El día en que los monstruos salieron

CAPÍTULO SEIS

MALDAD
 


Con una sonrisa tratando de apaciguar el ambiente bajo del vehículo con las manos alzadas para que venga que no traigo conmigo algún arma y así no me disparen.

No escape de un lío, para meterme en otro.

Hasta se hace muy lejano el momento en el que me puse sentimental en la carretera, y eso que no fue ni hace una hora.

Me acerco hasta ellos sin eliminar mi sonrisa y el que me imagino que es el líder o jefe de ellos habla.

—¿Cuál es tu nombre?— pregunta con voz gruesa. Y sin bajar el arma.

Como si yo pudiera contra ellos seis.

—Me llamo Morgana, pero me puedes decir Morgan. También puedes bajar el arma. Soy inofensiva— respondo bajando las manos y agrando un poco mi sonrisa.

—¿Y cómo lo sabremos?— dice otro.

—Si, ¿Cómo sabemos que no eres peligrosa?— me grita el otro.

—Pues no soy el que tiene un arma en las manos — les respondo de mala gana, quito mi sonrisa y me pongo las manos en la cadera adoptando una postura defensiva— ¡Ni siquiera podría contra ustedes seis!—los señaló.

—Si, tiene razón— murmura uno, después todos murmuran lo mismo y el que me grito preguntando mi nombre les ordena que bajen las armas.

—¿Piensas quedarme mucho tiempo?— cuestiona el jefe y se acerca a mí.

—Supongo que sí. Tengo que hacer… algo.

Volteo a ver a los demás y observo en que ellos se van caminado hacia uno de los edificios que se encuentran cerca.

—No somos malos— me dice el jefe grandulón.

—Lo dudo. Me apuntaron con seis armas.

—Deberías de agradecer que fuimos nosotros quién te encontramos— señala el grandulón jefe.

—No pues gracias por no matarme, la verdad es que quiero seguir con vida. Está de la mierda esto, pero quiero seguir en esta agonía de vida.

—Eres muy chistosita— contesta con sarcasmo.

—Eso suelen decir. También dicen que soy desagradable e irritante…

—Camina— me ordena y señala hacía un edificio.

—… también dicen que hablo mucho. Y mis compañeras de escuela dicen… bueno, decían, que era muy desagradable. Casi no tuve amigos, además no es algo que me importara mucho, no necesito andar mendigando por la amistad de alguien, si a alguna personas le llegó a interesar ella tratará de hacérmelo saber, ¿No crees?—comienzo a andar detrás de él hasta que llegamos a un edificio que se encuentra en malas condiciones.

Las ventanas están rotas, se ve como si una parte de este hubiera sido incendiado y el color que era blanco ahora se ve con manchas negras, no se ve de los mejores lugares, pero es al que el señaló.

—¿Esto lo hicieron ellos?— apunto hacía las ventanas rotas.

—No. Ahora entra al edificio— me encamina hasta la entrada de éste y cuando abre la puerta veo a más personas.

Al parecer esto era un hotel, por qué lo de adentro tiene pinta de ser uno. Se ve que tuvieron que acomodar y limpiar el desastre que había antes, por qué algunos sillones se encuentran rasgados y en las paredes aún hay manchas de suciedad. Y hay que contar con las ventanas rotas.

Todas las vistas se quedan clavadas en mí, lo que hace que comience a resultar incómodo.

—Ella es Morgan— les dice el grandulón a todo el público. — Se quedará con nosotros un tiempo. No quiero rezongues. — ordena en cuanto unas personas tienes la intención de replicar. Él me apunta y después señala hacía las escaleras.

Al parecer quiere que vaya hacia ahí.

Comienzo a andar hacía allá y el me guía hasta llegar a un piso donde se encuentran ubicadas unas habitaciones.

Abre una de las tantas puertas que hay y me aproximó a adentrarme en el.

El cuarto es… sencillo, muy lindo, pero sencillo.

Una cama, baño, balcón, espejo,  mesa de noche y nada más.

Se encuentra en buen estado. Se nota que se esforzaron en que quedará lindos y limpio.

—Puedes dormir aquí— espeta, como si el que estuviera aquí le fastidiara.

—¿Puedo hacerte una pregunta?— cuestiono mientras miro alrededor.

—Si— contesta cruzándose de brazos y adoptando expresión seria.

—Dicen que esto no lo causaron ellos. ¿Entonces quiénes fueron?

—¿Quieres que te diga la verdad?— baja los brazos y se sienta a lado de mí.

—Pues si, por ello te pregunto.

Suelta un suspiro y se acomoda mejor en la cama.

Adopto la misma posición que él y este empieza a hablar.

—Era un poco tarde, no más de las seis. —comienza a hablar y yo presto atención— Como has de saber en una ciudad siempre hay mucho movimiento. Tráfico, gritos de vendedores, personas de aquí a allá. En una ciudad no hay descanso. Yo salía hacia la casa en mi coche, y mire algo totalmente raro. La ciudad estaba como en pausa, y después todo paso muy rápido. Cientos de personas corriendo y no por llegar impuntuales a un lugar, si no, por qué algo los perseguía.  Fueron los minutos que más marcaron a las personas. Pasaron minutos y habían muchos cuerpos tirado incluso a mitad de la carretera donde habían corrido, por qué  al final los alcanzaron.

»La mayoría sobrevivió, tal vez los que fueron más valientes y no los que se congelaron por el  miedo. Y se hicieron grupos demasiado rápido. Y la desgracia hizo que entre nosotros mismos nos peleáramos, un grupo de dedicó a qué algunos no tuvieran la oportunidad de sobrevivir. Otros se encargaron de robar a las personas lo que con trabajo conseguían. Y destruían las viviendas de los otros solo por pura maldad.

»E incluso aunque duela, algunos de ellos tomaron a personas y se los entregaron a ellos, solo para asegurar su vida. La desgracia hizo que las personas sacaron lo peor de sí. O tal vez hizo que mostrarán lo que verdaderamente escondían.

»Al menos aquí los tenebrosos no causaron toda esta destrucción. Por ello te digo que tuviste suerte de nosotros fuéramos quienes te encontraron. Si fuera otro, tal vez ya no estarías aquí.

—¿Entonces las personas también causaron la destrucción de este lugar?— pregunto, aturdida, después de escuchar este relato.




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