Capítulo IX
LA REINA DE CORAZONEs
–Sobreviví a la reina de corazones –me susurra mientras se acomoda más contra mi cuerpo–. Mi cabeza está intacta.
Los días siguientes hice todo mi esfuerzo para hacer como si nada hubiese pasado. Volvió al instituto el lunes siguiente. Entró de la mano de Nissan entre susurros de los demás estudiantes que la acompañaron hasta la entrada de la primera clase.
Sentí una lástima inmensa durante todo el día que se esfumó en el momento que apareció a mi lado, en las gradas, pidiéndome fuego con una sonrisa enorme en sus labios.
–¿Sabes? Hay algo que me gustaría hacer este fin de semana. Se le ocurrió un día a Nissan luego de un golpe en la cabeza.
Alzo una ceja esperando que me dijera la idea.
¿Cuántas cosas le quedarían pendientes? ¿Cada uno le había dado una lista? ¿Tendría que darle una lista yo también?
–¿Y? –me pregunta con un brillo particular en sus ojos–. ¿Te prendes?
–Aún no me dijiste de qué trataba.
–No importa, tonto, solo tienes que decirme que sí.
Estaba tan entusiasmada que tuve que tragarme las preguntas.
Antes de irse me dice algo que me desconcierta totalmente.
–Ah, Liam… –el viento hace que su pelo se alborote un poco y ella tenga que correrse unos mechones para verme bien–, ven con tu hermano y ¡vistan traje! –grita antes de alejarse de mi vista completamente.
Nunca fui bueno haciéndome el nudo de la corbata pero Calum, siempre tan presentable, tan perfecto, tan diferente a mí, me ayudó siempre y esa no fue la excepción.
Tocamos la puerta y nos recibe André, también de traje. Dentro de la casa de Sabine parecía que se iba a festejar algo. Había globos, serpentina y comida por todos lados. Veo a Fénix colocando un cartel subida a una tarima. “El Club de los Suicidas presenta: Feliz Funeral”. Me hubiese reído pero en ese momento aparece Sabine bajando por las escaleras. Estaba vestida con un vestido color crema precioso que le llegaba por encima de las rodillas y el pelo castaño con bucles y puntas desteñidas caía con gracia por sus hombros.
–Calum, Liam –nos mira a ambos. Con ese brillo aún en sus ojos que no había perdido de los días anteriores–, bienvenidos a mi funeral.
La idea de Nissan –luego de un golpe– había sido esa. Celebrar el funeral de Sabine aún con vida. Si yo me encontraba perdido, ver a mi mellizo me hizo sentir mejor. Calum parecía perdido entre ese grupo de personas selecto y no pude hacer otra cosa que reírme ante la idea.
El muy estructurado Calum, con futuro prometedor, el que salía con cuanta chica supiese su nombre estaba en el funeral, en vida, de la chica a la que jamás alguien iba a tener. Rara como ella sola en un grupo de amigos quizás más raro que ella.
–Bueno, como se habrán dado cuenta, éste es mi funeral. ¿Qué mejor que celebrarlo con las personas que me están haciendo vivir las últimas experiencias de mi vida? –Sabine parecía en éxtasis. No parecía en absoluto una chica depresiva con tendencias al suicidio. Si no, todo lo contrario. Parecía feliz–. ¿Quién empieza? –aplaude con sus manos y André es el primero en ponerse de pie. La rodea en un abrazo y Sabine le da lugar en la pequeña tarima improvisada. Del saco de su traje saca un papel doblado que alisa con sus manos y comienza.
–Te conocí hace muchos años cuando un grupo de niños se estaban burlando de que el auto de mi hermano se había parado en la puerta del colegio. No creo en las casualidades, eso lo sabes de sobra. Pero algo pasó ese día que te arremangaste la remera y me dijiste con esa voz chillona insoportable que si había que empujar que contaran con vos. Me sonreíste como ningún niño lo había hecho. Como nadie lo había hecho. Metro diez, pelo alborotado y la niña más insoportable de todo el grado. No creo en las casualidades, pero sí en el efecto mariposa. Y vos sos el efecto más grande ¿No te das cuenta que cambiaste un mundo con solo una sonrisa? En este ajedrez que es la vida, vos sos la reina. Jaque mate, mi amor. Gracias por dejarme ser el caballo de la partida. Feliz funeral. Nos vemos en otra vida.
Hubo aplausos y vítores de Fénix y Nissan y por primera vez vi en la mirada de Sabine un aura cristalina que avecinaba una tormenta en sus ojos. Tormenta que se desató después del discurso de Fénix.
–Soy la menor de una familia en su mayoría integrada por hombres. Nunca tuvimos muchas pretensiones y ya no recuerdo todas las veces que me fui a dormir con la panza vacía por no tener un plato de comida en la mesa. Con la muerte de papá, mamá no llegaba a cubrir los gastos de los siete y al ser la única mujer no podía heredar la ropa por lo que siempre andaba con ropa de segunda, rota y descolorida. La primera impresión que tuve cuando te conocí fue de desagrado. Tus ropas caras, tus trenzas perfectas y el perfume que se impregnaba en tu piel. Y hoy en día puedo admitir que conocerte me cambió el mundo para siempre. Todavía resuena en mis oídos la palabra pobre saliendo de la boca de las tres niñas rubias que jugaban a crear castillos en la arena y tu mano, pequeña y tibia abrazando la mía para llevarme a los columpios. No solo me regalaste ropa, Barbies y juguetes que yo nunca iba a poder tener. Me regalaste tu amistad, tu apoyo, tu cariño y una familia sin pedirme nada a cambio. Va a faltar un plato en la mesa pero va a sobrar una estrella en el cielo. Espero que el más allá nos encuentre bronceadas, en una playa y juntas. Sobre todo eso. Fuiste la mejor amiga que alguien como yo hubiese podido tener. En mil vidas te voy a buscar.
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Editado: 16.05.2021