El dulce sabor del amor

8

Hay un mundo de opciones que degustar.

Experimentar con nuevos ingredientes y recetas

Puede resultar una experiencia única.

Pero cuidado, no siempre es lo mejor si no tienes

Ni la menor idea de lo que estás cocinando.

Apasionadamente rico. K, Candy.

- No lo entiendo... - habló Candy para ella misma. Estaba sola en su enorme cocina, manchada de mil y un ingredientes cual novata repostera, llevaba más de cinco horas intentando hacer un postre diferente y el resultado era... digamos, que no precisamente satisfactorio. - ¿Qué rayos me pasa? Ya no se a quien encomendarme ¿Habrá un Dios de la harina o algo así? ¿Quizás uno de chocolate? – Miró las cajas de finos chocolates y en un arrebato tomó una y la arrojó a la pared enfadada. – Yo y mi bocota.

Había aceptado el trato o más bien el reto impuesto por Drake, se había dejado llevar por la adrenalina del desafío y siendo honesta también era una cuestión de hormonas locas y deseosas por esa clase de atención.

- Claro, échale la culpa a las hormonas, eres tú y nadie más que tú la boba. – Se reprendió nuevamente.

Algo que no sienta haber probado nunca antes, algo único y original. Usa los chocolates que te mandé, si considero que el sabor no es diferente entonces...- Era lo que él le había dicho por teléfono.

¿Entonces qué?- Había preguntado ella.

Habrás perdido y el castigo lo elijo yo.

¿Será cien por ciento honesto?

Lo juro por lo más sagrado. – Y ella le creyó.

- Un postre único y original, diferente, ¿en que rayos me metí? De pronto tú me pareces la mejor opción – Dijo Candy viendo el horno con anhelo, casi deseando meter la cabeza allí. El teléfono sonó y ella maldijo por lo bajo. ¿Quién podría ser? Eran casi las doce de la noche.

- Sigues metida en tu cocina ¿verdad?

- ¡Vaya descaro el tuyo! Dijiste que te quedarías conmigo hasta que lo hiciera Silk.

- Después de ver como te quedabas mirando como zombie cada ingrediente por espacios desesperadamente largos, desistí de la idea y huí.

- Me di cuenta como media hora después. – Admitió ella.

- ¿Por qué no me extraña? ¿has logrado algo ya?

- Nada. – Suspiró – Estoy a punto de rendirme.

- No te creo.

- Dije a punto, no que ya me hubiera rendido.

- ¿A que hora tienes que entregar ese postrecillo único e irrepetible?

- Mañana a las 9 en punto.

 

- Sólo a ti se te ocurre haber aceptado Candy. El chocolate es el sabor más reconocido, probado, degustado y devorado del mundo mundial.

- Precisamente ahí está el reto y como buena repostera tenía que aceptarlo.

- ¿Podrías usar otra excusa? Que estás hablando conmigo, con Silk.

- ¡Es cierto! Bueno, en parte. Pero, ¿Qué no fuiste tú la que me animó a seguir adelante con esta locura?

- Nunca dije que aceptarás retos de esa naturaleza.

- ¿Estás diciendo que no tengo las capacidades para ganarlo?

- Las tienes, pero el amor te tiene obnubilada, distraída, etc., etc....

- Voy a colgar. – Y lo hizo de inmediato. – Vaya amiga que tengo, para que quiero enemigos sí la tengo a ella.

Tres horas después...

Otra caja de chocolates yacía desparramada en el suelo después de haber sido aventada con toda furia habida y por haber.

Dos horas después...

Abrió el horno con toda intención de por lo menos dormir allí, a ver si así se le venía algo de inspiración repostera ¿Quién dijo que solo los escritores tenían crisis de inspiración y de falta de ideas?

 

Otras dos horas después...

El ruido de pasos la despertó, era su personal llegando al establecimiento. Con horror se dio cuenta que la mitad de su cuerpo estaba medio metido en el horno, el resto en una casi acrobática posición sobre el suelo. Se incorporó y se golpeó con el horno quedando sentada en el piso. Volteó a ver el reloj y este marcaba las siete en punto. ¿Qué hacer? Trampa, por supuesto...

 

 



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En el texto hay: diversion, amor, resposteria

Editado: 05.12.2020

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