Fuego, gritos, descontrol, en un abrir y cerrar de ojos, todo ha caído ante nosotros, y ella, la tan codiciada y querida princesa de los vampiros, ha desaparecido. El palacio está en llamas, arde al igual que hace un año atrás lo ha hecho la casa de campo, los impuros entran, atacan a los inocentes, la tan esperada fiesta de cumpleaños ha sido el momento perfecto para atacar, Odette no es idiota.
Amalia está en peligro, debo encontrarla, ¿Dónde te has ido pequeña princesa de porcelana? No tengo un buen presentimiento de todo esto, si Odette se sale con la suya, cosas terribles sucederán.
O eso pensaba mediante buscaba entre todo el bullicio a la princesa de porcelana, sin embargo, fue en vano: Amalia había desaparecido al igual que los impuros cuando lograron robar la tan preciada daga de plata de los Némésie que se presentaría hoy. Esto me había dado mucho por lo cual pensar mientras ayudaba a los cazadores de vampiros.
Entre el bullicio, y los repentinos golpes que un impuro intentaba proporcionarme, pude verla a ella, por primera vez, Angelique se había manifestado ante mí, sin embargo, su semblante cruel y despiadado mostraba una gran, coqueta pero cruel sonrisa. Su melena carmesí bailaba con suavidad entre el fuego y sus carnosos labios escarlata formularon a la perfección las palabras que tanto temía oír: "He vuelto".
La mujer de melena carmesí ríe, una risa estremecedora y cruel, una risa sádica, vacía, no siente nada más que placer por el sufrimiento ajeno, ella le ha hecho algo a Amalia... no, ¿Cómo es posible? Si después de todo, Lilith es Amalia, Amalia es Lilith, ambas son la misma persona, pero al mismo, diferentes almas luchando por poseer el mismo cuerpo.
Imposible. No puede ser, Amalia está a punto de despertar, a punto de ser víctima de Lilith.
El impuro me proporciona una golpiza en el rostro, la fuerza empleada fue tal, que salí disparado contra una pared. El aire se fue de mis pulmones al chocar con esta, oigo a lo lejos la seductora risa de Angelique, esa mujer me está provocando, o tal vez intenta decirme algo, por ende, no se ha ido.
Celeste toma del suelo sus armas, limpia un pequeño hilo de sangre de su nariz con la palma de su mano, los ojos claros de la joven muestran ira reprimida, poco a poco, estos se tornan rojizos, por primera vez logro ser espectador de su parte salvaje, su yo vampiro. El impuro no se ha dado cuenta aún, avanza hasta mí, sus ojos negros y vacíos se mantienen atentos a mis movimientos. La caza vampiros apunta su arma y luego, dispara.
No dice ni una sola palabra, nuestras miradas se cruzan por un instante mientras me reincorporo, la furia crece poco a poco en su interior, dejándose consumir por su otro yo, el cual ha retenido por mucho tiempo.
No ahora, no te dejes ir ahora, Celeste, por favor, contrólate.
La mujer de melena escarlata aplaude llamando nuestra atención, su risa retumba en todo el salón y, con un delicado, elegante, sutil gesto, toma la falda de su vestido rojo para dirigirse a las puertas del salón de baile en una señal que la sigamos.
El salón de baile se ha quedado vacío, ardiendo como el resto del palacio, el cual fue tomado por los impuros, si nos quedamos aquí, moriremos a causa del fuego, de todas formas, teníamos que escapar. Tomo la mano de Celeste, la damphiro me observa de reojo, está actuando extraño, algo le sucede, sin embargo, no tengo tiempo de deparar en ella, en su malestar, debo encontrar a Amalia cuanto antes.
Con cautela, atravesamos las llamas del salón de baile, Celeste tose, ha inhalado mucho humo, ella sigue siendo humana después de todo. Empujo la puerta del salón y salimos al pasillo, cayendo al suelo, la cazadora tose sin parar, busca aire fresco, intento ayudarla acariciando su espalda con cuidado.
Frente a nosotros, caminando junto a un grupo de impuros, Gabriel se acerca a nosotros, pero ¿qué está haciendo junto a esos impuros? Una gran sonrisa se dibuja en su rostro mientras saca un arma del bolsillo de su chaqueta blanca. Sus ojos bordos brillan, no puede ser, no Gabriel, tú no puedes hacerme esto...
— Gabriel, ¿Qué haces? ¡Tenemos que irnos!
Exclamo ayudando a Celeste a incorporarse, parece débil, sin embargo, se mantiene fuerte y de pie. Gabriel, por otro lado, juega con el arma entre sus manos, los ojos encendidos de mi novia deparan en ella.
Ante mi exclamación, el rubio suelta una cruel carcajada, parece haber perdido la cordura puesto a que cada vez se intensifica más y retumba en el pasillo, los impuros dan un paso delante provocando que el cuerpo de Celeste se tensara y sus ojos buscaran alguna forma de defenderse.
— No, Xavier. ¿Es que acaso aún no te has dado cuenta amigo mío?
Ladeo la cabeza, no, por favor, no lo digas, déjame creer que eres bueno, que sigues de nuestro lado, te lo suplico... esta traición sería como un puñal recibido por la espalda. Me has visto crecer, estudiamos juntos, me ayudaste en los momentos más difíciles al igual que yo lo hice contigo, ¿Por qué tienes que irte al lado de los malos? ¿Qué te ha ofrecido ella para que cambies de opinión?
— Todo este tiempo Gabriel y Daniel han pertenecido al bando de Odette. Sin embargo, Daniel se ha arrepentido y nos ha comentado sus planes.
La voz reseca de Celeste me sobresalta, sus temblorosas manos sacan el seguro de su arma, lista para atacar, dejando de lado los sentimientos como le han enseñado desde muy joven. No, no, tiene que haber un motivo, una razón para que Gabriel este de su lado, ¿Y si realmente intenta ayudarnos?
Los impuros se colocan frente al rubio, protegiéndolo de cualquier movimiento que Celeste pudiera hacer, no quiero ver esto, no quiero ver como ella acaba con quien creí ser un hermano, un consuelo.
— Vaya, tu novia no parece ser nada tonta. Así es, siempre he estado del lado de Odette, Xavier, ¿Y sabes que es lo más divertido de todo esto? — relame sus labios dejando ver sus largos colmillos y corre unos mechones de su cabello antes de mirarme fríamente— Tus mentiras hicieron que Amalia recurriera a mí, hemos hecho un trato y estoy segura que ella lo cumplirá. Es tarde, has perdido, caballero vampiro.