De cada caída, me levanté.
A cada falla, la solucioné.
Todas las lágrimas que derrame en silencio, con fuerza de voluntad, las seque.
Del infierno que atravesé, a las puertas del cielo alcance.
Cada vez que me arrastre, sola me levante.
De cada traición, aprendí.
De cada amor, me quedé con lo valioso de cómo latió mi corazón.
De cada humillación, me volví fuerte.
A las fallas de mi pasado, las perdoné, las solté y me recobré.
Y luego de las anteriores frases descritas y muchas lecciones que la vida me puso a prueba, a pesar de cada dolor, herida, punzante en mi corazón, jamás cambie la esencia de mi alma, porque entendí lo que era el perdón y perdonar. Perdonar fue la lección más importante de mi vida, primero por mí, no por la situación o la otra persona, por amor propio, liberándome por completo. El amor propio es grande, sentirlo es liberador, respiras sin la soga en el cuello a la que siempre inconscientemente nos sometemos, y segundo, si nos amamos a nosotros mismos, ahí es donde podemos amar, perdonar, ayudando a los demás en completa sinceridad.
Editado: 16.05.2023