III. El mejor amigo.
Abril Martinelli
Al día siguiente
Suspiré pesadamente antes de tomar algunos de mis libros en mí casillero. No estaba teniendo mi mejor día, y dudo demasiado que esté mejore. Pero lo más asombroso, es que apenas van a ser las ocho de la mañana y ya me ocurrieron como diez desgracias.
— Abril — escucho la voz de Diego
— Hola, Diego — murmuró, un poco nerviosa.
Como él le dijo a Andrea, desde ese día no volvimos a hablar. No sé exactamente la razón, o bueno, tal vez sí. Creo que, en el fondo, me enfade con él por haberme abandonado. Él sabía que odiaba ir a esas fiestas, y aun así me dejó sola, inclusive después de prometerme que no lo haría...
— ¿Estás bien? — susurra con un tono de nerviosismo, pero solamente lo miré sin respuesta
Así que la ley del hielo ¿eh?
— ¿Estás molesta conmigo? — murmura
— Diego, estoy algo ocupada. Además, tengo clase en cinco minutos. Después hablamos
— ¿Cuándo? ¡Si desde la fiesta me estás ignorando! — exclama con cierto fastidio — ¿Por lo menos me podrías decir que fue lo que hice para intentar remediarlo?
— Por... — ni siquiera pude comenzar a hablar, porque unas porristas se pusieron delante de mí, y comenzaron a coquetearle
Suspiré por segunda vez en menos de cinco minutos, tomé mis cosas y me dirigí hacia mí salón dejando al famoso capitán con sus tan amada porristas.
Revisé mí teléfono, y vi un mensaje de Andrea diciendo que no llegaría a las tres primeras clases porque tenía una cita médica. ¡Genial, un día completamente sola!
La clase comenzó y traté de no poner mala cara cuando la maestra no dejaba de preguntarme cosas. ¡Tiene más alumnos y solamente me pregunta a mí! ¿Qué no ha escuchado sobre la participación igualitaria? No siquiera sabía si existía ese término, pero el caso es que no soy su única alumna.
Después de más y más clases, la hora de receso se hizo presente. Necesitaba comer algo si no querían que alguien saliera muerto. Pero al parecer, alguien tendría que comprar servicios funerarios, porque cuando estaba por salir de ese horrible salón, un cuerpo se puso en mí camino
— ¿Ahora si puedes hablar? — pregunta mi mejor amigo. Pero yo le doy una mirada de advertencia — ¿Tienes hambre, ¿verdad? Ven, te acompañó — dice pasándome un brazo sobre mis hombros
A pesar de todo, te conoce...
Después de que pidiera mí comida y que él se pidiera la suya, Diego comenzó a caminar hacia la mesa en la que siempre se sentaba, pero yo solo lo mire, antes de darme la vuelta y dirigirme hacia otra mesa bastante alejada de él
Me senté en la esquina, dándome cuenta de que el miraba hacia todos lados con el ceño ligeramente fruncido. Bajé la mirada e intenté esconderme entre las más personas de aquella mesa, para tratar que no me viera.
A los pocos segundos, mi teléfono comenzó a sonar anunciando una llamada de Diego...
¿No estaré siendo un poco infantil?
Tal vez
¿Debería de responderle?
Pues sí...
— ¿En dónde te metiste, Abril? — exclama todavía mirando hacia todos lados
— Sí quieres hablar, ve a buscarme después de que terminé mi turno en la cafetería, o antes. Mientras tanto no he diré nada
— Pero, quedé de ir con una chica a una fiesta y...
— Bien, entonces vete a esa fiesta con la chica...
Y colgué antes de que me pudiera contestar.
¡Que esto termine ya! ¡Por favor!
Horas después
Mi turno comenzó y mi mirada se fijó en que tanto como Nala y Leandro, tenían una cara de una gran resaca
— Estuvo dura la fiesta — murmura Dayana con un tono de burla
— Sí supieras. — murmuro Lean — De lo que te perdiste, cerebrito... Te hubieras divertido mucho si nos hubieras acompañado
— Concuerdo con esa cosa. Quizá y hasta hubieras quedado con el otro chico... ¿Cómo se llamaba? ¿Andrés?
— Alejandro — corrige Leandro a Nala
— Ese. Tal vez Abril si hubiera logrado que fuera más sociable
— ¿Y por qué yo? — preguntó confundida
— Hubieras usado tus encantos
— Tengo novio — murmuro mientras limpio la barra
— Sí ese tal Dylan... — susurra de mala gana con Dayana
— ¿Crees que se vuelvan a aparecer?
— Probablemente. Quedé con Teresa de ir a cenar después de que terminé el turno
— Definamos cenar — exclamó, recargándome en la barra con una sonrisa
— Para Leandro, cenar tiene demasiados significados — continúa Dayana
— Es eso, cenar — enfatiza Lean con un gesto indignado —. Sus amigos nos acompañarán
— ¿Cuándo ha sido eso, un impedimento para ti? — pregunta Nala. Haciendo que riéramos
— Que gracias. Ya me voy a atender — murmura yendo hacia una mesa
— Ni modo. A trabajar. — exclama Nala