Los días fueron pasando lentamente. Ya estábamos terminando las clases y pronto llegaría el baile de graduación. En unos meses comenzaría a vivir la vida de universitaria. Mis sueños se estaban a punto de cumplir, o quizás los sueños de mi madre. «Dime Miseria Elizabeth cuál es tu mayor deseo» Su pregunta me vino a la mente y no pude dejar de sentirme mal. ¿Eso era lo que deseaba o lo que me había echo creer mi madre? Ahora tenía dudas, todo por Alex y sus tonterías sobre el futuro. Con él estaba desilusionada, definitivamente el cliché de la chica insignificante que encuentra al amor de su vida al lado de su casa no era para mí. Alex o quienes quiera que fueran ellos dos habían jugado conmigo y me habían destruido de la peor forma. Debía haber escuchado mi instinto pero fui ciega, todo estaba delante de mis ojos y nunca lo vi. Cada palabra que me decían tenía un significado ahora sólo debía descubrir el por qué de todas sus mentiras y me daba miedo lo que pudieran estar escondiendo.
Juro que intenté apartarlos de mí pero se me estaba haciendo imposible. Lo veía en el edificio, en el elevador, en su balcón, en el instituto. Y lo peor de todo era sentir que me observaba, antes no lo veía pero ahora si. Hay dos Alex, uno es amargado, prepotente y misterioso. El otro es más amable y de vez en cuando cruzamos nuestras miradas en los pasillos.
No se lo he contado a nadie, no lo he hecho porque me duele lo que me hicieron, se que si lo digo pasaré de ser la chica rubia insignificante que baila tango a la chica rubia insignificante que baila tango y estuvo con dos hermanos.
—Mise ya te dije que cambies esa cara. Ven vamos a la cafetería de Gus. —Lía me tomó de la mano y fuimos hasta mi auto. ¡Si, como lo oyen, ya estaba aprendiendo a conducir, mi padre me estuvo dando clases las últimas semanas! Esa era una de las mejores cosas que me habían sucedido últimamente. Él había fallado pero de igual forma se estaba esforzando con Piter y conmigo, y eso se sentía bien.
Ambas nos subimos y puse el auto en marcha. Lía encendió la reproductora y puso la radio. Salió una canción muy triste en inglés y agradecí a la virgen de los clichés por su magnífica obra.
Con cada nota me ponía más y más triste hasta que ya no pude más y los ojos me delataron.
—No, ¿qué tienes? —Mi amiga apartó sus gafas y me miró con cara de preocupación.
—Es complicado. —Dije entre dientes.
—Vamos, si no lo sacas es peor. ¿Qué te tiene así de triste? Ethan y yo hemos notado cómo has cambiado desde el día de tu cumpleaños. Creímos que era por lo de tu padre pero yo se que no es así, te conozco demasiado.
—¿Si te cuento algo me juras que ni siquiera Ethan lo va a saber?
Lía asintió y lo saqué todo. Ella no me interrumpió en ningún momento, sabía que debía esperar a que contara todo. A medida que fui hablando aquella historia se tornaba más y mas descabellada.
Si yo hubiera sido la chica más sexi del instituto hubiera tenido sentido que dos chicos como ellos se hubieran fijado en mí pero yo no era nada del otro mundo. Por otro lado para qué mentir, para qué hacerse pasar por alguien que no existía. Cuando aparecieron los dos ante mí uno de ellos dijo «a veces la realidad se fusiona con la ficción y una persona puede ser un simple personaje...
» ¿Qué había querido decir con eso. ¿Para qué crear un personaje? ¿Para qué esconderse en un edificio como el nuestro cuando en realidad tenían dinero para tener una mansión?
Las preguntas iban y venían de mi mente sin lógica alguna. La chica a mi lado no lo podía creer. Era una historia muy extraña por lo que dejé que procesara cada palabra.
—Tenemos que descubrir quienes son ellos, qué hacen aquí y de paso vengarnos de la peor manera. Hay que rebelar su identidad.
Las palabras de Lía me tomaron por sorpresa. Parecía decidida y sabía que tenía razón. Ellos habían jugado conmigo, ellos me habían utilizado, ahora me tocaba a mí devolver el golpe aunque no supiera como hacer eso. Tenía que estar preparada para cualquier cosa, no sabía lo que ocultaba esa familia y algo me hacia pensar que estaba relacionado con su padre. En una ocasión Alex, cuando me llevó a su casa me dijo que él había fallecido. En aquel momento no le presté atención a eso pero ahora era una pieza fundamental en aquel rompecabezas llamado chico del segundo B. ¿Quiénes eran ellos y qué estaban buscando?
Las preguntas iban y venían sin parar. Me estaba volviendo loca y lo peor de todo era que no sabía si mi pobre corazonsito iba a poder aguantar una desilusión más. Amaba a Alex, me odiaba por hacerlo y ahora surgía otra pregunta. ¿A quién amaba en verdad? ¿Esa persona existía o era un simple guión que habían creado para verme la cara de idiota? Me dolía pensar que todo había sido una farsa y que nada había sido verdad. Lo peor de todo era que en el fondo, aunque lo negara mil veces tenía una pequeña esperanza de que hubiera una explicación para todo aquello y que en verdad Alex si existía. Si eso sucedía debía averiguarlo y revelar la verdad de las personas que se escondían tras esos nombres falsos..
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Mise : ¿Estás segura de que no hay nadie?
Lía : Que si, en esa casa no hay nadie, Alex 1 fue al supermercado con Alisia y Alex 2 está en el gimnasio, Ethan me lo dijo. Son unos hijos de puta, no entiendo cómo no nos dimos cuenta de que eran dos.
Mise : Está bien, mantente atenta por si alguien viene. Confío en ti.
Lía : Amiga, aún tienes tiempo para arrepentirte. ¿Estás segura de hacer esto?
Mise : Nunca estuve tan segura de algo en mi vida. Estos chicos me las van a pagar.
Apagué mi celular y lo guardé en mi bolsillo. Estaba vestida de negro con una ropa flexible perfecta para la misión que estaba a punto de llevar a cabo. Antes de salir a mi balcón me preciné tres veces y me pinté con un labial negro dos rallas debajo de los párpados para dar más seriedad al asunto.
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Editado: 15.04.2022