Alex :
Mi mirada estaba perdida en el horizonte. Los edificios desgastados por el paso de los años se elevaban frente a mí y por un segundo me sentí insignificante entre tanta inmensidad. Entonces me pregunté si todo lo que estaba haciendo tenía sentido, si valía la pena ver sufrir a Miseria. A mi mente llegó su mirada de desilusión, esa que me rompió el corazón en mil pedazos. Ni siquiera tenía el valor de acercarme a ella después de lo que le hice, me daba miedo su reacción, su indiferencia me hería y eso era lo peor, que la echaba de menos.
A mis espaldas sentí los pasos de mi madre. Antes de llegar a mi balcón hizo una pausa. —¿Qué te sucede? —Me preguntó y siguió su camino hacia mí. Estando a mi lado me dio un pequeño abrazo y me di la vuelta para buscar sus ojos. Estaban preocupados.
—No lo se, siento que nada de esto tiene sentido.
—¿Qué no tiene sentido? —Fruncio el ceño.
—Esto, nosotros no deberíamos haber venido a este lugar, no deberíamos haber huido...
—Calla, ya esta conversación la hemos tenido muchas veces. Alex, si es por el bien de nuestra familia todo tiene sentido. Nosotros también merecemos ser felices, aunque sea aquí. No importa en donde estemos, lo importante es que estamos juntos.
—Lo se...
Ahogué un suspiro y me volví hacia donde estaba, me quedé observando la lejanía. Los autos, las calles. Las personas caminaban como hormigas, cada una con sus vidas, sus historias, sus miedos.
Después de unos segundos en silencio mi madre se marchó y me quedé absorto en mis pensamientos. No le dije la verdad, que le tenía miedo a Miseria, a lo que sentía cuando estaba a su lado, a su mirada, a sus tonterías. Por ella todo había cambiado, en nuestros planes no estaba esa chica y su singular familia. Ahora debía centrarme en mí, en mi vida. Había mucho aún por resolver antes de...
Aparté los pensamientos negativos e involuntariamente volteé la cabeza hacia atrás. Ahí estaba ella con su celular. Por un segundo desvío la mirada y la cruzó con la mía pero no duró demasiado. Estaba triste, se veía en su mirada y eso me partió el corazón. Tan rápido como pudo entró a su habitación y entendí que no me quería ver, no después de lo que le había hecho. Quizás si supiera mis motivos no habría estado así pero no debía saber, nadie podía saber nuestro secreto.
Me fui a la cama y saqué el frasco de pastillas de siempre. Tomé una y la metí en mi boca. El amargo se fundió con mi paladar y mientras hacía el efecto que debía tener puse música en mi celular para tratar de opacar las voces que me atormentaban.
Entonces tomé mi celular y no se si por el efecto de la pastilla pero me atreví a enviarle un mensaje a Miseria. De esa forma, con la mirada triste pegada a la pantalla me quedé dormido...
Miseria :
Los días iban pasando lentamente. Las horas parecían eternas y estaba agotada. Aquella sin duda había sido una semana muy larga evitando a toda costa encontrarme con Alex. Desde de que supe la verdad nada había sido igual. En el edificio nos encontrábamos a veces pero simplemente pasaba de él y hacía como si no existiera.
Mi madre estaba preocupada, lo notaba en la forma en la que me miraba. Ella sabía que me sucedía algo y todo el tiempo trataba de animarme.
Lo más difícil era ocultarles la verdad a Lía y a Ethan. Ellos me conocían demasiado bien por lo que decidí quedar con ellos en mi casa después de clases.
Ethan fue el primero en llegar y como era normal últimamente yacía en mi cama con la boca abierta. El muy hijo de su madre roncaba a todo pulmón y me tenía al borde de lanzarlo por mi balcón.
A la media hora de haber llegado Ethan apareció Lía con la boca de oreja a oreja. Traía una blusa holgada azúl y un short corto blanco que la hacía ver llena de vida.
—Llebamos me... —No me dejó terminar la frase. Me hizo una señal para que guardara silencio, se acercó a Ethan lentamente y le dio con una almohada en el estómago.
—¡¡¡Es hora de levantarse!!! —Gritó a toda voz.
Nuestro pobre amigo se levantó de golpe con los brazos en posición de combate y los ojos como platos. —Estúpida ¿te das cuenta que te pude hacer daño? —Preguntó enfadado.
Lía soltó una carcajada exagerada —Si como no, con esos músculos de ratón no le harías daño a nadie.
Ethan la Miró con los ojos entrecerrados. Si su cabello no hubiera estado alborotado habría dado miedo pero sucedió todo lo contrario. Parecía un osito que sólo daban ganas de abrazar y encerrar en tu armario para siempre jamás. Ok exagero a veces.
—¿Quieres probar? —Retó mi amigo.
Lía dio un paso hacia él —A ver qué vas a... —No dio tiempo a que terminara la frase, Ethan la levantó en peso y se la tiró en los hombros como un saco de papas.
—¡Sueltame maldito imbécil!
—¿Quién tiene más fuerza ahora?
—¡Pareces un ratón! —Gritó ella.
—Y tu una ardilla con esos cachetes que pareciera que todo el tiempo llevaras bellotas en la boca.
Sin darme cuenta mis lágrimas empezaron a salir y cuando lo percibí era demasiado tarde. Estaba llorando.
Ethan se dio cuenta y lanzó a Lía a mi cama. —¿Mise qué te pasa? —Pregunto corriendo hacia mí.
—¿Por qué lloras? —Lía saltó desde la cama y se acercó a mí.
Me senté en la alfombra roja del suelo y ellos hicieron lo mismo.
—Chicos tengo que contarles algo pero primero les quiero pedir que se queden hoy a dormir conmigo.
Lía me miró y abrió los ojos haciendo una seña hacia Ethan —Con este idiota yo no duermo más.
—¿Lianet no vez que es un 911? —Dije ente dientes.
—Está bien pero ahora cuéntanos todo.
Antes de empezar a hablar fui a por tres potes de helado. Aquella noche lo ameritaba.
—(...)y fue así como el muy hijo de la buena madre me engañó y jugó conmigo. —Al terminar de contar todo sentí como si me liberara de algo muy grande. No es fácil estar guardando ese secreto por tanto tiempo. Ethan ya lo sabía pero igual se sorprendió mucho al decirle que Edu era Alex. Pero quien no daba crédito de nada y parecía en shock pos traumático fue Lía.
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Editado: 15.04.2022