Al salir el aire fresco me envolvió. A lo lejos se veía el sol que se ocultaba en el horizonte. Mis ojos enfocaron a Alex de inmediato. Estaba sentado en una esquina de la azotea, llevaba una camisa de mangas cortas negras y un pantalón apretado del mismo color. Al acercarme me di cuenta de algo, esta vez traía espejuelos y su cabello no estaba alborotado como siempre sino peinado cuidadosamente. Parecía absorto en su mundo, su mirada reflejaba tristeza. Era como si no estuviera presente sino muy lejos de aquel lugar.
—¿Hola? —Le dije en un susurro.
Al escuchar mi voz se dio la vuelta mientras se secaba la humedad de sus ojos.
—¿Estás llorando? —Le pregunté y me senté a su lado —¿Alex sabes que puedes confiar en mí y contarme lo que sea verdad?
—Lo se, creeme que lo se. También se que me odiarás dentro de unos minutos y te preguntarás por qué y no tendré respuesta para esa pregunta.
—¿Qué? ¿de qué hablas?
—Hablo de ti, de mí, de lo nuestro. Las sircunstancias nos condenan Miseria Elizabeth y no lo puedo evitar. Los granos de arena de nuestro reloj se están agotando. Llegará el momento en el que no quede nada y todo mi mundo se desvanecerá. Lo siento, creeme que lo siento mucho. En mis planes no estaba conocerte de esta forma pero sucedió y no pude evitarlo.
—Alex no entiendo que quieres decir...
—Quiero decir muchas cosas, quisiera que nada fuera tan complicado y que lo imposible fuera posible pero esta es nuestra realidad. —Por unos segundos dudó si decir algo o no, yo estaba muy confundida, no entendía nada. No lo entendía hasta que dijo lo siguiente y todo cobró sentido. —La luna y el sol también merecen encontrarse pero el eclipse no durará mucho. El tiempo se acaba. Quise brindarte la mejor versión de mí pero no soy perfecto, creo que nadie lo es...
Me quedé en shock, sus palabras me cayeron como un balde de agua fría. Las piezas del rompecabezas empezaron a unirse y a cobrar sentido frente a mí. Todo tenía sentido, él era Edu, era aquel chico que tanto me atraía. Esa forma de hablar extraña. El día de la fiesta. Nuestro beso en La perdición, por eso desapareció Alex ese día, porque minutos después aparecería Edu.
—Eres Edu... —Mi voz apenas se escuchó. Me dolía el pecho y estaba iperventilando. —Dios...me engañaste —Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos como un manantial. —Maldito seas, me engañaste... —Me puse de pie y di dos pasos hacia atrás. —¿Quién rayos eres y por qué me haces esto?
Me observó por unos largos segundos. De sus ojos cayeron dos lágrimas y por primera vez lo vi vulnerable. En ese instante sentí que aquella máscara de chico malo calló frente a mí y se hizo pedazos dejando a la vista el verdadero Alex.
—La distancia es algo relativo. Vivo cerca de ti. Vivo en el mismo mundo en el que tú vives. Respiro el aire que tú respiras, me alumbra el mismo sol que te ilumina a ti. —Levantó mi mano y los últimos rayos de sol nos alumbraron — En cuanto a quien soy, Imagina estar metido dentro de un pozo oscuro. Lleno de miedo, lleno de angustias con un deseo incontrolable de salir y gritar tu nombre pero no puedes. Eso siento cada día, soy alguien sin rostro, alguien al que le arrebataron la vida. Al que de la nada le borraron las estrellas dejando su cielo a oscuras. Soy un alma que sólo busca llorar lágrimas de verdad, pero no puedo, no puedo ser quien en verdad soy, tengo que seguir aquí, atrapado dentro de una habitación que ni siquiera me pertenece. No preguntes nada más, te lo imploro, desde que mi vida se sumergió en este abismo de agonía tu eres ese rayo de esperanza que me hace creer que aún tengo una oportunidad de ser feliz. Cuando esté listo sabrás quien soy y no habrá marcha atrás. No seré el mismo de ahora, ni el mismo de antes pero seré alguien mucho mejor o tal vez ya no seré nada...
Eran las mismas palabras del chat, sin dudas era él. Me sentía engañada, usada y estúpida, muy estúpida por haber caído en su juego. Por haber confiado en alguien que no conocía. Por haberme mostrado ante él tal y como era.
—Eres la peor persona que conozco. —Me sorprendió mi tono de voz fría.
—Te dije que me odiarías, al parecer nunca me equivoco —Fingió una sonrisa y se acercó a mí. Su mano cálida tocó el contorno de mi rostro en una leve caricia secando mis lágrimas.
Le di un manotazo —No me toques, no te acerques a mí. ¿Qué es todo esto? ¿Quién es Edu? ¿Quién es Alex? ¿Quién rayos eres tú?
Guardó silencio, tal y como prometió mis preguntas no tuvieron respuestas. Permanecimos por unos minutos en silencio, un silencio incómodo hasta que di media vuelta al darme cuenta que no diría nada mas y bajé las escaleras de la asotea. Iba a entrar al elevador pero recordé nuestro beso ahí y me fui por las escaleras. No dejaba de llorar, la cabeza me daba vueltas. Sólo quería encerrarme en mi cuarto y llorar a mares. Edu, el chico que amaba no existía. Me di cuenta que lo que sentía por él era amor en el momento en que supe que había sido engañada. Jamás hablaría con él por chat. Jamás nos escribiríamos hasta tarde en la noche. No habrían más preguntas ni respuestas misteriosas. Todo había sido una mentira, un vil juego de mi vecino. En ese momento Edu dejaba de existir y se sentía como si hubiera perdido algo muy valioso para mí. Como si de la nada me hubieran arrebatado una parte muy importante de mi vida.
Al llegar a mi casa vi a Piter en el sofá, estaba acostado y veía algo en su celular. Al escucharme levantó la cabeza y me miró detenidamente.
—Dice mi mamá que votes la basura que te toca a ti. —Al ver mis lágrimas cambió de expresión y se levantó de golpe dejando caer su celular en el sofá. —¿Estás llorando? —Preguntó pero pasé por su lado y corrí hacia mí cuarto.
—Miseria, ¿qué te pasó? ¿Llamo a mi mamá? Ella fue al súper pero si le digo que estas llorando seguro viene rápido. —La voz de mi hermano se escuchaba desde atrás de la puerta de mi cuarto.
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Editado: 15.04.2022