Hablando con él, razone cuantos sucesos tengo por perder.
Hablando con él, percate que cada persona tiene un ocaso incomparable.
Hablando con él, supe la verdadera razón de mi existencia.
Hablando con él, contemple la naturaleza en toda su presencia.
Hablando con él, comprendí lo importante de la vida.
Hablando con él, entendí las amarguras, porque tienen que transitar.
Hablando con él, sentí el amor infinito.
Hablando con él, descubrí las batallas ganadas y perdidas de mi vida.
Hablando con él, vislumbré las razones de otras personas.
Hablando con él, deje ir el dolor del día a día.
Hablando con él, acepte los enredos de mi cabeza.
Hablando con él, acepte al prójimo.
Hablando con él, no sentí soledad.
Hablando con él, comprendí el sufrimiento de otros.
Hablando con él, supe que las lágrimas son misericordiosas, no interesa tristeza o alegría.
Hablando con él, desnude mi centro y alma.
Hablando con él, entendí que los problemas de otros que para mí no son importantes, para ellos sí.
Hablando con él, refleje las miradas ajenas y las interprete.
Hablando con él, no juzgue a las personas por su apariencia.
Hablando con él, sentí descanso.
Hablando con él, supe que no todo estaba perdido, ni que es en vano confiar.
Hablando con él, razone los años vividos y me enorgullecí de ellos.
Hablando con él, pedí perdón.
Hablando con él, aprecié el significado de la existencia divina.
Y él por vez primera me respondió, la culpa no existe, extrae ese pesar de tu sistema.
Une la conciencia, el ser y aleja los pensamientos, solamente siente, amándote a ti mismo y actúa amando a tu prójimo.
Dios obra de maneras misteriosas, en todos mis diálogos, cavilé que solo eran ecos en mi mente. El me contesto, que perpetuamente escuchaba atentamente, esperaba mi despertar. Segura de que el existía, reino paz y armonía en mi alma.
Editado: 16.05.2023