Epílogo
ELLA YA EsTABA MUERTA
Entré al cuarto donde mi hermano preparaba las valijas para irse al campus de la universidad donde lo aceptaron. Me quedé un rato sentado ahí jugando con una pelota de tenis entre mis manos mientras lo observaba vaciar su cuarto.
Toma un marco de fotos donde estábamos los tres: mamá, él y yo. Cruzamos miradas en forma de despedida. Yo no tenía nada que hacer ahí y él tampoco tenía motivo para retenerme.
O eso creí.
–Sabes… –me dice cuando estoy por cruzar el umbral de la puerta– no era cierto… Lo de Sabine. Y no porque no lo haya intentado. Yo perdí antes de empezar a jugar. Siempre fuiste vos, hermano. Perdón.
Perdón.
Perdón.
Perdón.
Ella ya estaba muerta.
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Editado: 16.05.2021