Aún no me siento convencida de la decisión que acabo de tomar, pero ya no puedo retractarme. La verdad, es que sigo muy impresionada. ¿Qué hace un hombre como él, aplicando para un trabajo como este?
Ni siquiera puedo quitarle los ojos de encima. Es un sujeto muy apuesto, alto, sexy y corpulento. Su mirada es magnética y atrapante.
―Gracias, no sabes cuánto te lo agradezco.
Me tiende su mano para agradecerme la oportunidad, pero sigo tan desconcertada con lo que está pasando que, ni siquiera me entero de nada, hasta que Ángela me da un pellizco en el brazo que me hace chillar de nuevo y me devuelve a la realidad.
―¡Auch! ―me froto la zona con la mano y la acribillo con la mirada―. ¿Pretendes dejarme todo el cuerpo lleno de moretones?
Siseo entre dientes, avergonzada por el papelito estúpido que estamos haciendo enfrente de mi nuevo empleado. Rueda los ojos y bufa con fastidio.
―Espabila ―me dice cerca de la oreja―. Llévalo al cuarto antes de que se arrepienta y se vaya con otra.
Levanto las cejas y la miro estupefacta, porque lo que acaba de decir se oyó como una propuesta indecorosa. Reacciono antes de que, a Ángela, se le ocurra decir otra más de sus barbaridades.
―Acompáñame, Denzel, por favor ―le digo con la voz atragantada―. Te llevaré a tu nueva habitación.
Nos damos la vuelta, pero, no alcanzamos a avanzar ni un solo centímetro, cuando escuchamos esa voz que, constantemente, nos mete en serios aprietos. Ángela. Cierro los ojos y le rezo una plegaria a la virgencita para que haga un milagro y me ayude a que cierre la boca y no salga con otra de las suyas.
―¡Eh, fortachón! ―él se vuelve primero, así que también estoy obligada a hacerlo. Le pelo los ojos a mi amiga para que se calle, pero me ignora por completo―. ¿Dónde está tu equipaje?
Me llevo la mano al pecho, cierro los ojos y suelto un bufido de tranquilidad. Me recompongo y, curiosa, espero a que mi nuevo inquilino nos dé una respuesta. Sin embargo, se lleva la mano al cuello y se frota la zona con preocupación.
―Bueno, yo… eh ―balbucea―. Me asaltaron cuando baje del metro y no tengo más que lo que llevo puesto.
Ángela achica los ojos y lo escruta con minuciosidad.
―Te ves muy tranquilo como para haber pasado por un trauma tan difícil como ese.
Denzel mete las manos dentro de los bolsillos de su pantalón y procede a darnos una explicación más convincente.
―¿Qué más puedes hacer cuando te encuentras con tres tipos armados que te apuntan de manera amenazante con sus pistolas y te exigen que lo entregues todo a cambio de no darte una paliza?
Miro a Ángela y espero a que sea ella la que responda.
―Tienes tu punto ―le dice mientras sonríe satisfecha por la respuesta―, yo también habría hecho lo mismo, por supuesto, después de haber chillado y berreado como loca, incluso, te puedo jurar que, si me hubiera pasado algo como eso, me infarto o me cago del susto.
Denzel sonríe y puedo jurar que es la sonrisa más hermosa que he visto en toda mi vida. Siento que mi cara arde de la vergüenza debido a los repentinos pensamientos que estoy teniendo, así que interrumpo la conversación para llevarlo a la que será su habitación.
―Es tarde y mañana debo madrugar ―le anuncio con timidez. Él gira su cara y me mira de una manera que pone a latir mi corazón a la velocidad de una estrella fugaz―. Será mejor que te muestre tu habitación.
Vuelve a sonreír y asiente con un movimiento de cabeza. Camino delante de él y casi al instante me arrepiento, porque siento que su mirada está en cada parte de mi cuerpo. Mis piernas se aflojan y mi respiración se torna más agitada que de costumbre. Nunca antes me había pasado algo como esto con ningún otro chico, así que estoy desconcertada con las inexplicables sensaciones que me tienen abrumada y me ponen muy nerviosa.
¿Habrá sido conveniente que le haya dado el trabajo? Quizás debí hacer más preguntas, pedirle referencias, investigar más sobre él. No obstante, me dejé llevar por las impresiones locas de mi amiga.
Tras un corto recorrido llegamos a su habitación. Pongo la mano en el pomo de la puerta y empujo con suavidad.
―Por fortuna, es una habitación amplia y la cama de un tamaño considerable como para un hombre de tu talla ―ingreso antes de que él lo haga―, quizás la decoración no es lo que esperas, pero para ser sincera, yo tampoco daba por hecho contratar a un hombre para este trabajo ―le confieso sincera―. Esto fue algo muy inesperado para mí.
Me doy la vuelta y pierdo el equilibrio al impactar contra su pecho. No esperaba que estuviera tan cerca de mí. Con una habilidad extraordinaria, reacciona de manera rápida y logra atraparme antes de que caiga de culo sobre el piso. Sus brazos se envuelven alrededor de mi cuerpo y de un tirón, me estampa contra su sólido pecho. Suelto un jadeo y cierro los ojos debido al susto que me llevo; pero al abrirlos, me quedo sin aliento. Mi mirada está clavada sobre su nuez de Adán. Trago grueso y tiemblo de pies a cabeza antes de elevarla y encontrarme de frente con esos ojos negros que me roban todo el aire que hay dentro de mis pulmones. El tiempo se detiene. Nos quedamos mirándonos como si no hubiera nada más en este mundo que nosotros dos, como si no existiera un mañana.
Editado: 07.09.2023