- Amor te he echado tanto de menos, te he buscado sin parar, no puedo creer lo hermoso que estás, ven aquí.
- …
- Te quiero cariño.
Estaba atónito, ella estaba diciendo lo que hubiese querido escuchar toda mi vida, lo que imaginé por muchos años, pero supongo que había llegado tarde y ahora su miserable y vacío ‘te quiero’ solo carcomía, sabía que mentía, sus lágrimas y sus palabras eran mentira, lo hacía tan bien, lo estaba haciendo otra vez, y juro que jamás había sentido un silencio tan escandaloso, pasé por su lado sin hacer ningún sonido, sin decirle nada entré a casa. ¿Por qué si no sentía nada estaba llorando?, ¿Por qué habían vuelto de nuevo aquellos recuerdos? ¿Cómo fue que inesperadamente pudo irse? Yo esperaba, esperaba por ella, pero me dejó y yo la necesitaba. Supongo que era muy pequeño para entender, no sabía lo que se sentía amar lo que hace daño, pero si sabía lo que sentía ser testigo de ese daño. Mamá, acababas de decir que me querías, pero sabía que no era real, que no eras real. Una vez oí que “el dolor nos hace prisioneros” y tú no me estabas dejando salir de mi celda, dijiste que me querías pero no me conocías tan bien. Me senté en la cama, las lágrimas corrían por mi cara y grité, grité y sentí al pasado recobrar vida, volví a la escena en que decías que vendrías por mí, y luego decías que ya no. Me sentí humillado, me habías dejado con el monstruo del cual huías, no logré entenderte mamá, ¿Acaso no sentías amor por mí? Supongo que no era lo suficiente, ¿Por qué me habías dejado ahí? Te marchaste y aun así te recordaba, pero no necesitaba un recuerdo tuyo, necesitaba algo real, te necesitaba a ti. Ahora explícame por qué sentía que estaba perdiendo algo que nunca tuve, debiste haber estado allí las veces que me enfermé, cuando no podía dormir, pero en vez de eso me dejaste en la ventana esperándote. ¿Dónde estabas? Sabía que él y el asqueroso amor que sabía dar te tenían prisionera, capturada, pero de lo que nunca te diste cuenta, lo que nunca entendiste fue que yo no tenía que pagar por el infierno en el que estaban metidos. La última vez que te vi estabas tirada en el piso, te había rasgado las entrañas hasta satisfacerte el corazón, supongo que a golpes él te enseñaba su amor, y supongo que tú jamás aprendías bien la lección. Le reclamé a tu autoestima inexistente, llorando me dijiste que él “te amaba”. Días después estabas en el hospital, supongo que ésta era otra de esas últimas veces ¿no? Tomaste tu decisión, sin trucos ni magia desapareciste. Llorar a mares detrás de un auto es difícil, me costó dentro de mí no poder llegar hasta ti, verte desaparecer en aquel auto por el camino sin marcha atrás, el no poder gritar, el tener que pagar la furia que habías despertado en él, un hombre destruido que ocultaba sus carencias vistiéndose de orgullo. Ojalá hubieras estado ahí mamá, ahora una relación es lo nunca tendremos, pienso en que cuando una mi vida junto a ella y tenga hijos no estarás ahí, ¿Sabes? no estarás para nada de eso. A veces desearía haber sido suficiente para ti, quiero decir, debiste haber estado ahí para mí, huir significaba abandonarme, ¿verdad? Odiaba la manera en que me hacías sentir, la manera en que te recordaba, odiaba admitir que no me querías y que tampoco me habías querido ayer.