Nace un demonio sin pecado
Plata luz de luna alumbrando un suelo maldito machado de rojo carmesí.
Nadie puede llegar a saber la hora, lugar y las circunstancias en la cual acabemos de vivir. Y menos el joven Dante, que yacía tirado de espaldas cerca a una gran ventana de un cuarto en el segundo piso de la enorme casa de sus tíos; al cual llego de visita hace poco más de dos días, días en los cuales su apacible y normal vida había dado un giro de 180 grados, cambiando todo sobre lo que creía saber del mundo que nunca imagino ver o ser parte indirecta de el siquiera.
La luz de la luna filtraba por aquella gran ventana, alumbrando el cuerpo del agonizante Dante, que pronto seria un cadáver. La sangre que salía de su herida había formado un charco alrededor de él. Su espalda estaba tibia y todo lo demás perdía gradualmente su calidez. Temblaba débilmente, mientras sentía adormecerse su cuerpo, el dolor se había ido y un cansancio total le invadía poco a poco.
En un rincón al cual no llegaba el brillo lunar, había una sombra, como alguien cubierto con un manto negro.
---- ¿Quien eres tú? espectro ¿Viniste a distraerte con mi agonía?
La débil y moribunda voz de Dante, era un muy suave susurro que se perdía en la fría briza de la noche que filtraba por entre la abertura de una chillante puerta.
---- Si ya me puedes ver; te puedo contar: yo soy quien se encargará de llevar tu patética alma a donde corresponda. Yo soy aquel más conocido como el ángel de la muerte.
La muerte cubierta con un manto negro, como siempre la cuentan. Se acercó al muchacho, el ente despedía de su aura un gélido aire, que podría congelarte la sangre y los tuétanos. Y con su cadavérica mano, acarició el rostro del moribundo, me pareció escucharle una suave carcajada, muy gentil, como si pena y risa se unieran en ese gesto.
----Recuerdo que alguna vez leí un poema, no me acuerdo el nombre ni el autor, solo un fragmento que decía... ¡Qué raro! ahora ya no lo recuerdo. Pero dime muerte ¿A que se debió esa corta carcajada tuya? ¿Que de divertido le encontraste a mi situación?
----Te seguí durante mucho tiempo, en mis ratos libres, tú no podías verme y nadie puede hacerlo solo hasta que esté a punto de morir. Así como lo estas tu ahora. Pero te seguí tanto tiempo solo por una razón. Y es que me diste curiosidad al ver tu nacimiento ya que según mi libro negro de registros necrológicos. Tú, mi curioso Dante, debías morir antes de nacer y así parecía apenas saliste del vientre de tu madre, ya que no respirabas, el médico iba a declarar tu defunción, pero justo en ese momento rompiste en llanto como ningún neonato había llorado, revisé mi libro para confirmar después de verlo, que estabas registrado como difunto, pero vivías en mis narices, por alguna muy extraña razón habías quebrantado las reglas universales inquebrantables de la existencia. Era un fenómeno que nunca había pasado. ¿y el caso de Caín? El de Caín era diferente, a él lo maldijo Dios, yo no puedo tocarlo, pero esa es otra historia. Te deje seguir existiendo solo por la curiosidad de saber cuáles serian lo hechos naturales que acabarían tu existencia y ahora que te veo no parece haber sido un suceso nada fuera de lo común. Además estuve investigando sobre lo que tendría que hacer con tu alma ¿A donde tendría que llevarla? ¿Al paraíso o a lo más profundo del infierno? Pero como no hay reglas especificas para este caso, tengo que seguir los registros, moriste justo antes de nacer, sin haber consumado pecado alguno. Tu destino es el paraíso sin discusión, vale decir que todos los pecados que hubieses podido cometer después de tu nacimiento no cuentan.
---- ¿Quien lo diría? la muerte siempre estuvo a mi lado. --- Aun le alcanzó fuerzas para emitir una sonrisa.
---- No falta mucho para irnos. Joven, desdichado y dichoso Dante. E visto mucho en tantos milenios y realmente tengo que felicitarte porque eres de las pocas cosas que me causaron asombro.
Mientras la muerte le recordaba su corta vida, Dante poco caso le hacía, ya que estaba recordando cuales fueron las circunstancias que le llevaron a la situación en la que ahora se encontraba...
Era un día soleado de mayo, siempre viajaba con una mochila de cuero estilo militar que le regaló su padrastro, dentro de ella guardaba dos cambios de ropa. Despreocupado y sin prisa, caminaba por una calle sin asfalto y fue cuando algo muy hermoso se acercaba a él, era una joven muchacha de cabello castaño claro y unos deslumbrantes ojos azules, poco usuales para él. La miraba fijamente, se perdió en el color de sus ojos, como cuando lo haces mirando el cielo despejado, recostado sobre el césped fresco primaveral.
Él llegaba de visita a la casa de sus tíos, recordaba muy bien la dirección y tenía una idea muy clara de la ubicación. Pero fingió no saberlo e ideó una estrategia preguntándoselo a la bella muchacha que se cruzó en su camino, su nombre era Elizabeth y tenía una hermosa voz, conversaron un rato, lo suficiente para saber un poco mas de ella: donde vivía, que le gustaba y el número de celular. Quedaron en verse el fin de semana. Ese día era miércoles.