El deseo que nunca esperé

Invitación de Boda

Pero no me dejó descansar. 

<¡Hey! Me colgaste :(>

No le respondí, simplemente desconecté el móvil y me hice bolita.

.......................

Me desperté un hermoso sábado lluvioso, vi mi calendario y conté: 2 días para empezar la semana 22. Ya era más de la mitad, 4 meses y medio... 

No tenía mucho que hacer, ya había entregado el proyecto más grande. Así que decidí relajarme y darme un baño en la enorme bañera de hidromasaje, tal vez llamaría a Luca y Charlotte para pasear.

Me dio vergüenza coger cualquiera de los productos, así que sólo me jaboné y dejé a las burbujas hacer su trabajo. 

Mi móvil sonó en la cama, pero lo ignoré. Estaba demasiado agusto allí dentro. 

Salí de la bañera un rato después, cuando ya estaba totalmente arrugadita, y me di cuenta de que no había llevado mi albornoz, pero estaba sola, así que me lavé los dientes y salí a buscar ropa cómoda para ir a ver a Mathew, hoy era mi cita para ver como evolucionaba mi bebé... 

¿Desde cuando lo llamaba bebé y no cosa? 

Me sequé mientras escuchaba música y empecé a vestirme y a cantar a todo pulmón muy feliz. Arnoldo estaría ocupado con su morena, pero mi vida no iba tan mal como esperaba. 

Me cepillé el cabello, lo sequé con secadora y me planché. Mi cabello estaba largo y hermoso, por lo menos algo bueno de todo este molesto embarazo. Hacía tres días, Luca me llevó forzada con su peluquera de confianza, y la verdad, hizo un maravilloso trabajo.

Decidí ponerme una blusa elástica roja, era un poco ridículo, pero quería sentirme  sexy de nuevo... Aunque fuera un ratito. La blusa tenía un generoso escote, mangas largas y antes se ajustaba debajo de mi pecho y se abría ampliamente, ahora casi me quedaba, como ropa premamá... 

Me puse una licra brillante negra, y unas botas bajas negras que había encontrado con Charlotte en rebajas. Me maquillé los ojos y salí a desayunar, después de comer, me pintaría los labios. Quería comer otro pedazo de pastel, pero esta vez le añadiría frutas... 

Cuando llegué a la sala sentí que algo había cambiado, y me empecé a asustar. Retrocedí lentamente al cuarto, me encerré y desbloqueé la pantalla del móvil. 

Había una llamada perdida de Arnoldo. Lo llamé de vuelta. 

-Buenos días, dígame -dijo con voz distraída al móvil. 

-Hola Arnoldo. 

-¿Qué te pasa?-preguntó preocupado por mi voz. 

-Creo que hay alguien en el departamento -le dije asustada. 

Escuché como se reía al otro lado. 

-¡Es enserio!-le respondí histérica. 

-Abre la puerta-dijo calmado, notaba que sonreía al otro lado del teléfono. 

-¿Qué dices?-pregunté pensando que estaba realmente loco. 

-Ya llegué al departamento-y escuché como tocaba la puerta. 

-Eres un tonto-le dije molesta cuando abría la puerta. 

-Te intenté avisar-dijo colgando el móvil-, pero no respondías. 

-Me diste un susto de muerte-dije mientras me llevaba una mano al corazón y sentía como se calmaba de a poco. 

Se quedó mirando mi escote, y me sentí algo incómoda pero halagada. Lo aparté molesta y fui a hacerme desayuno. 

-Lo siento, no quise asustarte. 

-¿No te ibas a ver a una linda chica?-pregunté molesta. 

Si se iba a ir mejor que fuera rápido. Pero él simplemente empezó a reírse a carcajadas y se sentó en el sofá. Me dispuse a coger la última manzana para hacer batido ignorándolo. 

-¡Estás celosa!-me dijo cuando terminó de reírse. 

-¡No!-grité indignada. 

-La linda chica a la que iba a ver por una semana eres tú tonta-le quedé mirando dudosa-. Te vengo a apoyar para que les digas a tus padres... Si necesitas ayuda estoy aquí -dijo con una linda sonrisa tierna. 

-... Gracias-respondí sin saber que más decir. 

No sé por qué, pero me emocioné y empecé a llorar. No quería, pero las lágrimas se me iban solas. 

-¿Estás bien? ¿Te duele algo? -Arnoldo se levantó de la sala donde estaba, y vino corriendo a verme. 

-Estoy... Estoy bien-me sorbí los mocos mientras me secaba las lágrimas-... Es sólo que me emocioné y estas estúpidas hormonas me descontrolan. 

Me abrazó hasta que pude calmarme y limpié lo último de mis lágrimas, definitivamente era un buen hombre, que no fuera mío, no era razón para odiarlo... 

-Gracias -dije separándome. 

Miré horrorizada la marca de lágrimas con maquillaje de su chaqueta. 

-¡Oh, cielo santo!-exclamé horrorizada. 

-¿Qué sucede?-preguntó asustado. 

-Acabo de manchar tu chaqueta, lo siento-dije y me di la vuelta para coger una toalla de cocina. 




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