Soy un idiota, un grandísimo idiota. Ver el rostro de Amalia, pálido y sorprendido, con lagrimas en los ojos por mi culpa ha sido doloroso; no sé como explicar lo sucedido, tampoco nos ha dejado hacerlo, joder soy un completo estúpido por esto. Celeste quedó lo suficiente afectada como para no parar de llorar en todo este tiempo sintiéndose culpable de lo ocurrido, solo balbucea cosas sin sentido y no para de repetir que ha perdido a una vieja amiga con su estúpido accionar, que estaba en lo correcto y lo nuestro era imposible desde el comienzo.
Todo comenzó con la desaparición de Amalia, sin quererlo termine aliándome con Celeste quien había dejado su cargo de guarda espaldas recientemente puesto a que el rey había exigido que los cazadores ya no trabajasen más para la familia real tras la traición que la reina les había hecho guiándolos hacia una trampa. Sabía que Celeste y Fabrice no eran normales, habían estado viviendo más de sesenta años y nunca envejecido, sabíamos todos los allegados a los mellizos que nos encontrábamos hablando con dos mitos hechos realidad: dos damphiros puros.
Celeste y Fabrice son únicos, su madre ha dado a luz antes de morir no a uno, sino que a dos mitad vampiros, lastimosamente la madre de ambos falleció al dar a luz al no resistir la fuerza sobre humana de sus hijos. Su madre era una cazadora excepcional, joven con un gran futuro por delante, pero lo dejó todo con tal de tener a sus hijos dejándolos a manos del líder de los cazadores de vampiros, otro damphiro que muy pocas veces da la cara.
Fabrice llevaba una investigación desde hacía algunos años sobre su espécimen y en este ultimo tiempo a Celeste comenzó a picarle la curiosidad sobre sus habilidades vampíricas, luego de haber mordido a Amalia y no haber sido afectada por los efectos del agua vendita. Quise ayudarla, habíamos pasado mucho tiempo juntos antes y, desgraciadamente todo había salido mal a causa de un maldito beso que complicó nuestra amistad, quise reponer lazos con ella como colega y amiga de Amalia, volver a trabajar juntos como antiguamente lo hacíamos, pero las cosas se fueron tornando oscuras conforme nos reuníamos de noche.
No sé si fue la necesidad de amar que ella tenía o mi intenso deseo frustrado de hacer mía a Amalia lo que comenzó todo esto, pero ambos, con el corazón confundido, con los sentimientos a flor de pie, nos fuimos acercando de forma intima, Celeste sabía que la detestaba luego de haberla besado, pero eso no le importó, lo que ella sentía parecía ser genuino, aunque siempre repetía que lo nuestro no funcionaría por Amalia.
Amalia siempre se había interpuesto entre los dos, ella siempre había sido mi prioridad y si no hubiera sido por su desaparición jamás me habría fijado en Celeste, tan solo era una compañera de trabajo, la amiga de la princesa de los vampiros, su confidente y mano derecha, quien solía llevarle regalos al salir del palacio cuando Amalia no podía salir de este para animarla y que al fin pudiera sonreír.
Celeste y Amalia tenían una relación particular, solían caminar juntas por los jardines del palacio tomadas del brazo, Celeste la escoltaba mientras sostenía su sombrilla evitando que la princesa de los vampiros tomara sol, hablaban del mundo humano, los nuevos inventos y artistas de la época, a Amalia le fascinaba oír sobre nuevos violinistas en el área y gozaba aprender sobre el mundo humano y como día a día este evolucionaba, se sorprendía ante los avances tecnológicos que estaban teniendo. Celeste como de costumbre le pedía a la princesa de los vampiros que tocara el violín para ella, animando a una triste princesa a mostrar su gran talento musical.
Celeste era el respiro que Amalia necesitaba de la política vampírica y del infierno que vivía estando encerrada en el palacio, era la amiga que tanto necesitaba para contarle sus penas y sus secretos, su amistad era más antigua y profunda de lo que ella podía imaginarse, pero ahora, por un error de ambos, estaba rota.
Amalia, para ambos, es sumamente importante en nuestras vidas. Vivimos, respiramos, comemos y nos movemos por y para Amalia, ella es nuestro sol, nuestra luz al final del túnel, nuestra salvación y nuestro tesoro más preciado, el amor y el respeto que le tenemos a nuestra princesa de los vampiros no se puede asemejar a nada en el mundo, Amalia lo es todo para nosotros, para mí, sin ella no podría vivir.
Sin embargo, ahora ambos buscamos lo mejor para nuestra princesa en caminos separados, el rey Maximillian quería mantenerla controlada sin que ella supiera absolutamente nada sobre su anterior vida vampírica mientras que los cazadores buscaban otra cosa diferente para ella.
El mentiroso y manipulador pase a ser yo, la salvación de Amalia terminó siendo los ideales de Celeste. Amalia confió en los cazadores, aceptó su ayuda devolviéndoles su puesto de guarda espaldas, y se desligó de mí, no la culpo, después de todas las mentiras que tuve que decirle ella necesitaba alguien en quien confiar y justo aparecieron los cazadores quienes revelaron muchas verdades como la de Angelique a la princesa y, probablemente en un futuro cercano, le revelen su verdadera edad.
He encontrado en Celeste el consuelo que necesitaba, aprovechándome de sus puros sentimientos, busque confort en ella, en sus abrazos, sus caricias y sus palabras de aliento, me ayudó a aceptar la maldita y nueva realidad que vivo día a día mintiéndole a Amalia, me ayudó a tolerar las miradas de resentimiento y acusación que la princesa de los vampiros solía darme, el desprecio que cargaba conforme no conseguía que abriera la boca para soltar todas las cosas que le oculto a nuestra querida princesa.
Nadie sabía lo nuestro, nadie sabía que había sucedido entre los dos y, si llegasen a enterarse, sería nuestro fin, vivimos para Amalia, esto no está permitido, no podemos traicionarla de esta forma, no sus manos derechas, las personas que deberían sostenerla en esta situación tan difícil que está afrontando. Fabrice seguramente expulsaría a Celeste de los cazadores y a mi me condenarían por abandonar mi tarea de caballero.