Sumergida en el calor de verano, sentada en la orilla del río; cerré los ojos e imaginé que mi gran amor, era aquel tan majestuoso árbol que lavaba sus raíces al pie de las orillas; aquel arbolillo que con el pasar del tiempo concentraría a las más puras y hermosas gaviotas posadas en sus resplandecientes ramas que lucian como cordeles del horizonte.