CAPÍTULO UNO
“JUEVES 03/03, 2019”
Toda mi vida se ha basado en ser impulsivo con las cosas que no debería tocar, como cuando mi mamá me dijo que no me comiera el postre de mi cumple a los seis años y me lo comí o cuando un amigo me dijo, a los ocho años, que le gustaba una bicicleta y me termine comprando porque estaba muy mona. O simplemente cuando mamá dejaba una bolita en la mesa y yo iba por ella por simple curiosidad, sino mi mente me echaría sermones por no hacerlo.
Cuando ví el arma en la habitación de mis padres, justo por donde mi padre dormía me dió curiosidad de ver que tenía adentro, quería saber qué puntería tenía o que modelo era la que mi padre tenía y porqué nunca dijo sobre dicha cosa. Así que me quedé unos minutos contemplando el objeto de mi mano cuando mi mamá volvió a llamar, me guardé el arma en la cintura y me fui hacia mi habitación para guardarlo.
¿La razón? Ni idea, simplemente fue un impulso de no ser atrapado in fraganti.
Al día siguiente mi mente daba vueltas porque quería mostrarlo a mi mejor amigo, que por cierto es uno de los grandes chicos deportistas que tiene la escuela privada y ha logrado tener una beca en la mejor universidad de Boston, es extrovertido y le gusta salir de fiesta con su equipo cada vez que gana… aunque claro, siempre me invita en cada fiesta y yo acepto porque él es el único que prefiero ver.
Fue en ese entonces, una mañana en la escuela cuando le mencioné a Esteban, mi mejor amigo, sobre lo que me pasó, aquel día fue el miércoles, él me contó que lo trajera en la escuela para verlo a la hora del recreo y yo accedí. Que por cierto, no lo hizo de mala onda, sólo que en ese entonces éramos dos idiotas que no pensamos en la consecuencias.
Fue cuando el jueves se presentó, el tres de marzo a la mañana cuando mi papá me comentó sobre el cambio de trabajo que hizo, se había cansado de llegar hecho un lío porque su jefe lo aturdía con trabajos demasiados largos… con un poco de barba en el rostro me dijo que se ocuparía de mí y de pagar mis estudios universitarios, aquel día fue maravilloso, además el bonito sol había salido después de una noche llena de lluvia y tormentas.
Cuando estuve frente a la escuela, el portero me recibió con una sonrisa y me dió la bienvenida como las otras veces. El ambiente era agradable y muy acogedor, algo no muy normal pero decidí ignorar.
En la hora del recreo me quedé en el salón, estaba esperando que viniera mi mejor amigo para mostrarle el arma, ver como era y guardarlo, ese era mi plan de inicio. Cuando llegó, fue cuando saqué el arma, él se sorprendió y lo examinó, como no sabía cómo funcionaba —bueno, como cargarlo —, supuse que mi padre lo tenía sin balas, la cosa era no disparar a nadie. Pero justo en ese preciso momento llegó otro amigo del salón en tono acusón.
—¿Qué haces con eso? ¿Acaso sabe que eso no se puede utilizar?
El chico se acercó con intención de quitarla de nuestras manos mientras decía que iba a decirlo a los profesores. Lo primero que se me vino a la mente era un tremendo castigo a correas por parte de mi padre y un rostro de decepción de mi madre, una suspensión de tres semanas y las miradas de los demás con cuchicheos de mi parte… nadie quería eso y menos cuando ví el rostro de mi mejor amigo, fue entonces cuando agarré el arma y forcejeamos por quitarle al otro, uno de eso se escuchó un sonido rápido y luego otra sonó en menos de un minuto.
Todos nos detuvimos asustados, sentía la sangre corriendo a toda velocidad por mi cuerpo, me observé pero no tenía nada más que manchas de sangre, fue entonces cuando ví a Esteban agarrando su estómago, chorros de sangre brotaban de él y cayó al suelo mientras que el otro le dió en la cabeza: Ya estaba muerto.
Asustado dije miles de palabras, le dije que tenía que vivir y todo lo que podría ser motivación, fue entonces en la mala decisión que hice al traer el arma en la escuela, tenía que haber averiguado antes si tenía balas, tenía que tener precaución pero no lo hice.
—Estoy bien idiota. Soy muy fuerte —dijo Esteban con una sonrisa que ya tenía sangre, sus ojos brillaban y mucha sangre brotaba de su estómago, —Deja de llorar, no es tu culpa… la próxima vez… yo… no te culpes ¿vale?
Después de eso, cerró los ojos y respiraba lento. Fue entonces cuando llegaron los alumnos gritando y los profesores que estaban asustados, después la policía y ambulancia llegaron a hacer lo que tenían que hacer.
Y todo por un simple error…