El Chico Terciopelo

1.Sunshine

Día 1.

Nuestro recorrido empieza con él, aquel chico sentado en las bancas del instituto, él estudia arquitectura y va iniciando su carrera. Adentremonos en su mente para saber que ocurre por allí.

Narra él.

«Sunshine...» canté en mi mente, moví mis brazos con alegría bailando. «Oh, oh, oh is gonna Shine on you» sonreí sin parar murmurando la canción esta vez.

—¡Is gonna shine, gonna shine in you! —exclamé lo último.

La gente pasó a mi lado, incluidos compañeros míos observándome con caras raras ¿no habían visto a un estudiante cantando sunshine nunca?

Reí ante sus miradas, quería hacerles una señal de que no me importaba su palabras pero probablemente solo se las arreglaran después.

Tomé mi celular cambiando la canción. Tomé del licuado de frutas antes de levantarme y caminar a la biblioteca, soy fan de la música ¿no lo notaron? No importa que idioma sea, mientras el ritmo sea bueno me encanta.

Al entrar tomé el libro de mi materia, el cual se encontraba en la hilera al fondo, era una biblioteca grande.

Al llegar no estaba allí, lo sostenía una chica que nunca la había visto en mi facultad, la veía a veces en el autobús pero era muy extraño. Leía una página sin mirarme. Miré la hora, era hora de irme.

—Necesito el libro —ordené frunciendo el ceño.

—Igual yo —contestó desviando la mirada del libro.

¿Ya vieron ese cabello? Era rojizo y rizado, tan rizado que había nudos. Estaba maltratado como no tienen idea. Debajo de sus ojos pude notar pecas pequeñas, su nariz era grande pero fina y sus ojos, eran los mejores, un color indescriptible que sí eligo un color probablemente pensarían que no son los suficientemente atractivos, pero no era así, era un tono único pero un color común.

—Lo necesito para mi clase de diseño—expliqué.

—¿Debería de importarme? —preguntó seca, sin mostrar expresión alguna.

—Deberías de tener consideración —contesté serio  al ver que no contestaba agregué—:, saquemos fotocopias de lo que necesito, después te lo puedes quedar.

Se encogió de hombros bajando la mirada. «No bajes la mirada, carajo. Yo quiero ver esos ojos» pensé.

—Mientras tu lo hagas, me parece bien—asintió.

Tomé el libro, caminé hacía la fotocopiadora pensando por un momento que no me seguiría. Pero lo hizo manteniendo distancia entre los dos.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunté tomando la hoja de registro.

—¿Te debería importar? —cuestionó posando la mirada por el gran vitral de la biblioteca.

—Es para la hoja de registro, se ve que no vienes aquí —respondí mostrando la hoja, ella tomó la hoja y sacó una pluma.

Empecé a sacar copias del libro del capítulo que veríamos hoy, me entregó la hoja de registro para que yo escribiera.

Escribí mi nombre debajo del suyo, y por el rabillo del ojo pude ver su nombre.

Sophia Jones, 19 años estudiante de Turismo.

Sonreí involuntariamente antes de escribir mi nombre.

Keith Hoffman 18 años, estudiante de arquitectura.

Le entregué el libro tras sacar las fotocopias, ella me lo arrebató de la mano para después irse.

—¡Adiós Sophia! —me despedí.

Ella no giró, sólo levantó su dedo del medio hacía acá.

Carajo, estaba buena. Su cuerpo era voluptuoso pero tenía un gran pecho y sus piernas eran grandes...

Desde aquel día rogué encontrarla a diario en algún lugar para mirar. No era la chica que se lanza a tí, era una chica que te hacía saber que no te necesitaba.

 



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En el texto hay: miedo, amor, necesidad

Editado: 13.04.2019

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