El capricho del principe (libro 1)

Capitulo 20

Ambos corrieron de inmediato hacia la desagradable escena. — ¡¿Quién te dijo que basura como tú podía acercarse a mi hermana?! — ladró el hombre y Ryuhito lo reconoció de inmediato, era el mismo que lo estaba molestando cafetería el otro día y que solía hacerle burlas a Dae Hyun cada vez que lo veía por la facultad. Por impulso, tomo al tipo del brazo separándolo bruscamente del muchacho que permanecía quieto y completamente pálido.

— ¡¿Pero qué carajos te pasa, imbécil?! — gritó de inmediato, importándole una mierda la gente que los miraba estupefactos, el hombre de pelo al raso lo miro con furia

— ¡No salgas a defender a tu novio, pedazo de mierda! ¡Esa asquerosidad se estaba acercando a mi hermana! — bramó furioso. La chica del vestido amarillo chilló con fuerza.

— ¡Eso no es cierto! — Aulló entre los brazos de Young Mi, que la sostenía para evitar que se desvaneciera —. ¡Estábamos hablando tranquilamente y te le lanzaste encima como un puto enfermo! ¡Estás completamente loco, Dong Wan! — volvió a chillar con desesperación, pataleando.

— ¡Y una mierda, Chae Young! ¡No voy a dejar que te juntes con una basura como…! — el puño de Ryuhito en su rostro no lo dejo terminar de soltar su insulto. En menos de un minuto, ya lo tenía contra el suelo moliéndolo a golpes. Young Mi soltó a la chica para lanzarse desesperada y sin pensar ante el ahora iracundo príncipe.

— ¡Ryuhito detente! — gritó haciendo que la mirara, gran error. Ya que el tipo bajo él no tardo en propinarle un puñetazo en su descuido. Por suerte, los de seguridad aparecieron separándolos de inmediato, Dong Wan se removió en los brazos del gorila con el rostro completamente ensangrentado a causa de la paliza que le habían dado

— ¡Esto no se va a quedar así! ¡Para nada que se va a quedar así! — amenazó mientras lo alejaban del lugar. Ryuhito se soltó del gorila, quedándose de pie y limpiando de manera nada elegante la sangre que manaba de su labio hinchado.

— ¡¿Pero qué demonios ha pasado aquí?! — todos vieron a la primera dama, abriéndose paso entre la gente que los observaba a los cuatro como si de un circo se tratase. La chica del vestido amarillo se acercó a Dae Hyun, que parecía sumido en un completo estado de shock. Otra voz chillona se sumó al espectáculo lamentable, reconoció al tipo de la casa imperial que los había recibido cuando llegaron a la fiesta

— ¡Su alteza! ¡¿Pero cómo se le ha ocurrido hacer una cosa así?! ¡Tenemos que irnos de inmediato! ¡Esto es una vergüenza, una vergüenza! — su mala pronunciación del coreano la irrito y tuvo ganas de gritarle para que se callara, pero contra todo pronóstico Ryuhito lo hizo en su lugar.

— ¡Tampoco es como si planeara quedarme! — ladró hecho una furia, abriéndose paso hasta la salida entre el montón de personas que empezaban a dispersarse y como si fuera automático, supo lo que debía hacer.

¿Era buena idea seguir a un hombre casi del doble de tu tamaño cabreado hasta la médula? No, pero por alguna razón su sentido de la lógica se fue al carajo en ese instante.

— Ryuhito, espérame por favor — rogó tratando de seguirle el paso con los tacones.

— Déjame en paz, Young Mi — espetó molesto sin dejar de caminar por el largo pasillo, maldita casa enorme. Trato de no seguir su impulso de enfurecerse, eso no iba a funcionar para que se calmara. Con esfuerzo, logro alcanzarlo y tomarlo de la mano lastimada.

— ¡Dije que me dejes en paz! — gritó soltándose bruscamente, observándola iracundo. Cualquiera habría salido corriendo despavorido, pero ella se mantuvo ahí.

— ¡No! — Respondió usando un tono más tranquilo, pero igualmente firme. Él chasqueo la lengua e intento seguir caminando, pero volvió a retenerlo.

— ¡¿Pero qué carajos quieres?! ¡No estoy de humor!

— Quiero que me mires — contesto con calma, mirándolo directamente a los ojos y sosteniendo su mano magullada con firmeza. Él trato de apartar el rostro, así que se tomó el atrevimiento de soltarle la mano para tomarlo por las mejillas y pegar su frente a la suya —. Mírame — volvió a ordenar, ignorando el estremecimiento que esa cercanía le causaba. Sus ojos se clavaron en los suyos como estacas, tenía las pupilas dilatadas, repletas de furia. Sentía su aliento mentolado chocar una y otra vez contra su cara, a causa de su respiración irregular.

Ignoro la voz que le ordenaba apartarse y se quedó ahí, tratando de mantener la calma. Pasaron unos minutos que le parecieron una eternidad para que por fin su respiración empezara a acompasarse —. ¿Te sientes mejor? — preguntó suavemente al verlo suspirar, él asintió, apretando los labios.

— Perdón por gritarte — musitó con los ojos repletos de arrepentimiento. Ella sonrió.

— No pasa nada… voy a soltarte, ¿vale? — aviso apretando levemente sus mejillas, él asintió y ella se separó, lentamente sin dejar de observarlo. La herida de su labio seguía sangrando en un leve hilo que le recorría desde el mentón hasta su cuello. —. Tenemos que curarte eso — murmuró mirando hacia los lados, buscando a alguien para pedirle un botiquín.




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