Ya había amanecido por completo y la luz cálida del sol bañaba los cuerpos entrelazados del lobo y la ángel. Ambos estaban saciados y muy felices de lo que había pasado en ese pantano.
Isabelle estaba acurrucada al costado de Raffe, con su cabeza en el pecho del chico, con los ojos cerrados y disfrutando de la paz que los rodeaba.
Ella nunca pensó que sería tan placentero acostarse con alguien, pero también es verdad que con Miguel ella no quería, y esta vez había sido muy distinto. Había disfrutado de cada beso, cada caricia y embestida, pero lo que más le había gustado había sido lo delicado que Raffe había sido con ella.
- Creo que va siendo hora de irnos a casa – susurra Raffe dejando un beso en la cabeza de la chica -. Dentro de nada vendrán turistas.
- Dijiste que esta parte del pantano era de tu familia – susurra ella sin levantar la cabeza. Estaba muy cómoda y no le importaba que la vieran desnuda.
- Sí, pero mis padres aceptaron que se hicieran visitas turísticas cuando nos marchamos a Warren – sonríe al ver lo tranquila que estaba. Nunca la había visto así -. Si volvemos podemos quedarnos en la cama todo el día.
Izzy se levanta a regaña dientes y empiezan a vestirse. No tardan mucho en llegar a la ciudad y compran un par de cafés y bollos rellenos de crema por el camino.
Phoebe no pudo dormir bien esa noche. No se podía sacar de la cabeza lo que había sucedido en esa misma habitación con Asmodeo. No lo había visto desde lo ocurrido y tenía miedo de volver a verlo. No creía que pudiera mirarle a los ojos, pero debía hacerlo para recuperar a su loba.
Se levanta de la cama como un zombi mientras mira la cama vacía de su hermano. Esperaba que lo estuviera pasando bien. Justo después de ese pensamiento su móvil empieza a sonar.
- Hablando del rey de Roma – murmura para sí misma -. Hola, hermanito.
- Buenos días – dice él y Phoebe supo por su voz que estaba feliz -. Papá y mamá no me cogen el teléfono. Puedes decirles que estaremos unos días más en Nueva Orleans, ¿por favor?
- Raffe, en dos días es el cumpleaños de mamá, y más te vale que estés aquí para ese día – gruñe ella dirigiéndose al baño -. Se merece un rato de descanso y quiero que todos estemos para ese día.
- No te preocupes – asegura él -. Estaré para el cumpleaños, es solo que Izzy quiere ver un poco más de Nueva Orleans.
- Está bien – susurra girándose para salir y da un grito.
Asmodeo estaba ahí parado.
- ¿Phoebe, qué pasa? – pregunta Raffe preocupado.
- Nada – coge lo primero que pilla, que resulta ser un cepillo para el cabello y empieza a golpear con él a Asmodeo -. Es solo As, que me ha asustado. Te dejo que tengo que pegarle más fuerte.
- Tampoco te pases – ríe Raffe y cuelga.
Raffe deja el móvil sobre la mesita con una sonrisa. Era raro que sorprendieran a su hermana, pero Asmodeo siempre lo conseguía.
- ¿Qué ha pasado? – pregunta Isabelle saliendo del baño y entrando en la habitación de Raffe.
- As a asustado a mi hermana mientras estábamos hablando – contesta con una sonrisa. Estaba encantado de tener a Isabelle con él -. ¿Te gustaría quedarte unos días más? En dos días es el cumpleaños de mi madre y tendremos que volver.
- Me parece bien – dice ella con una sonrisa mientras acorta la distancia que los separa y deja un beso en el pecho desnudo del chico -. ¿Qué es un cumpleaños?
- Se celebra el día que naciste – explica Raffe -. Y tengo que hacerle un regalo a mi madre, pero aún no se qué comprarle.
- ¿Es obligatorio que el regalo sea comprado? – Raffe sacude la cabeza -. Pues estaría bien que hicieras algo con tus manos. Creo que eso sería más bonito – ella se queda mirando la habitación. Cuando habían llegado habían desayunado en la cocina y había ido directa a la ducha en cuanto le había dicho Raffe donde estaba, pero ahora podía ver como era su dormitorio y se queda un poco sorprendida al ver en un rincón muchos lienzos y en un escritorio muchos block de dibujo -. ¿Por qué no le pintas un cuadro?
Raffe piensa en lo que ha dicho Izzy. Sabía que su madre amaba el arte, pero nunca le había regalado un cuadro pintado por él o un dibujo. Si su madre había descubierto que le gustaba pintar fue porque se colaba en su habitación cuando él no estaba.
- Creo que sería una gran idea – susurra él con una sonrisa -. Puedes dormir si quieres.
- Gracias – se pone de puntillas y le da un beso -. Llámame en un rato.
Phoebe deja el móvil en la encimera del lavamanos en cuanto cuelga y mira a As cabreada.
- Me has dado un susto de muerte – le lanza el cepillo para que le diera en la cabeza, pero Asmodeo lo coge al vuelo -. ¿Qué quieres?
El caído se la queda mirando. Iba vestida con unos pantalones muy cortos de pijama y una camiseta de tirantes muy finos. Sin sujetador. Eso perturba un poco a As, haciendo que se desconcentrase.
- Yo... - se obliga a alzar la vista -. Tus padres me han dejado entrar. Lilith quiere empezar con las clases.
- Vale, pues espera abajo – Phoebe le da un empujón y le cierra la puerta del baño en las narices -. Ya que vas a bajar diles a mis padres que Raffe va a tardar en venir.
Eso hace que frunza el ceño, así que baja las escaleras para reunirse con los alfas. Estos estaban agotados, pero estaban dispuestos a seguir con el estudio.
- ¿Está despierta? – pregunta Mia al ver a Asmodeo bajar.
- Sí – asiente el caído -. También me ha dicho que Raffe vendrá en un par de días. ¿Dónde está?
- Ayer tuvo una cita con Isabelle – explica Joseph -. Mi hijo decidió llevarla a Nueva Orleans.
Asmodeo se queda pensativo por lo que ha pasado en el infierno hace un rato. Su hermano se había puesto a gritar como un loco, tanto que Alice fue corriendo a buscar a todos los caídos. Se había roto otra parte del sello, pero aún no habían descubierto que podía hacer su hermano.