Luego de aquel día intenté llamarte, te envié mensajes pero no obtuve respuesta, como última opción fui a tu casa, esperé sentado en la entrada por horas, días, semanas y nada, no parecía haber nadie en casa, supuse que quizá habías ido de vacaciones, quizá necesitabas espacio, quería ser paciente contigo. Seguía yendo a tu casa, seguía haciéndose de noche mientras esperaba, seguían pasando los días sin saber nada de ti y a pesar de que tu vecina me había dicho que saliste de viaje con tu familia, seguía ahí sentado junto a tu puerta por horas en compañía de mis sentimientos, uno que otro cigarrillo, tu recuerdo, la luna y un par de estrellas. Noviembre se había ido, las calles se vestían de fiesta, todos dispuestos a recibir la muerte de otro año, odiaba estas fechas, odia no poder hablarte, no poder verte, no poder abrazarte, no poder besarte, no nada. En cambio, estaba allí sentado a las afueras de tu casa, observando deambular a la gente, vi pasar a un niño de la mano de su madre, parecía feliz, ella parecía feliz, quizá porque se tenían los dos, quizá esa debiste haber sido tú conmigo mamá, quizá debiste sujetar mi mano, decir que me amabas y permitirme ser normal, ser feliz. Quizás esos hubiesen sido nuestros diciembres, quizá tu deberías estar aquí, pero no, estaba solo en un mar de lágrimas que se perdían en el olor a cigarrillo, había caído de nuevo y los temblores habían vuelto, tú habías desaparecido junto al año viejo, me habías dejado sin ti, sin mí, sin nosotros.
El paso del tiempo cada vez se sentía menos, en esos días recibí una carta de una universidad de París, decía algo sobre un intercambio, era la oportunidad de hacer las cosas a mi manera, no tener que depender de él como dijo en aquel tiempo que pasaría, pero no quería alejarme de ti, no quería rendirme contigo, ni mucho menos dejarte ir, te llamé por varias noches, te dejé varios mensajes en todas tus redes sociales, envié cartas a tu casa por si habías vuelto , agoté todas las opciones, estaba desesperado, frustrado, ansioso. Te dejé un último mensaje en el que te decía lo que pasaba, intenté buscar las palabras para no herirte, porque también me dolía tu actitud, mensaje en el cual te proponía que vinieras conmigo a París, pasaron algunas horas a la espera de tu reacción, y al fin pasó, viste el mensaje, habían pasado horas, había muerto el sol, el anochecer había caído, te había esperado, había esperado por ti, pero recibí tu silencio de golpe, te llamé y rechazaste la llamada, guardé el celular y pensé en el silencio que habías alimentado durante todo ese tiempo, entonces comprendí que ya habías dicho mucho, habías respondido bien. Innegable el día en que me marcharía llegó, llegué al aeropuerto, miraba hacia atrás como quien espera algo que no pasará, no había nadie de quien despedirme, solo estaba yo. Anunciaron mi vuelo, lo dudé, no sabes cuánto lo dudé, y lo hice, te llamé de nuevo, esta vez dejaste pasar la llamada, colgué, tomé el vuelo, me senté y las lágrimas corrían por mi rostro, había tomado tu silencio, mi realidad.