El Campo De Rosas Rojas

JUGANDO EN EL JARDÍN

Todos amaron la carne, solamente la comíamos una vez cada siete días, esas eran las indicaciones de Míster Monstruo, una vez por semana, y nosotros no desobedecíamos. Todos preferían que la hiciera Casandro, más que nada por lo feliz que era haciéndolo, le gustaba hacerlo solo, pero no era su turno, además no nos quedaba mal a nosotras, esa semana a Casandro le tocaban los postres, pero faltaban tres días, para ello.

 

— ¿Así que te importa el primer día de Katherine no? –Me murmuró al oído Ernesto mientras comíamos.

Ernesto tenía el cabello negro y ojos castaños, era alto y bien formado, gracias a todos los días trepando árboles, corriendo, brincando y demás por el jardín. Desde mi primer día comencé a juntarme ligeramente más con él y con Vincent, aunque Katherine jamás se había quedado atrás. Katherine era la jefa, ella nos decía que quería Míster Monstruo y nosotros la seguíamos, al pie de la letra. Míster Monstruo era un nombre que nos gustara o no admitirlo nos producía cierto misterio... recelo.

 

 

 

—Más o menos... me da curiosidad, por la manera en que habla del mío. Me contó algunas cosas interesantes. — Expliqué.

— ¿Y cómo es que habla del tuyo? — me preguntó con curiosidad, aún en un murmullo, con un destello de emoción brillando en sus ojos, como si el asunto fuese sumamente importante... lo era... pero en ese momento no lo quise ver así.

— Con cierta tristeza —Dije, sintiéndome triste también. De repente los contornos parecían ligeramente borrosos.

Ernesto no me respondió más, sencillamente me miró directo a los ojos con cierta intensidad, luego desvió la vista y se quedó reflexionando un rato mientras miraba el muro blanco que estaba en el fondo, como si este pudiese darle respuestas. Después, volvió a centrar su atención al plato de pasta que tenía delante, la pasta se había hecho ayer, Katherine y yo, solo la habíamos recalentado. Recalentar era el truco de todos, pocas veces se hacía la comida completa.

--¿Me pasas la salsa Elizabeth? –Me decía Vincent una y otra vez, yo solo estaba observando a Ernesto, no me había dado cuenta de eso.

--Si –dije luego de la quinta vez. Y se la pasé sin mirarle a los ojos.

Vincent me estuvo pidiendo todo lo que tenía cerca durante comíamos, no desistía de pedirme nada, llegué a preguntarme si lo que pretendía era llamar mi atención para que le contase lo que ocurría por mi mente, pero estaba enfrente de mí, no podía murmurarle nada, tendría que hablar en voz alta y por alguna razón confiaba más en Ernesto en este tipo de asuntos, aparte de eso, también él había sido el que se indignó al hacer mi pregunta. Lo que me hacía sentir un poco traicionada, y resentida con mi amigo.

Comencé a prestar atención a lo que se platicaba en la mesa, al parecer el nuevo juego consistía en correr mientras te lanzaban mantas. A quien le cayese una, estaba descalificado, se dividían en grupos de dos y el equipo que tuviese al final, más miembros, ganaba. Sin duda se escuchaba divertido, me moría por jugarlo enseguida. La repentina tristeza que había sentido desapareció con rapidez, se esfumó dejando lugar a la emoción.

Terminé de comer, y dado que a mí no me tocaba lavar los platos, sencillamente me dirigí a la cocina para dejarlos en el fregadero. Ernesto me siguió a propósito, seguramente quería decirme algo sobre lo que le platiqué. Dejó sus trastes cuando yo terminé con los míos, a él si le tocaba lavar los platos, a él y a Peter, si alguien quería ofrecerse voluntario tendrían suerte.

— ¡Hey! ¿No podías enjuagarlos por lo menos un poco? —Me dijo fingiendo un gesto molesto.

—Me muero por probar el juego nuevo, lo siento. —dije exagerando el tono de  mi disculpa.

—¿Divertido? ¿Enserio? Te equivocas. No va a ser tan divertido, porque yo no voy a estar, te divertirías más si me ayudases con este desastre. — Suplicó.

— No creo que ayudarte con este "Desastre" sea algo divertido, prefiero jugar...

— !Pero nadie ha terminado aún! — Dijo en tono de berrinche — deberías ayudarme mientras tanto...

—Lo siento Ernesto, será otro día, aunque no hayan terminado, quiero mirar el jardín.

—Bien, está claro que "No puedes evitarlo" —Respondió imitando mi voz cómo en el primer día. No estaba ni cerca de parecerse a mí. Luego agregó —así a lo mejor comiences a reflexionar  sobre más en temas... que nos ayudarían a todos...

No entendí que quizo decir con eso, se lo pregunté con la mirada, pero no correspondió a ella, para entonces ya se había girado.Como siempre volví a ignorar cualquier pizza de curiosidad y me obligué a creer que no importaba. Le di un abrazo rápido y corrí de la cocina al comedor, del comedor a la sala y estando en esta, salí al jardín. Los demás aún seguían con su charla animada, tardarían otro tanto en terminar.




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