En la mansión Aston, Camelia se encontraba nerviosa. Aunque Sebastián dijo que lady Harlikc no sabía quiénes fueron sus secuestradores, no podía dejar de estar preocupada, después de todo había desaparecido, no había cadáver y en cualquier momento podría aparecer.
A su lado estaba su hermano mayor.
—No debiste actuar sin cuidado, ahora lo que puedes hacer es esperar que aparezca y actuar como si nada. Después de todo nadie sabe esa propiedad nos pertenece— comento el hombre mientras jugueteaba con la copa de vino en sus manos.
—Pero hermano, es que no la soporto. Porque el príncipe solo la mira a ella, hasta a ti te atrae esa mujerzuela— La voz de Camelia sonaba alterada. Desde que era niña se había enamorado del príncipe Dominic, al principio odiaba a Elena porque también era cercana a su amado, pero quien diría que ella trajera a la hija de un simple Vizconde y fuese esa niña su mayor rival. La odiaba con todo su cuerpo por robar el amor del hombre que debería ser suyo.
—Hermanita, no te preocupes. ¿No tienes a tu hermano?— saboreo la copa de vino y sonrió con malicia mientras observaba a su hermana la cual le sonrió de la misma manera.
—Lucían, ¿Qué haría sin ti?— como niña mimada se acerco a su hermano mayor. En la familia Aston, había dos hijos del matrimonio principal, los otros tres eran hijos de concubinas que su padre había recogido. La lucha del poder en la familia era cruel, pero Lucían siempre había estado para ella, la mimaba y complacía en todos sus caprichos a diferencia del resto, aunque no la trataban mal, ella los odiaba por el sufrimiento de su madre. Así que ella tenia el pensamiento que nunca compartiría el amor de su amado con otras mujeres si eso implica deshacerse de ellas.
Los dos hermano y hermana se quedaron discutiendo planes a futuro para conseguir sus ambiciones.
En otro lado una preciosa rubia lloraba y lloraba. Pero en el fondo de su corazón estaba aliviada. La primera vez que vino a la capital conoció a la familia Harlikc debido a su padre, allí conoció a una niña de su edad, vestía como princesa, su sonrisa era dulce, su cabello era rubio platinado y caía en cascadas sobre sus hombros, sus ojos eran verdes, era demasiado hermosa. No pudo evitar compararse con ella, sus vestidos no eran tan lujosos y su rubio era mas amarillo, no brillaba tanto como ella. Así desde ese memento se a la edad de seis años se hizo su amiga y decidido que algún día seria mas hermosa que ella y tendría mejores cosas que ella. Pero eso nadie además de ella lo sabía. Su madre fallecida le dijo que debía de ser como una rosa, delicada y hermosa a la vista. Pero en ese momento ella respondió ‹‹Mama las rosas tienes espinas y lastiman›› su madre le sonrió y respondió ‹‹Es porque las rosas tienen trucos para defenderse. Así que debes de ser como la rosa defenderte, no importa si eres cruel, mientras te veas hermosa y delicada nadie notara lo que guardes en tu corazón›› aunque no entendía a medida que crecía al lado de su amiga de la infancia y luego conocer al príncipe entendió lo que su madre le dijo aquella vez antes de morir.
—Dayana no llores, se que estas preocupada también por Elena y por eso mi familia esta agradecida contigo— suspiro el hombre, se veía demacrado y había perdido mucho peso —Se que mi hija te aprecia, y se que cuando vuelva estará feliz de ver que estas aquí esperándola. Ella volverá…
Aaron Harlikc la consoló con un pañuelo, en estos días se ha sentido muy conmovido por la actitud de la pequeña hacia su hija y familia. Elena siempre había sido un poco solitaria de niña debido a que no tenia hermanos, así que cuando conoció a la hija del Vizconde Leron Dumott, decidió que seria bueno que fueran amigas. Una chica simple y amable era perfecta para su hija la cual era un tanto tímida a esa edad.
Mientras que aguardaba información de los caballeros que mando a la búsqueda de su hija el mayordomo entro casi corriendo.
—Duque, la señorita volvió— dijo entre llantos de alegría —La joven señorita volvió.
—¿Es, eso cierto?— el hombre que alguna vez estuvo apagado debido a la tristeza se llenó de alegría al recibir la noticia, por otro lado, Dayana estaba sorprendida, esa sorpresa cayo bajo los ojos de Nikolai el mayordomo y el pequeño Estefan Harlikc.
—Vamos, ¿Qué esperan? Mi hija ha vuelto— soltó una carcajada y el hombre salió corriendo al igual que el pequeño Estefan al reaccionar.
Elena había llegado hasta la puerta de la mansión junto a los caballeros de Edevane. Al ver su hogar sus ojos se enrojecieron, quería llorar de felicidad; para ella tener a su familia sana y salva junto a ella era lo que mas deseaba. Mientras pensaba en lo que haría de ahora en adelante una voz alegre y conmovedora le llamo, alzo su mi rada y vio a su padre, sin pensarlo corrió y se arrojó a sus brazos.
—Padre…— el Duque Aaron le abrazo.
—Mi niña, ¿dónde estabas? ¿estas herida? ¿te duele algo?— hizo esas preguntas mientras recorría a su pequeña princesa con la mirada, en busca de heridas, al ver algunos rasguños y la ropa que llevaba puesta su hija, se lleno de dolor —Perdona a tu incompetente padre por no cuidarte mejor.
Las lágrimas que querían salir hace un tiempo se desbordaron en pequeñas gotas sobre las mejillas de Elena, seco sus lagrimas con un pañuelo entregado por su pequeño hermano. —Padre, no es tu culpa fui descuidad; afortunadamente los caballeros aquí presentes me rescataron del bosque donde me encontraba— le regalo una sonrisa a su padre y luego se inclino para abrazar a su pequeño hermano.