El Bosque de los Néegar

Aceptación, Despertar y Desesperación

La inquietante sensación de la sangre bajar por su piel era indescriptible. El sujetar su espada y cortar la piel de su oponente mientras la escuchaba desgarrarse era inefable y le provocaba una risa compulsiva y siniestra.

—¿Dúnkan? —su corazón dio un vuelco mientras cada uno de sus músculos se petrificaban.
Las carcajadas cesaron, ahora estaba consciente de lo que sucedía. Lentamente se dio la vuelta y con una mirada llena de terror observó a Diana, quien lo veía con horror.

—¿Diana? —esta retrocedió cuando Dúnkan dio un paso hacia ella—. ¿Diana? Soy yo, Dúnkan. —retrocedió un paso más, le tenía miedo—. Diana, por favor, espera, soy yo. —las palabras no eran suficientes para apaciguar su temor.

Dúnkan corrió hacia ella y la tomó de las manos—. ¡Diana! —la joven se libero rápidamente y corrió lejos de él hasta perderse en el bosque.

—¡¡Diana!! —gritó Izsor mientras iba detrás de ella y detrás de él iba Y'Zattä. Dúnkan reaccionó y fue detrás de ella, pero no sin antes ser golpeado por un mazo. Cayó al suelo dando una vuelta. Sus costillas se habían roto, otra vez. Se llevó el brazo hacia un costado por reflejo, mientras que con su otro brazo se aupaba para defenderse del próximo ataque.

Levantó su brazo para invocar su espada pero había sido inútil, el mazo bajó rompiéndole desde el antebrazo. Dúnkan aulló de dolor y se apartó rodando. Las piedras magullaban sus heridas y moretones cada que lo hacía. El mazo cayó nuevamente chocando contra el suelo y haciéndolo temblar. Dúnkan se levantó trastabillando, palpando el aire, intentando apoyarse en él.

Sus piernas cedieron y cayó de bruces. El psychro se acercó a él arrastrando su colosal mazo. El Sabio elemental se arrastraba cómo un gusano a los ojos de su rival, levantó su arma por encima de su cabeza y lo dejó caer con fuerza. Un gran estruendo le siguió, una nube de humo ocultó a la gran fiera que estaba de pie.

—Nu zabart gwoid krt bal kan. —la voz gutural detrás de Dúnkan le era extrañamente familiar. Sus instintos le decían que corriera lo más lejos que pudiera, pero el miedo le había paralizado las piernas—. Mok yr ja jdiwab podamng. —la segunda voz era mucho más gruesa y profunda que la primera—. Gyr soktarminfos hrmatson tazkro fir mamut ¡¡Tazkro mitra norde garat!! —un crujido violento se escuchó seguido de uno más carnoso.

Un riña, por la cantidad de golpes y sonidos que se escuchaban, se libró a escasos metros de donde estaba. Podía sentir el temblor que provocaban las pisadas y el impacto de los golpes.

Un sonido filoso  veloz fue lo ultimo que escucho, todo había quedado en relativo silencio—. ¿Estas bien? —Dúnkan se sobresaltó sin cambiar de posición—. Por poco ¿No crees? Un segundo más y tu serías él. —dijo mientras señalaba un manojo de carne mutilada y despedazada de lo que antes era un psychro.

Dúnkan seguía tendido en el suelo, inmóvil—. ¡Vamos! ¡No te quedes callado hermano! ¡Te salve la vida! —le reclamó mientras movía el dedo hacia arriba—. Si no fuese por mi tu ya estarías... —una flecha se clavó en su garganta. Un centenar de elfos salieron de los árboles mientras gritaban y agitaban sus armas—. Ig-nis. —la débil voz de Dúnkan al llamar a su hermano fue robada por el viento.

Ignis se arrancó la flecha de su garganta con toda tranquilidad—. Dúnkan, no puedo controlarlo por mucho tiempo, toma esto, Ericka puede ayudarte con tu heridas. —le arrojó una pequeña bolsa fácil de ocultar—. El tiempo para nosotros se acaba, pueden ganar esta vez, si es así eso quiere decir que nos volveremos a ver más pronto de lo que crees. Lo lamento tanto, por todo lo que hice, y lo que haré.

Sus brazos se convirtieron en dos largas espadas y pasó de largo a Dúnkan, quien seguía tumbado en el suelo sin poder moverse—. Hermano. —Ignis corrió hacia los elfos iniciando así una nueva masacre.

De entre la muchedumbre alguien corría hacia Dúnkan. Se barrió hasta quedar a su lado—. ¡Dúnkan! —con ligero trabajo se retiró el casco que llevaba puesto—. Ericka, justo...habla de ti hace un momento. —gimió aquel absurdo comentario—. Lo se, Ignis me guió a salvo hasta aquí. —aquellas palabras salidas de Ericka le eran poco creíbles—. Pero ¿Por qué siempre que te veo estas tan mal herido? ¿Por qué siempre das la cara por los demás? —dijo entre lágrimas.

Le quitó la bolsa de entre sus dedos y de esta sacó una pequeña raíz. Ericka la examinó detenidamente—. Esto... —la apretó con fuerza hasta que soltó una savia rojiza—. Perdóname. —Dúnkan frunció los labios, listo para lo que fuese a pasar. Ericka tragó saliva y sin pensarlo más clavó la raíz en el brazo dañado. Dúnkan largó un aullido de dolor que se extendió por todo el bosque.



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En el texto hay: monstruos, elfos, accion

Editado: 21.03.2020

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