EL DON
DE RACHEL
A. J. García
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ISBN: 9781731537270
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© A.J. García, 2019
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Tercera Edición: Febrero, 2019
V20190418
A mi madre por su esfuerzo más allá de toda frontera.
A mis hermanos por su ayuda desinteresada.
A mi hijo por su amor en los momentos más difíciles.
1
<<Tranquila Rachel, no querrás despertarlos>>, pensó mientras avanzaba sigilosamente, usaba los zapatos de tacón más bajos que pudo encontrar.
La superficie de madera no ayudaba y eran muchos los escalones hasta la planta baja, sobre todo cuando cargaba a su hija de casi dos años en un brazo; una maleta pequeña –a reventar– y el registro de su vida en el otro.
Arthur tenía el sueño muy pesado, él no sería problema; sin embargo, los Fairchild se habían convertido en algo así como los cuidadores de la propiedad, además de sus administradores; y tomaban su labor muy responsablemente; sobre todo, en ausencia del jefe de la familia. Rachel creía que, si podía llegar a la recepción sin ser detectada, lograría su cometido.
La luminosidad de un relámpago por la ventana desbalanceó a la fugitiva, anunciaba tormenta. El grito de la naturaleza tardó unos segundos más. Ella hubiera deseado escucharlo antes, tenerlo más cerca hubiera sido una excelente cortina de humo para cubrir sus intenciones. De cualquier forma, el estruendo esporádico era muy útil para ocultarla.
La inmensidad de la casa en silencio y a oscuras podía producirle miedo a cualquiera; pero no más del que tendría si se quedaba. Hasta la brillantez de la luna había cedido, como si apoyara los propósitos de una madre aterrorizada. Sólo la eventual luz que iluminaba apenas las siluetas de los interiores con cada grito del cielo, proporcionaba una ocasional guía.
Rachel conocía muy bien la medida de cada escalón; pero, temía, que al final, alguien le saliera al paso. Le costaba mantener el equilibrio con todo lo que llevaba en las manos; mas no quería prescindir de nada. Repentinamente, experimentó uno de sus acostumbrados episodios, la atacó con gran fuerza haciéndola fruncir el ceño. No tenía sentido, aunque estos siempre habían sido así.
Llegó por fin hasta la recepción, en el horizonte se erguía la puerta principal –su escape– y a la izquierda la sala de estar con la chimenea y el reloj de péndulo que marcaba unos minutos después de las 11:00pm.