo deseamos estar bonitas para querernos más a nosotras mismas. Aunque no niego que también es agradable cuando el chico que te gusta, o que amas, se te queda mirando. Y de hecho eso fue exactamente lo que luego ocurrió. Ni bien salimos, los chicos se quedaron mirándonos como babosos, me dio algo de vergüenza y a la vez me dieron ganas de reír.
—Listo, espero que no nos hayan esperado demasiado —les dijo Jhoanna a nuestros acompañantes.
—Para nada —contestó Rodrigo, notoriamente ansioso y con el rostro enrojecido
Oscar parecía haber quedado impresionado con mi hermana, Rodrigo conmigo, pero Gabriel... él... parecía que sufría, su rostro no mostraba esa "depravación" natural que suele tener. Al contrario, puso cara de culpable. Rocío se sonrojó, sabía que él la miraba, pero era una mirada llena de culpa. Dentro de mí sé que nuestro amigo algo oculta, un secreto que lo lastima y que no se atreve a mostrar a nadie. Y Rocío, por su lado, parece sentir temor de aceptar el cariño que Gabriel le demuestra, sé que ha estado luchando contra ese temor. Aún más considerando lo que tiene que sobrellevar a cuestas por culpa de su padre. Si a mí me pasaran las desgracias que a Rocío, posiblemente sería incapaz de confiar nuevamente en un varón. Pero lo que pasa entre mi amiga y Gabriel es algo diferente. Él sufre, ignoro la causa. Ella también, y sé la razón. Talvez con Rodrigo no me confundo de esta manera porque lo conozco de toda la vida, pero eso no quita que el corazón de los hombres me resulte un enigma.
Lo primero que hicimos fue jugar a la pelota con un pequeño y liviano balón, aunque era algo duro y dolía cuando llegaba a la cabeza. Cuando nos cansamos, salimos del agua para beber gaseosas. Me relajé de tanto al jugar, el agua es genial para calmar la ansiedad, aunque Rodrigo no parecía sentir lo mismo que yo. Mientras yo me relajaba, él respiraba ansias y exhalaba nerviosismo, podía sentirlo y creo que era por mi culpa.
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Editado: 22.05.2022