Habían pasado ya tres semanas desde la primera Caminata que había tenido Dúnkan con Sarha. A partir de ese día habían practicado varias veces más para acostumbrarse a los enlaces mentales que se establecerían con los demás Sabios.
Descubrieron varias cosas acerca de sus respectivas vidas pasadas y de varias habilidades más que poseían, las cuales no conocían.
Tras aquel suceso, Sarha comenzó a insistirle a Dúnkan para que comenzaran a entrenar sus técnicas defensivas y ofensivas. Decía que tenían que comenzar a prepararse para la guerra que se avecinaba.
Dúnkan realmente no le había caso. No estaba dispuesto a luchar una batalla que no le correspondía. Pero aunque no quería aceptarlo, ella tenía razón, estaban perdiendo el tiempo en cosas inútiles.
† † †
Al abrir los ojos, Dúnkan notó que era casi medio día. Sarha ya estaba despierta e iba de un lado a otro por toda la casa. Luego de estar un rato despierto, Dúnkan salió de la cama y caminó hasta la cocina.
Se detuvo a la entrada y miró a Sarha—. Vaya, al fin despertaste. —gruño mientras se encaminaba a la salida—. Si me disculpas, tengo algo que atender. —salió de la casa y regresó a los pocos minutos con una pizza en manos. Al ponerla en la mesa Dúnkan la miró y ella le sonrió para luego invitarlo a desayunar.
Ambos estaban sentados desayunando. Sarha había ordenado pizza, mitad de pepperoni y mitad hawaiana. Estaban viendo una serie en la televisión llamada Rick y Morty.
En ningún momento se dirigieron la palabra, estaban concentrados más en la televisión que en platicar. Dúnkan estaba disfrutando su rebanada de pizza intentando no ahogarse con un bocado de esta al reírse.
No había señales de que fueran a decir una palabra, no era el momento apropiado para que hablaran sobre lo que fuera que necesitaran hablar, el momento a pesar de todo era extraño.
—¿Cuando llega tu madre? —preguntó repentinamente. Aquella pregunta dejó sorprendió a Dúnkan tanto, que le quitó el apetito. Este la miró incrédulo, ella no le ponía un solo ojo encima, su vista estaba fija en la pantalla y sus manos y boca en la rebana de pizza.
Era evidente que no le importaba, pero que se veía en la obligación de preguntar. Dúnkan tragó el bocado de comida que tenía en la boca y masculló algo apenas comprensibles incluso para él.
Rápidamente Sarha lo miró con cara de confusión y una ceja arqueada. Él la miro por unos segundos y apartó la vista—.Llega hoy a la noche. —dijo con desinterés en sus palabras. Pese a que se trataba de su propia madre, continuo comiendo sin tomar importancia de la mirada de Sarha.
—¿Como te sientes hoy Dúnkan? —preguntó con un toque de ironía en sus palabras. Aquella pregunta había extraña, no solo por la manera en que la dijo sino por el motivo de la pregunta—. ¿A que viene ese repentino interés? —cuestionó en forma evasiva.
Sarha sonrió de forma caprichosa y se levantó de la mesa—. Siempre se a sabido que el Sabio del rayo es el más cobarde de todos. —dijo tan segura de si misma, con tanta facilidad y repugnancia que si no fuera porque Dúnkan no la conocía, juraría que esa era su manera de demostrar afecto. Sarha se puso de pie y se fue a la cocina.
Dúnkan se levantó con brusquedad y fue detrás de ella hasta la cocina—. ¿A que te refieres con el más cobarde de todos? —cuestionó a manera de ocultar la ira que sentía en ese momento—. A eso precisamente. —dijo de manera descarada—. El Sabio del rayo siempre ha sido un inútil, bueno para nada y que a la más mínima oportunidad sale huyendo. —dijo con una sonrisa bastarda en su rostro.
Realmente no conocía a la chica que estaba parada frente a él—. ¿Que? ¡¿A que mierda viene toda esta agresión?! —gritó esta vez sin importarle nada. La cara de Sarha se tensó y se acercó con determinación—. ¡A que no sirves de nada! —gritó para luego darle un puñetazo en el estomago que lo dejó sin aire y lo hizo arquearse un poco.
Lo tomó por los hombros y lo azotó contra la pared—. ¡No has aprendido nada en días! ¡¿Acaso no te importa nada de lo que vaya a pasar?! —gritó de manera psicótica. Aquella chica no era la misma chica con la cual había compartido sus recuerdos, o al menos eso era lo que creía.
—No puedes siquiera defenderte de mi, no serás más que un juego para los Adimensionales. —dijo entre dientes y con gran muestra de furia.
Dio un paso atrás y estrelló su puño contra la pared para luego retroceder nuevamente. Su respiración agitada le taladraba los oídos. Murmuraba unos quejidos pero no lograba entender lo que decía, el dolor en su espalda y estomago eran insoportables, el golpe en la pared parecía tener algún efecto sobre su cabeza que, luego de pocos segundos de este impactar contra la pared, comenzó a dolerle—. No sera por ti que todo se vaya al carajo. —dijo entre jadeos.