Estoy a solas con el abuelo de Erika como le pedí. Me ha parecido un gran señor. Aunque pensé que el encuentro sería más emocionante. Lo que me trae intranquilo desde la mañana es la cajita que llevo en la bolsa de mi traje negro. Si la pierdo estoy muerto, o eso pienso yo.
- Dime ¿qué quieres de mí? - dice el duque.
- Quería pedirle su aprobación para tomar la decisión más importante de mi vida -digo con voz ahogada.
- ¿Cómo así?
- Sí, verá. – Lo miro, serio - Quiero pedirle matrimonio a su nieta. Sé que es muy temprano para hacerlo, pero estamos en una edad adecuada y yo la amo más que todo lo que tengo o pueda tener. Ella me ha demostrado su amor así que quiero corresponderle dándole el anillo y pidiéndole que sea mi esposa.
- Por mí haz lo que tu corazón te dicte, muchacho. Tienes derecho a ser feliz y si esa felicidad está junto a ella debes buscarla.
- Gracias. No pude hablar con su padre ni con su madre por lo que la única persona que me quedaba era usted - le digo.
- Sí lo entiendo. Lo más probable es que para cuando lo hagas yo ya esté muerto, pero déjame decirte que si le haces infeliz vendré a buscarte no importa donde estés y te daré un buen susto para que te acuerdes de mí.
- Jajaja tranquilo. Le daré todo lo que quiera y la haré la mujer más feliz del mundo - respondo.
- Pues que bien que sea así. Ahora ve a plantearte cómo le vas a pedir matrimonio y llámame a una sirvienta que debo hacer unas cosas importantes antes de irme. Dime una cosa antes de que te marches ¿Cuáles son los apellidos de Erika?
- Oí que eran los de su madre. Nuevamente gracias – le digo antes de abrir la puerta y salir.
Pasé la prueba, ahora solo queda que me acepte. “¿Y si no lo hace?” mi mente no me deja en paz. Siento que voy a morir hasta que se lo diga “¿y si no soy capaz de decirle?” Me encuentro con una sirvienta y le digo que el señor Aldrich la llama así que ella va corriendo hacia la habitación.
Salgo de la casa en busca de Erika y le encuentro recostada a un árbol mirando hacia el cielo. Puedo admirar nuevamente su maravilloso cuerpo y esos ojos tan hermosos. Cuando siente mi presencia mira en mi dirección y esos ojos brillan al verme.
- Eduardo, llegaste. Pensé que ibas a durar mucho en llegar - dice con su hermosa voz.
- No para nada, oye… tengo algo que decirte.
- ¿Sí? -pregunta.
- … ¿Dónde está Christopher?
Eso no era lo que le quería decir, soy un tonto. Es más difícil de lo que parece, pero no puedo esperar. Tal vez si le digo una gran frase se convenza y me diga que sí.
- Eh… Pues se fue a traernos el equipaje para que vivamos aquí un tiempo - dice enarcando una ceja.
- Nooo es eso.
- Ah… ¿no? ¿Entonces qué? - pregunta acercando su cabeza hacia mí.
- Yo… yo…
- Tú… - se está riendo de mí.
- Me doy un puñetazo por la cara - Auuu
- ¡Estás loco! ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? Yo creo que ya te está afectando el sueño - dice moviendo sus manos hacia mí.
- Yo… tú… Mira – le miro a los ojos - ha pasado muy poco tiempo, pero… pero considero que como yo te amo tanto y nuestro amor es mutuo entonces yo… yo… - OK mejor los hechos. Saco la cajita de mi bolsillo, abro la caja y pongo mi rodilla en el suelo - ¿Quieres pasar el resto de tu vida conmigo y hacerme el hombre más feliz del mundo dándome una familia? - le pregunto con voz firme.
- …Así que eso era. Pero por supuesto que sí – le pongo el anillo en el dedo y maravillosamente encaja. Luego me levanto y apenas estoy de pie Erika me abraza y me besa - Jajaja como que te costó mucho ¿no? - dice sonriendo.
- Pensé que me dirías que no.
- Ay por favor, te amo tanto que me haría muy feliz ser tu esposa - dice rodando los ojos - Aunque el hecho de que me llamen “señora” va a ser un poco incómodo, pero no importa.
- Jajaja – sujeto su mano y toco con mi pulgar el anillo. Lo mandé a hacer especialmente para ella desde que recibió el disparo por mí.
M
Una semana después de haber llegado el Duque Aldrich fallece. A su funeral llegan muchísimas personas y muchos se lamentan. Al llegar a la mansión una sirvienta me entrega una carta del Duque, tengo que dársela a Erika, pero espero a que el día pase para hacerlo. Ya es medianoche cuando entro en la habitación de Erika.
- Mi amor… - digo.
- ¿Qué pasó? – está muy triste dado que llegó a querer mucho a su abuelo en este tiempo que pasó a su lado.
- ¿Puedo pasar? - pregunto bajo el marco de la puerta.
- Claro que sí, no sé ni porque preguntas.
- Bueno – entro y me siento a su lado en la cama - tu abuelo te dejó una carta o mejor dicho su testamento para que lo leas. Toma - le doy la carta y miro como la abre.