Debo partir, es tiempo de irme. Debo partir hacia donde las nubes son solo un sueño. En el cielo, detrás de una estrella, en lo alto vuelo silencioso... es sencillo.
Yulia Savicheva, Vysoko.
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Ese sonido tan característico de la emergencia y el miedo taladraba mis oídos. Era el sonido de la sirena de la ambulancia que gritaba, desesperada, que alguien se estaba muriendo. Ahí estaba yo, consternada y cansada al límite humano con Rodrigo agonizado a mi lado y los paramédicos que trataban de mantenerlo con vida. Un paramédico me pedía que me calmara, que mi familia debiera estar ya en camino. Sostuve fuertemente la mano de Rodrigo, tratando de comerme mi dolor. Una máscara de oxígeno cubría su rostro, estaba muy frío.
En cuanto llegamos, varios médicos y enfermeras aparecieron y nos sacaron de la ambulancia. Gabriel y Rocío habían llegado solo unos segundos antes. Seguí por los pasillos al lado de Rodrigo hasta que unas enfermeras trataron de llevarme a otro lado. Rocío y yo imploramos y luchamos para que nos permitan estar cerca. Así, mientras luchábamos con las enfermeras, un caos tremendo empezó en la sala de emergencias.
—Lo estamos perdiendo —dijo una enfermera, sentí que mi corazón se detuvo.
El personal médico que nos impedía el paso acudió de inmediato, dejándonos el camino libre.
—Hay que ponerle sangre a este chico, se nos está yendo —dijo alguien, muy alarmado.
—¡No puedo parar la hemorragia!, ¡doctor!
—Hay que estabilizarlo. ¡Dónde está el maldito plasma que pedí! —reclamaba un médico, muy alterado.
—¡Se nos va! —decía una enfermera, sumamente angustiada.
Rocío se arrodilló en el piso, temblando, yo estaba a punto de desmayarme de nuevo, era Rodrigo el que se moría.
—¡Un, dos, tres, cuatro! —un médico empezó a hacerle masaje cardíaco— un, dos, tres, cuatro.
—No hay pulso, doctor.
—¡No, no vamos a perder a este niño! —el médico estaba histérico— un, dos, tres, cuatro.
—Doctor, ya no podemos hacer nada —no sabía si desmayarme o gritar, no podía ser cierto.
—Oh Dios —una enfermera se lamentaba, casi llorando. Me arrodillé en el piso, Rocío me abrazó.
—Di..., ahora estará bien —me dijo Rocío con una asombrosa cara de resignación.
—Alguien haga el informe del deceso —decía el médico que trataba de salvar a Rodrigo.
No podía ser cierto, no podían rendirse aún. Debían salvarlo, se repondría, él es muy fuerte. Los médicos son buenos, podrían salvarlo. Además, Rodrigo no debe morirse todavía. El otro día quedamos en ensayar juntos para el festival de piano. Teníamos muchos planes para el fin de semana así que no pudo haberse ido. Me están queriendo gastar una broma muy pesada, no es gracioso, para nada. Seguro se están equivocando. No, debe ser un sueño, aún he despertado. Él acaba de cumplir 13 años. Había prometido llevarme al cine. Seguro solo duermo. Nada de esto es real, es una pesadilla, me voy a despertar en cualquier momento. ¡Todo es un horrible sueño! ¡Despiértenme ahora!
..Je t'aime, Diana. Mon amour éternel...
—¡RODRIGO, NOOO! —mi voz se destapó.
—¡Saquen a la niña! —ordenó un médico.
Las enfermeras trataban de sacarme, pero nadie me separaría de Rodrigo. Rocío trataba de detenerme, pero la empujé a un lado, unos médicos llamaron a seguridad, pero nadie me arrebataría este momento con él.
No sé cómo ni por qué, pero sentí un frío intenso correr por mis venas. Mis fuerzas se multiplicaron tanto que ni siquiera cuatro médicos, grandes y fuertes, pudieron detenerme. Llegué hasta Rodrigo, me sacudí y los doctores salieron expulsados por los aires. Puse mis manos sobre el pecho de Rodrigo, tal y como hice el día de San Juan, me concentré y empecé a enfocar todos mis pensamientos en él.
"Rodrigo, Rodrigo, ¿me oyes? Soy yo, Diana, tu princesa. Sabes que no puedes dejarme, tenemos muchas cosas por hacer. ¿Acaso ya olvidaste todo lo que pasamos juntos? No es ésta la primera encarnación que nos encontramos, cuántas veces nos hemos amado a lo largo de los milenios. No puedes rendirte ahora que estamos tan cerca de salir de aquí. Yo vine a rescatarte y no dejaré que te pierdas, no lo permitiré. He sacrificado todo por ti, durante siglos he soportado la ilusión de la vida solo para llevarte de regreso a nuestra Aldea. Vuelve a mí, quiero amarte con el frío fragor de la eternidad. ¿No recuerdas tu juramento?, cando la Tierra era joven me dijiste que regresarías a casa, ¿vas a romper tu palabra? Rodrigo, tú, Lycanon. Vuelve amor mío, mi esposo, mi Pareja del Origen. Vuelve a donde no habrá más dolor, ni vida, ni muerte, ni tristeza. Te estoy esperando, juntos regresaremos y olvidaremos que esta horrible encarnación pasó alguna vez. Regresa, querido, amado, mi príncipe eterno. Por favor..., Rodrigo..., papito, vuelve. Oye chiqui, Rodrigo..., por favor..., por favor..., no te vayas..., no me dejes aquí, sola. Rodrigo, regresa, por favor, te lo pido, no me hagas esto..., no me dejes... ¡NO ME DEJES!"
Perdóname, Diana. Realmente no lo sabía aquella vez. Miré demasiado a la oscuridad y ella me vió para siempre. Era lo que querías decirme, ¿verdad? Ahora entiendo a las rosas y a ti, así que descansa por ahora. Descansa...
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Editado: 22.05.2022