El deseo que nunca esperé

Sinceridad

Me cambié la bata, y salí rápidamente, despidiéndome con la mano. Arnoldo chocó la mano y me siguió al ascensor. 

-¿Qué es lo que pasa? -preguntó molesto. 

-¿De qué hablas? - pregunté a mi vez. 

-De que intento acercarme a ti, y tu sólo te intentas alejar -dijo explotando. 

-Tú tienes a tus mujeres y yo... A mi bebé -respondí con la verdad. 

-NUESTRO,¿Y qué mujeres?- frunció el ceño y se agachó para verme a la cara. 

-Pues Fabiola, y la morena de ojos claros de la tele, y... 

-¿Y quién más según tú? -me dijo enojado. 

-Pues no sé, siempre pasas viajando. Debes tener varias por país -se me iba la voz viendo el tono enojado de sus ojos cada vez más pronunciado. 

-¡La única eres TÚ! -me respondió empujando suavemente mi hombro con un dedo. 

Me quedé callada sin saber qué decir... 

-Lucciano me dijo que estabas con Fabiola -ya no sabía qué decir para defender mi argumento... 

-Es demasiado estúpida hasta para encontrar su nariz, si no lo pregunta en Internet -dijo relajándose. 

Me reí por eso, no por que el comentario fuera cierto, que también. Más bien por una costumbre mía de hacerlo, cuando estaba muy nerviosa. Pero Arnoldo se relajó y fuimos a buscar el coche en el aparcamiento. Respiraba con dificultad por el enojo, pero poco a poco, regresó a su estado sereno. Me abrió la puerta y me senté incómoda por la situación.

-¿Qué quieres decir con que soy la única? -solté en un suspiro cuando entró al lado del piloto. 

Cerró la puerta, se puso el cinturón de seguridad y me indicó con una seña que también me lo pusiera. Arrancó el vehículo, pero no me respondía.

-Quisiera... 

-Desde que te conocí en la fiesta -me interrumpió antes de que le dijera de irme a la casa-... Bueno, unos 3 meses antes de eso, estaba en un hotel, con una botella del mi mejor vino abierta y a medio terminar en la mesa. La veía desde la cama, me había despertado temprano pero me quedé analizando mi vida mientras a mi lado dormía una rubia de espaldas -bueno, eso defendía mi punto-, ni siquiera recuerdo su nombre. Y pues era una de tantas... Me puse a analizar mi vida, vi el derroche de dinero que había hecho en esa ocasión. Me acuerdo que la rubia se levantó, se desperezó mostrando sus pechos operados y se puso sobre mi pecho. No recuerdo de qué me habló, pero al final, mencionó que quería un vestido de marca que estaba en una boutique del hotel... Justo en ese momento, me di cuenta de que era otra más tras mi dinero -sonrió triste-. Y pues, me bañé, me vestí y me fui derechito a casa... 

-¿Y después? -pregunté un poco avergonzada. 

-Pues decidí ignorar a todas las mujeres del mundo -dijo sonriendo-. Y lo logré, por tres meses al menos. Lucciano Rinaldi, no es que sea la mejor influencia del mundo, pero es mi amigo de la infancia. E insistió en dar una fiesta mientras mi madre estaba de viaje... De pronto, vi mi casa llena de putas interesadas -dijo molesto y yo me sorprendí un poco por sus malas palabras, siempre era muy correcto-. Esquivaba a Fabiola, siempre ha sido de las peores, ni siquiera puedo tener una conversación decente sin que empiece a hablar de sí misma o maquillaje, ¿Cómo terminaste siendo su amiga? 

-No lo sé, no conocía a nadie, y ella necesitaba un pato para ayudarle en sus estudios supongo... 

-Bueno... Mientras la esquivaba, lo llevo haciendo desde que tenemos 9, apareció Marissa, ella me persiguió, más tarde me cazó y se lanzó a besarme, pero yo no quería. Ella es la pelirroja... Y entre tanta mujer tan interesada y arrastrada, salí enojado a la piscina, y no sé por qué me acerqué... Tal vez porque te veía tan enojada como yo... Espérame 5 minutos -dijo aparcando y bajándose en un restaurante. 

Volvió a subir al coche y me sorprendió que no trajera nada. Me decepcionó porque tenía hambre. Mi barriga rugió en respuesta, y me la abracé, pero Arnoldo se rió de mi reacción, haciendo que me pusiera roja. 

-¿Y después de que me viste?- no quería admitirlo, pero ansiaba oír qué había pasado. 

Sonrió y condujo para un parque. 

-Pues me acerqué y vi a una mujer hermosa -sonreí por su cumplido-, pero estaba tan enojado que sólo quería que se fuera y le hablé mal... Siento eso. 

-No te preocupes -en realidad no me había importado. 

-Y pues, en ese momento, la que me echó fuiste tú. Me agradaste por esa forma tan auténtica y sincera, pero me dijiste lo de Fabiola, y pues te dije mi tercer nombre... 

-Pareces un duque o príncipe con tanto nombre -me burlé. 

-Todavía es una tradición en Italia -dijo fingiéndose ofendido con una sonrisa-. Sobretodo en las familias antiguas. 

-Disculpe usted -dije haciendo una reverencia de burla como pude en el coche. 




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