Entonces me di cuenta que no había vuelta atrás, había perdido, me había enamorado de ti, había tirado el reloj en el camino, esta vez había jodido al tiempo. Así fue como cada día me alimentabas la enferma costumbre de necesitarte, a tu antojo me arrancabas las ganas de una vida sin ti, me marcabas y te anclabas. Sentía que nada podría hacerme sentir mejor que tú, eras tú con quien podía identificarme, entonces fuiste tú y otra vez tú, tanto que me olvidé que primero debía ser yo, daba igual, no importaba lo lastimados que terminaríamos, eras tú lo que quería, eras tú mi imposible preferido.
En clases me enfadaba con el tiempo, siempre hallé extraña la forma en que los profesores podían adormecer las horas, los minutos, los segundos, el tiempo era una locura de esas con la que todos o la mayoría debíamos lidiar. Movía mis pies frenéticamente, no escuchaba nada de lo que la profesora decía, mi mente, mi atención, todo de mí estaba en las horas que faltaban para volverla a ver, sí, ella, quien se había mudado a mi mente y desde ahí cuántas cosas habían cambiado, entre ellas yo, sonreía cuando alguien se llamaba como tú y cerraba los ojos cuando pensaba en ti, se había vuelto imposible el equilibrio si venían y me hablaban de ti, entre las personas que nos distanciaban me acordaba de ti, era todo un estúpido. Así que sí, cuánto habían cambiado las cosas, estaba más perdido que antes, sólo que esta vez perderme significaba ir por ti.
De repente el guardia… digo, la profesora, irrumpió mis pensamientos, golpeó mi pupitre y vi como sus grandes ojos con atroz violencia se fijaban en mí, lanzó amenazas vacías, me expresó estéricamente la insatisfacción que le provocaba mi desinterés hacia a ella y sus dos horas de clase, manifestó a su vez que tenía la libertad de abandonar el salón de clases, de hecho lo hice, todos sollozaban y ella parecía un poco sorprendida, algo decepcionada pero no lo suficiente como para detenerme, su orgullo y vanidad le permitieron continuar su discurso y mi indiferencia me había permitido marcharme sin vuelta atrás. Recorrí los pasillos hasta que me arriesgue asomarme a tu ventana, rápidamente mis ojos te hallaron, estabas ahí, mordiendo tu esfero, respirando lento, tranquila, el sol reposaba en tu rostro causando sombras leves en tu cabello castaño un poco despeinado, eras solo tú y me moría de ganas por decirte lo hermosa que te veías desde ahí donde estabas, ansiosamente esperaba que te dieras vuelta, que me notaras. Una chica percibió la intensión de mi mirada sobre ti y te llamó, giraste de prisa, sonreíste y ahuyentaste el mal, sonreíste y aceleraste mis latidos, tu sonrisa reclamaba mi sonrisa y sin esfuerzo alguno ganaste, nuestras miradas se besaron, te hice señas y tu rostro se vio preocupado, sonreí de nuevo y tímidamente te acercaste a tu profesor, un par de palabras bastaron y saliste, cruzaste la puerta, y corriste hacia mí, con un poco de nervios, un poco de ansias, te lanzaste y reiniciaste mis ganas de vivir, me diste un abraso intenso, cansado, tomé tu mano y te halé al baño, agarré fuerte tu cadera y te subí al mesón, mire tu rostro fijamente, joder, eras hermosa, me habías levantado de la oscuridad, me hacías sentir suficiente.
Camino a casa, sonreía como un estúpido, caminaba a paso lento para sentir cada sueño y grabar en mi cerebro cada detalle de ella. Llegué a casa y la sonrisa sin magia ni trucos se me desapareció, quedé paralizado, sentí mis manos empuñarse, todo lo que quería en ese momento era lo que me desquiciaba, la ira recorría mis malditas venas, sentí tiritar a mi cuerpo, sentí desfallecer por un instante, no podía ser ella, no después de tanto tiempo, ¿por qué debía estar allí, fingiendo emociones que se extendían por la superficie?