4 de abril del 2004
El sol había ya salido cuando el señor Queen se encontraba despierto, sentado en uno de los sillones de la sala leyendo el periódico de aquel día mientras tomaba una taza de café, y aunque parecía exhorto en la lectura, lo cierto es que su mente se encontraba divagando en aquel mensaje que le había llegado a su oficina de manera anónima.
—Buenos días, papá—le dijo el pequeño Noah de siete años luego de un gran bostezo—¿qué estás leyendo?—preguntó esta vez curioso saltando hacia el sillón, sacando de sus pensamientos al señor Queen, quién había ignorado por completo el saludo de su adorado hijo.
—¿Ah?—articuló él, quién no había escuchado nada de lo dijo.
Noah quedó mirándolo enojado, al darse cuenta de que su padre lo había estado ignorando, y se cruzó de brazos, sin dirigir ni una sola palabra.
Su padre que ya lo conocía, por lo que empezó a pensar en alguna idea que haga disipar el enojo al pequeño. De lo contrario, aquella rabieta continuaría por prolongadas semanas.
—Oh, ¿esto?—señaló el periódico—No es nada extraordinario—confesó él quién estaba aburrido ya de las mismas noticias una y otra vez pero que continuaba leyéndolas por costumbre. Pero ¿sabes que es lo que si es interesante?
—No—contesto el niño negando con su cabeza.
—Aquel parque de diversiones que vimos hace unos días—dijo sigilosamente—Realmente hay muchas cosas ahí que se ven muy divertidas, y me gustaría mucho que fuéramos esta tarde.
Al niño que hasta solo uno instantes tenía el ceño fruncido y no había cosa alguna que le hiciera cambiarlo, se le iluminaron los ojos como si hubiera recibido la mejor noticia de su vida. De inmediato salto de su asiento y le dio un gran abrazo a su padre agradeciéndolo una y otra vez por llevarlo a aquel lugar que había estado insistiendo por días y no había hallado respuesta alguna de ninguno de sus padres.
—¿Qué ocurre aquí?—preguntó la madre del pequeño entre risas, al escuchar el alboroto que se podía oír desde su habitación.
—Iremos al parque de diversiones—le contó extasiado el niño—Papá acaba de prometer llevarnos.
—Oh, ya veo—dijo ella sonriente—Me parece una muy buena noticia, yo también estaría dando brincos. Pero tengo que preparar el desayuno, y tú debes ir a la escuela, mi niño.—deposito un beso en la frente del pequeño Noah.
—Lo que sea por mi querida mamá—dijo el niño a quién nadie le quitaba la emoción.
Al subir a su cuarto, la señora Queen tomó asiento a lado de su esposo y luego de un largo suspiro, le preguntó:
—¿Se enojó de nuevo contigo?
—Sí—confesó él—. Le he ignorado por completo y se enojó al darse cuenta de ello.
—Supongo que no soy la única que se siente así—murmuró.
—Emily, yo…—guardó silencio, como tratando de encontrar las palabras adecuadas—Tengo una buena razón para no decirte lo que sucede, solo confía en mí, por favor.
—¿Cómo puedo confiar en ti cuando eres tú quién no confía en mí, Hendrick?
El señor Queen quién conocía que ella solo lo llamaba por su nombre cuando se encontraba muy dolida, sintió una opresión en el corazón al escuchar esas palabras, pues, aunque pareciera que no confiara en ella para decirle lo que le había estado afligiéndolo por días, lo cierto es que solo trataba de protegerla.
—Lo siento—fue lo único que él supo decirle.
—Yo también lo siento—se levantó de su asiento y se dirigió hacia la cocina a preparar el desayuno.
Y aunque él tenía ganas de detenerla, y explicarle todo, no pudo hacerlo. La prestigiosa compañía de bolsa de valores The Queen and associates que estaba a cargo del señor Queen, hace meses atrás había estado pasando por una baja económica muy grande, y aunque todos hicieron lo posible por sacar adelante a la compañía, no se logró mejoría alguna. Por lo que, decepcionado de sí mismo, una noche acudió a uno de los bares cerca de la ciudad donde conoció a Frank Hunter, quién ofreció ayudarlo con una gentil cantidad de dinero con la promesa de que si en el futuro él necesitara ayuda, Hendrick se la brindaría sin titubear. Él en su desesperación aceptó sin saber que esa promesa le costaría más de lo que él habría imaginado. Pues una noche luego de un arduo día de trabajo, Hendrick se dirigía a su casa cuando un auto negro lo embistió y dos hombres encapuchados lo tomaron consigo, quedando inconsciente por el golpe que le dieron. Cuando despertó, se encontraba recostado en un sillón y frente a él estaba Frank quién tenía una sola petición: Que se uniera a él en el negocio de lavado de dinero. En cuanto escuchó su propuesta, el enmudeció, lo que no le trajo ninguna clase de alegría a Hunter, y antes de que Hendrick pudiera darle una negativa, le dijo que tenía hasta el viernes para ofrecerle una respuesta y la única cosa que debía escuchar de su parte era un sí, después de todo no tenía otra opción, pues la única forma de zafarse de Frank Hunter era la muerte, no por nada le llamaban el Cazador.
Hendrick, temeroso por lo que podría ocurrir no había podido dormir por varias noches. Estando en casa o en el trabajo parecía un hombre inerte que no hablaba con nadie, incluyendo a Emily. No había segundo en el que no dejara de pensar en ello, y Hunter tampoco le daba otra opción, pues a diario le enviaba mensajes a su oficina de manera anónima. Pero luego de ver cómo su familia a la cual amaba tanto, se estaba sintiendo respecto a su indiferencia, decidió hacer todo lo posible por hacer de ese día uno diferente, aunque sea por un momento.
Había llegado la tarde, y Noah ya se encontraba listo para ir a su paseo más esperado. Emily que para ese entonces ya se le había pasado su enojo de aquella mañana también se encontraba lista. Hendrick aún se hallaba guardando algunos papeles en su despacho, por lo que les pidió que se adelanten.