AKINA.
—¿Me vas a decir sí o no qué te sucedió en las manos, Akina? —Me pregunta mamá por millonésima vez desde que me levanté hace una hora, mientras me sigue de un lugar a otro por nuestro hogar. Odio todas las veces en las que mamá se pone en modo detectivesco, ni siquiera cuando era niña se ponía así siendo que venía con heridas peores—. Última advertencia, Akina.
Hago de cuenta que no la he escuchado ni que me está pisando los talones para cerrar la puerta de mi habitación en sus narices y ponerle seguro. Estoy cansada, muy cansada como para también soportar los interrogatorios de mamá y para colmo tengo que ir a trabajar en un par de horas, creo que en cualquier momento voy a colapsar. Esta noche no habrá investigación, porque mi cuerpo pide a gritos unas buenas horas de descanso y voy a dárselas.
—¡Maldita sea, Akina! ¡Dime qué te sucedió o no voy a dejarte en paz! —Aprieto con fuerza la mandíbula porque ya estoy enfadada, ahora no es solo el extraño acosador de anoche que no me va a dejar tranquila, sino también mamá que se suma a sus filas. Aporrea la puerta de la habitación como si su vida dependiese de ello y coloco música a todo volumen para no escucharla—. ¡DEJA DE IGNORARME, KIMURA AKINA!
Voy al baño y abro el grifo del agua caliente de la bañera, coloco mis manos bajo el chorro caliente y aguanto el dolor en silencio, esta es la forma más rápida de desinfectar bien los raspones y que dejen de doler.
Hago esto ya que en la cocina no puedo tener las manos vendadas, las vendas recogen suciedad y gérmenes y, es antihigiénico trabajar de esa forma. Un cocinero debe estar pulcro de pies a cabeza y yo procuro cumplir con esa norma siempre.
Cierro el grifo y por las dudas, me coloco alcohol. No me ardió al entrar en contacto con la piel lastimada y mucho menos siento algún tipo de dolor.
—¡¿VAS A SEGUIR IGNORÁNDOME, AKINA?! —Grita mamá desde el marco de la puerta del baño y doy un respingo del susto. Maldita sea, esta señora no conoce bajo ningún concepto la palabra PRIVACIDAD—. ¡RESPÓNDEME! ¡SAKURA NO ES COMO TÚ! ¡¿POR QUÉ NO PUEDEN SER COMO ELLA?!
—¡¿Puedes dejar de invadir mi privacidad y meterte en mi vida?! ¡Si no deseo hablar de algo o responder preguntas es porque quiero guardármelo para mí! —Exclamo con molestia, bastante dolida, me duele que me compare con mi hermana, eso es algo que nunca les haría a los hijos que no deseo tener, al menos no ahora—. ¡Entiende de una vez por todas que yo no soy Sakura y no voy por la vida dándote explicaciones y contándote cosas que no necesitas saber! ¡Estoy harta de que siempre me compares con Sakura, tu hija perfecta!
Comienzo a llorar, explotando después de años de comparaciones y sentirme rechazada por mi propia madre por no ser como su hija mayor. Es una mierda que los padres le hagan eso a sus hijos, ellos deberían aceptarnos tal y como somos, después de todo, es una estupidez intentar hacer que las personas sean iguales cuando es una cosa maravillosa coincidir con seres distintos a nosotros.
—¡Me duele que lleves toda una vida comparándonos a Raiden y a mí con ella! ¡Somos tus hijos y tienes que aceptarnos tal y como somos! Después de todo, nosotros no pedimos que nos trajeras al mundo ¡Quiero que me digas porqué nos haces esto! —No dejo que el llanto me entrecorte la voz ni que pierda fuerzas, he esperado toda mi vida por este momento—. ¡Raiden se fue de aquí por esto mismo! ¡¿Por qué, mamá?! ¡¿Por qué nos haces esto?!
Se queda en silencio y aparta la mirada, siento mi corazón romperse en pedacitos y niego con la cabeza, esperar una respuesta de su parte es inútil y creo que siempre lo ha sido, Raiden tampoco obtuvo una, así que fue una estupidez de mi parte pensar que conmigo sería distinto. Paso por su lado y saco una maleta del closet, me iré a casa de Rai-rai unos días hasta que consiga mi propio lugar, no voy a seguir aguantándome esto. Ya no, no lo merezco.
Comienzo a empacar lo que usaré esta semana y algunas otras cosas de primera necesidad bajo su atenta mirada, apago la música y respiro profundo, tratando de recuperar la compostura. No vale la pena llorar, ya no, ya no tengo seis años y puedo cambiar mi realidad ahora, antes no podía.
—Lo siento —musita, bajito y volteo a verla como la niña de la película El Exorcista, pero no dice algo más y sale de mi habitación cerrando la puerta como si nunca hubiese estado aquí.
De todo lo que dije, ¿qué es lo que le duele? ¿Habernos comparado a Raiden y a mí con Sakura toda una vida? ¿Saber que no seamos los hijos que ella desea tener? ¿O que no vayamos a cambiar?
Recojo del suelo la mochila que llevo al trabajo todos los días y verifico que esté allí mi documentación, cargador, celular y gas pimienta, así como también algunos otros objetos que siempre llevo a todos lados porque pueden ser útiles en algún momento, casi olvido empacar algunos guantes para el frío y mis mejores y más gruesos abrigos.
Abro otra vez la maleta y guardo esas prendas que van a ser imprescindibles a partir de ahora en las noches, porque esto no impedirá que empiece a buscar pistas del paradero del asesino de Hanna Ikeda, ella merece justicia y yo encontrar paz para dejar de sentirme culpable.
Saco el celular y busco el chat que tengo con mi hermano Raiden en WhatsApp, tengo que avisarle de que acepto su propuesta y me iré a vivir con él ya mismo.
08:22 Yo: “Hola, Rai-rai, ¿cómo estás? Iré ya mismo a tu departamento a quedarme contigo unos días mientras encuentro algún lugar que rentar para mí, no aguanté más”.
No hace falta que profundice mucho en el tema, él es consciente de lo que hablo porque un mensaje similar recibí de su parte años atrás cuando estaba cursando mi primer año en Hattori y él se marchaba de casa para ir a la de unos amigos suyos.
08:22 Raiden: “¿Quieres que vaya a recogerte? ¿O dónde quieres que lo haga?”.
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Editado: 03.08.2023