El cuaderno mágico de Lili

Capítulo 30

Un pinchazo en el brazo. El cuerpo metálico de una aguja traspasando la carne hasta inyectar un espeso y doloroso líquido en los músculos. Unas máquinas emitiendo sonidos perfectamente coordinados. Una luz blanca incandescente.

— Liliane, ¿me escuchas? —preguntó con toda ternura una voz femenina—.

Ella la escuchaba perfectamente y quería responder, pero al notar que tenía la cara cubierta por una tela sedosa que le impedía mover los labios con facilidad, contuvo sus palabras. Tampoco ayudó el hecho de que sintiera dolor, un dolor que se volvió más intenso conforme el paso de los segundos, al punto que la hizo estremecerse, arrepentirse de tener terminaciones nerviosas tan sensibles.

— Me alegra que hayas despertado... —dijo la voz a lo lejos—. Muchos han estado preocupados por tu estado de salud.

A Liliane se le aclara por fin la vista y lo primero que puede distinguir es la luz blanca que envuelve la habitación. El techo se combina con el color de las luces y sobre ella están pegados frases motivacionales y fotografías de angelitos con niños pequeños cargados en su regazo. La que le llamó más la atención fue aquella frase que estaba escrita sobre fondo azul y letras doradas y cursivas, que decía: “No permitas que los obstáculos de la vida borren tu sonrisa”.

A decir verdad, se le había borrado más allá que una simple sonrisa.

— ¿Dónde estoy? —alcanza a preguntar por fin, aunque la respuesta parezca demasiado obvia. No es la suite de un hotel cinco estrellas, mucho menos lo cálido de su habitación; pero la cama es cómoda y el ambiente agradable. Eso es suficiente—.

— Habitaciones de recuperación de la Clínica del Norte. ¿Cómo te sientes?

— Tengo las piernas y los brazos dormidos. También cierta picazón en la cara.

— Recuperarás la movilidad en tus extremidades conforme empiece a desaparecer el efecto de los anestésicos. Con respecto a lo de tu rostro... bueno... tomará un poco más de tiempo.

La muchacha logra ladear la cabeza hacia su izquierda y ve unas cuántas máquinas extrañas con pantallas y números digitales parpadeando al ritmo sonoro de varios pitidos agradables. De una de ellas se desprende una bolsa de suero con su respectiva vía intravenosa, a medio contenido, colocada cuidadosamente en el dorso de la mano izquierda. No la sintió en principio, pero cuando se fija, entra en pánico. Odia todo lo relacionado con los hospitales, los doctores o sus artilugios médicos, pero intenta mantener la calma.

— Soy Anastasia, tu enfermera. Un placer atenderte...

— Me llamo Liliane, mucho gusto.

— Le temes a los hospitales, ¿verdad?

Así lo dictaba el monitor de los latidos del corazón, que abruptamente comenzó a acelerarse.

— ¿Cuánto tiempo llevo internada?

— Veamos, son las... tres. ¡Ocho horas aproximadamente!

— ¿Cómo llegué aquí?

— Un muchacho llamó a reportar la emergencia. Y hasta donde tengo entendido, también se encuentra hospitalizado.

— ¡Ryan! —susurró Liliane desesperándose—. ¿Sabe algo de él o de Melanie?

— ¡Ryan! ¡Correcto! Ese es el nombre del muchacho. Pero el de la tal Melanie que mencionas... —la enfermera se detiene a recordar—. El parte médico que recibí no reportaba la hospitalización de ninguna persona con ese nombre. Solo eran dos. Tú y Ryan.

El monitor empezó a perder de control.

— Necesito que te tranquilices —dijo la enfermera preocupada, consciente del error que había cometido—.

Liliane comienza a temblar y llora, arrastrando las uñas sobre las sábanas. La enfermera corre hacia la mesita de medicinas y prepara una jeringa con tranquilizante, pero duda en inyectárselo, porque la había visto recién despertarse. Una dosis adicional de anestesia y la podría matar. Sería el inicio y el fin de su carrera.

— Por favor, concéntrate en mi voz... —suplicó la enfermera, en estado de pánico puro, sujetándola del vientre—. ¡Escúchame!

De pronto, Liliane se detiene en seco. Los músculos se le relajan y los latidos del corazón milagrosamente regresan a la normalidad. A la enfermera se le escapa un suspiro de alivio y cae de rodillas en la alfombra, sudando frío.

¿Qué propició tal cambio de ánimo?

Pues que lo vio. Vio el bendito cuaderno mágico reposando tranquilamente sobre el velador de madera a su costado derecho.



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En el texto hay: juvenil, drama, suspenso

Editado: 04.12.2019

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