Raven
El frío clima del día me hace guardar las manos dentro de los bolsillos de mi gabán negro mientras camino en dirección hacia la cafetería del pueblo.
Las botas rojas en mis pies me hacían ver más alta de lo era y sonreí internamente por ello, mis pies afortunadamente estaban calientitos lo cual me alegro ya que no solía pasar muy a menudo.
Podía llevar más de un par de calcetines y ni eso lograba calentarlos. Hoy estaba de suerte.
El sonido de los autos pasando por la —casi siempre— desolada carretera me hizo caminar por la banqueta cada vez más cerca de la cafetería. Fueron minutos después cuando por fin estaba frente al establecimiento.
Miro a través del cristal dentro del lugar buscando la figura de mi mejor amiga.
Aún no llega.
Saco mi celular del bolsillo con intención de llamarla, pero me veo interrumpida cuando un auto azul se detiene frente a mí.
Bajo el celular fijando la mirada en la ventana del acompañante que me revela la imagen de Dustin Davis, él me sonríe desde el asiento del copiloto con actitud altanera.
—¿Se puede saber que quieres? —cuestiono.
—¿Por qué tan a la defensiva? —responde.
Paso un mechón de mi cabello tras la oreja luego del repentino viento que azota.
—Si solo te detienes a molestar vete de una vez.
—Solo quería avisarte que la fiesta de Luciana se pospuso hasta el próximo sábado.
Giro los ojos antes de pronunciar:
—De acuerdo.
Dustin se despide con la mano antes de arrancar el auto y desaparecer.
Subo el celular y tecleo el número de Isla, luego de marcar comienza a sonar un par de veces. La llamada me manda a buzón de voz por lo que intento nuevamente, segundos después obtengo el mismo resultado.
—Como me dejes plantada Isla. —murmuro para mí misma intentando una tercera vez.
—¡Aquí estoy! —exclaman a mi espalda. —¡Ya he llegado!
Me doy media vuelta encontrándola con su chaqueta rosa y sus pantalones negros embarrados de barro, sin olvidar que sus botas están igual o más sucias que su pantalón.
—¿Tu…? —intento apuntar todo su desastre, pero ella me baja la mano de un golpe.
—Ni me lo menciones.
Suelto una pequeña risa.
—¿Qué te ocurrió? —pregunto.
—Caí sobre un charco de lodo mientras corría hacia acá, me demoré cinco minutos y se lo poco que te gusta esperar así que corrí sin mirar por dónde lo hacía y… ¡Pum! ¡Un puto charco! —responde molesta.
—Avisar que ibas tarde hubiera cambiado las cosas.
—No quería molestarte en nuestro aniversario de mejores amigas.
Sonrió.
—Pues bueno, habrá que sentarnos en la mesa más cercana a la puerta para que…
—Mi tío es el dueño del lugar, podemos sentarnos donde se nos pegue la gana. No voy a sentarme cerca de la puerta que rechina cada que alguien la abre, como tampoco soportar el sonido de la campana. —espeta autoritariamente.
Decido no decir nada al respecto. Esta era la mejor idea.
Ambas caminamos hacia la entrada del lugar y abrimos la puerta adentrándonos bajo la atenta mirada del tío de Isla.
Hago ademán de quitarle la chaqueta y ella se deja despojar de la prenda mientras toma asiento en una mesa cerca de la ventana que da la vista del lugar donde nos encontramos. Recargo la chaqueta en el respaldo de mi silla y tomo asiento.
—Hay que cambiar nuestro pedido. —habla. —Es un día especial y amerita hacerlo.
—De acuerdo. —respondo. —¿Qué pediremos?
Ella abre la carta y lee todos los platillos que hay en el.
—¿Qué te parece la tarta de arándanos?
Miro el dibujo en la carta viendo el aspecto tentador que tiene.
—Si. —fije la mirada en dos tazas de chocolate caliente en la carta. —Y dos chocolates calientes estarían bien.
—Suena bien, también podemos acompañarlos con los macarrones que te gustan mucho.
Asiento contenta con la idea.
Minutos después se levanta hacía la barra y pide nuestros platillos. Desde mi lugar puedo ver las manchas de lodo en su ropa y calzado, para su suerte no se ensucio el trasero.
Ya que eso debería ser algo incómodo.
—Bueno, nuestro pedido debería estar listo en algunos minutos. —avisa.
—Dustin me dijo que la fiesta de Luciana se pospuso al próximo sábado. —le hago saber.
—¿Cuánto tiempo crees que siga aplazando esa fiesta? —pregunta. —Lleva diciendo hace tiempo que su fiesta se pospone cada que la fecha se acerca.
—Debe tener sus razones.
—Si, bueno. No es de mi interés saberlo, ya no es nuestra amiga como para preocuparnos por ello.
Un nudo se forma en mi estómago al escucharla decir eso.
Habíamos sido mejores amigas de Luciana desde los cuatro años, pasábamos casi todo el tiempo juntas y era casi imposible separarnos. Hasta que un día como hoy, ella se acostó con —en ese entonces— nuestros novios.
Si, con ambos a la misma vez.
Isla y yo nos decepcionamos tanto que cortamos cualquier lazo con ella y con los dos chicos que eran nuestros novios.
Desde entonces Luciana aún hace estúpidos intentos de reunirnos, y aquello no hacía más que enfadarnos más.
Sabíamos con exactitud que solo quería juntarnos de nuevo para volver a tener aquel trío de amigas populares, que ahora solo se reducía en ella y su amiga Marla.
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Editado: 17.01.2022