El Club De Los Pelirrojos

SE PRESUME INOCENTE

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El 3 de enero por la tarde el comisionado ordenó que devolvieran la laptop a Margaret Dickinson; no había nada que la incriminara en el blog, ni en sus redes personales, tampoco en su correo electrónico. Lo único que Myers había descubierto era que Raven tuvo un hermano, pero eso no era una prueba en la causa y mucho menos un delito.

Las declaraciones de Gina Morgan no fueron precisas ni suficientes, ella no podía aportar ningún dato físico sobre sus captores y tampoco habían encontrado evidencia en el auto que se usó para el secuestro. Todo lo demás había sido quemado por los chicos de Wayne. Se obtuvieron datos insuficientes sobre el número que se usó para atraer a Gina fuera de la casa. Las cámaras de seguridad frente a la embajada no lograron captar el momento del secuestro por su ubicación específica y rango de alcance, las demás cámaras de las casas contiguas habían sido rotas, aparentemente para la policía sin que nadie lo notara.

La causa del secuestro de Gina Morgan obviamente no se había cerrado por eso, pero la investigación estaba ciertamente estancada.

Con respecto al ataque en su casa, las cámaras cercanas que si funcionaban captaron un gran grupo de personas encapuchadas y con el rostro cubierto por caras enojadas, no había datos sobre planes para el ataque en redes ni en grupos por mensajería instantánea. No tenían nombres, ni rostros y el arrestar personas solo por el hecho de ser pelirrojos no era una opción para Scotland Yard, a pesar de que al supersticioso enfermizo de Smith eso le hubiera encantado.

No había razones legales para impedir que los Collins y Raven volvieran a Estados Unidos, así que a pesar de las sospechas de Myers pudieron abordar el día 4 de enero por la mañana el avión que los llevaría de vuelta a casa. Acordaron quedar a disposición de la justicia londinense y colaborar en todo lo que se le pidiera; pero irían a casa, el plan había salido mejor de lo que se esperaba. Aún con la investigación en marcha, los chicos de Wayne no tenían porqué inquietarse.

 

 

 

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Muchos meses después de ese agitado comienzo de año, aún no había avances en la causa por su secuestro, y la famosísima Gina Morgan, dejó las redes aparentemente de manera definitiva. Pagó millonarias indemnizaciones por los daños irreparables causados a los padres de Katy y a Marco Soler quien luego del ataque ya no podría volver a caminar. Cumplió sus tareas comunitarias, se mudó a un pequeño pueblo en la campiña y decidió llevar un perfil bajo, esperando que con el tiempo el mundo se olvidara de su existencia y de todo el mal que había causado.

El juicio por Katy Simmons dio como resultado una condena por homicidio agravado por ser un crimen de odio, para los cuatro jóvenes involucrados. A pesar de esto los padres de Katy habían perdido a su hija y el día a día a partir de ahora no sería algo fácil de sobrellevar, aún con los asesinos tras las rejas.

En Wayne, Thunder y Raven comenzaron una hermosa historia de amor, todo aquello que vivieron juntos lejos de apartarlos los hizo más unidos, inseparables. No habían hablado con nadie al respecto y lo sucedido en Londres sería su secreto para siempre. Por otro lado, él decidió darle una oportunidad a la universidad y comenzar a estudiar abogacía, toda aquella historia lo había hecho interesarse en el mundo de las leyes. Raven decidió estudiar periodismo, tenía mucho que ver con su personalidad y con sus valores.

Muchas cosas cambiaron desde ese video de Gina Morgan. La luz de la vida de Katy se había extinguido para dar comienzo a una revolución. Muchas personas con un pasado en común de sufrimiento y de abuso, habían dicho ¡basta! Y se habían reunido para poner punto final a esa historia y empezar a escribir una nueva, un poco más justa y más digna.

Luego de la reunión en Trafalgar Square, del aquelarre en London eye, de las naranjas en casa de Gina y de ese video donde confesaba las bajezas cometidas, su egoísmo, su egocentrismo y su nula tolerancia; muchas personas comprendieron que no eran ellos los equivocados, los culpables por ese maltrato, pudieron ver que no tenían porqué soportar todo ese mal, solo por ser ellos mismos y mostrarse al mundo tal cual son; porque hay personas que no necesitan una razón para causar daño, para ser crueles. Que hay personas cegadas por la envidia y el recelo que despiertan las personas diferentes, únicas; no solo por el color de su piel, su cabello, sus ojos también por sus espíritus libres, por sus personalidades resplandecientes, por su energía poderosa. Gina tenía todo, belleza, fama, dinero y un séquito de aduladores a sus pies y aun así nada de eso le alcanzó para ser feliz.

Así que, con una visión del mundo diferente, los socios del club adoptaron una nueva actitud frente a los problemas de bullying, ya no permitían el maltrato, ni el abuso, ya no se callaban e intentaban poner un freno a tiempo a situaciones potencialmente peligrosas, tanto para lo físico como para lo emocional. El club se volvió una ONG de gran apoyo para la moral y la autoestima de todos, se trataban entre otras cosas temas como la depresión y el suicidio, en grupos de ayuda para sus miembros. Afortunadamente también otras organizaciones de derechos humanos y en contra de la discriminación habían comenzado a tratar los temas relacionados con maltrato, abuso, estigmatización, discriminación y todo lo relacionado con el bullying  hacia personas pelirrojas, con la misma seriedad y compromiso que se les da a otras minorías y de la forma en la que siempre debió de haber sido.

Una hermosa tradición nació aquella noche en Londres, en ese comienzo de año: ahora cada primero de enero,  los socios del club alrededor del mundo, reparten naranjas en las que pintan caritas enojadas, pero tienen que ser de las más dulces y deliciosas que puedan llegar a encontrar en su país, las personas que las reciben, por la mañana en el desayuno de año nuevo deberán hacer jugo con ellas y beberlo para tener siempre presente que No se puede juzgar un libro por su portada, o a una naranja por su expresión amarga y de que la mejor opción es permitirse conocer a las personas en sus valores y sentimientos, en lo que los motiva y los mueve por el mundo, en lo que los hace ser únicos; dejando de lado lo superficial, ya sea el género, color de cabello o de piel, el lugar de origen o la religión... así como otras tantas cosas.




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