El calor de tus alas.

"El ángel desplegó sus alas"

La tarde había caído, no había matices rojizos en ninguna parte como es común; el cielo estaba teñido de un fúnebre gris gracias a las nubes de lluvia, según Rosa, el tiempo se vestía para la ocasión, su ocasión
Su cabello, casi rubio, le golpeaba la cara a causa del estrepitoso viento, pero bueno, estar a esa altura causaba aquello, varios pisos la separaban del suelo y ella. Miraba hacia abajo, ajustando, de cuando en cuando, sus gruesas gafas negras cuyos cristales escondían dos ojos marrones, llorosos al ver hacia donde iba a parar apenas se soltara.

Lo iba a hacer.

Se lanzaría de ahí.

Acabaría con todo.

El corazón le palpitaba ¿Miedo? Para nada: ansias.

Separó sus dedos del frío tubo de acero del que se sostenía. Su cuerpo comenzó a balancearse hacia enfrente, sintiéndose cada vez más unida al viento... Pero luego, sintió una presión en su cuello: algo sujetaba fuertemente su blusa, algo le detuvo justo después de haberse soltado, y ese mismo algo la jaló de vuelta a la parte segura del edificio.

Toda la adrenalina que Rosa había acumulado en su cuerpo desapareció apenas sintió el piso en su espalda; había caído sobre su salvador y la impresión acumulada con el susto la hizo desmayarse.

La otra persona, su salvadora, movió a Rosa a un lado, cuidando de no lastimarla. Se levantó, adolorida y miró a la otra joven.

-Niña estúpida -murmuró.

* * *

Rosa abrió los ojos, todo lo que veía era blanco y olía a fresas, sentía que estaba acostada en un lugar muy cómodo.

«¿estoy muerta?» ─Se preguntó─ «debo estarlo» ─Pero entonces un incesante sonidito le hizo mirar a su alrededor, un irritante sonido que seguía el ritmo de su corazón aún latente. Había un monitor cardíaco junto a ella y más allá otra cama, divisó una puerta, también blanca, medicinas, botiquines, una balanza.

─No puede ser ─Se quejó ─estoy en un hospital.

─Al menos estás en hospital y no en algún lugar del limbo ─intervino una voz y se giró al otro lado. La ventana que estaba atrás de esa persona, alumbraba demasiado y tuvo que entrecerrar los ojos para poder enfocar, de por sí era miope, imagínense la poca visibilidad que tenía.
La silueta adquirió forma, lo primero que vio fue un cuerpo delgado pero bien definido, como si enfrente tuviera a una modelo. Gracias a sus bien formados pechos se dio cuenta de que era mujer y su piel, café con leche, combinaba a la perfección con su cabello marrón, teñido de gris en las puntas, que se asomaban sobre sus hombros. Un pequeño mechón de cabello le tapaba la mitad de la cara, por lo que sólo pudo ver un ojo negro mirándola.

«—¿Es un ángel?—» fue lo primero que preguntó Rosa. La otra chica trono los dedos y se agachó un poco.

─Oye, linda, por poco no la contamos ¿te sientes bien? ─Entonces Rosa regreso a la realidad: estaba en un hospital y esa tipa le había salvado.

─No puedo creerlo ─Suspiró ─ni eso puedo hacer bien ─dijo para si.

─Oye, eso fue peligroso, cuida más por dónde andas, le das trabajo de más a los ángeles. ─Se cruzó de brazos.

—¿Ángeles? —Rió —Ahora te consideras un "ángel"

—¿Crees en ellos?

—No.

—Deberías.

─¿Por qué me salvaste? ─dijo con voz áspera.

─Instinto, creo ─Se cruzó de brazos, sin apartar la mirada de Rosa. —Es algo que acostumbro, salvar gente...

—Yo no necesitaba ser salvada... —Desvió la vista, los ojos negros de la mujer producían gran impacto en Rosa.

—Disculpe usted —dijo con sarcasmo —Entonces me iré y dejaré que te mates a gusto —Se alejó de la cama —Nos vemos. —le hizo un guiño y se dirigió a la puerta para luego desaparecer detrás de ella.

Poco tiempo después una enfermera llegó a revisar a Rosa, que ya se estaba dando a la fuga, y antes de que se diera cuenta, ya estaba saliendo del hospital.

─Qué estúpida debí haberme visto ─se quejó─ debí tomar las pastillas de papá, eso era mas rápido.

─Esas pastillas solo te harán vomitar... ─Otra vez esa voz, esa molesta chica. Estaba recargada sobre una motocicleta roja, sostenía un casco negro con una mano y con la otra giraba unas llaves.
Rosa soltó un suspiro y siguió su camino, sin voltear a ver a la otra chica pero ésta última, al notar el rechazo, dejó el casco sobre la moto y se adelantó, impidiéndole el paso.

—Quítate de enfrente —le gruñó.

—No me apetece —Sonrió con  descaro. —Y aunque quisiera, te seguiría

—¿De qué estás hablando? —Hizo una mueca de disgusto y siguió su camino.

—Te elegí como protegida —dijo desde la distancia— Estás atada a mi, Rosa. —La aludida se detuvo de golpe.




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