Raven
Nunca.
Y cuando digo nunca, es que jamás en mi vida me había sentido así de pequeña ante la presencia de un chico. Había salido con los suficientes como para comprobarlo, no solía sentirme intimidada con facilidad, y con él me sentía como una hormiga que en cualquier momento podía pisar.
No me gustaba la sensación, así que me separé de él y lo miré tratando de verme segura.
—Al parecer si. —respondo a su pregunta. —No la habré ajustado bien esta mañana, iba retrasada.
Él me mira sin mediar palabra.
Cuando su mirada baja un poco ni siquiera lo pienso dos veces y pregunto:
—¿Qué?
Isaar lleva las manos a uno de sus bolsillos y saca la pulsera de cuero negro. Él la mira con determinación, como si fuera algo sumamente importante.
—No te la quites entonces. —dice.
—Se estropeará cuando me bañe.
Justo en ese momento gira la cabeza hacia la ventana derecha que está de espaldas a mi, y que da al porche, sus ojos se achican y su mandíbula se tensa.
—¿Qué ocurre? —me giro para observar, pero no encuentro nada.
Vuelvo a mirarlo y él ahora tiene una expresión de… ¿Furia?
—Toma. —agarra mi mano y deja la pulsera sobre ella.
—¿Qué viste o que.
Cuando pienso que me va responder solo dice:
—Nos vemos luego.
Pasa a un lado de mi y abre la puerta para segundos después salir y cerrarla detrás suyo con un severo azote.
Frunzo el ceño confusa sin moverme desde mi lugar.
—Maldito extraño. —murmuro para mi misma.
En el momento que estoy por volver a mi habitación escucho el sonido de algo golpeando ligeramente la puerta de la cocina, esa que da al patio trasero.
Dirijo mis pasos a ella mientras me pongo la pulsera en la misma muñeca en la que suelo ponérmela.
Una vez cruzo el umbral que da la entrada a la cocina logro visualizar la silueta de una persona a través de la pequeña cortina que cubre la ventana que hay en la puerta.
No dudo ni dos segundos en tomar el primer objeto que encuentro y alzarlo. Es cuestión de segundos para que la figura desaparezca en un instante.
Decidida, me acerco a la puerta y quito el pestillo para salir y ver quien anda ahí.
El frío cala, y mientras sigo teniendo el florero vacío de mamá alzado sobre una mano, registro el lugar.
No hay nadie.
—Joder. —gruño cuando una ventisca vuelve azotar.
Sin más, me giro y vuelvo a entrar a casa, dejo el florero y salgo de la cocina tratando de entrar en calor frotándome los brazos.
El sonido de una puerta siendo azotada se escucha desde la parte delantera de la casa, y cuando estoy por ver de que se trata el estruendoso sonido de un bote de basura siendo tirado me hace dar un brinco.
Corro a la ventana donde hace un par de minutos Isaar miró, y me encuentro con mi bote de basura tirado con la basura esparcida por el asfalto de la banqueta, pero no veo a nadie afuera.
—Habrán sido los malditos niños haciendo travesuras. —digo.
Esta vez subo a mi habitación para terminar mi tarea y poder dormir bajo mis calientitas mantas.
×|×|×|×|×
Isaar
Abro la puerta de un golpe exaltando a la persona encadenada que se encuentra en el suelo. Sus ojos llenos de lágrimas no me causan ni la más mínima pena.
No cuando anduvo deambulando alrededor de la casa de Raven, no cuando estuvo por tocarla.
De un tirón le quito la cinta de la boca arrancándole un gruñido.
—¡¿Quién mierda venía contigo?! —pregunto.
Él no dice nada.
—¡Te hice una pregunta!
Sus labios tiemblan, pero segundos después una sonrisa burlona se forma y no puedo evitar querer cortarle el maldito cuello.
—Lo sabes, lo sabes muy bien, Isaar. —responde. —Vamos, ¿enserio creíste que irte a otro país iba evitar que él viniera por ti?
Comienza a reír.
—Un Sodimm nunca estará solo.
—No debiste venir. —lo amenazo.
Él sonríe de nuevo.
—¿Y porque no? —pregunta.
Los pasos de Austin comienzan a escucharse y yo me pongo de pie para estar a la altura, la sonrisa del Sodimm se borra y la mía aparece.
—Porque Austin sigue teniendo ganas de arrancarte el cuello. —respondo.
Miro a mi mejor amigo y él no tarda en aproximarse al encadenado, el cual comienza a retroceder con miedo.
—Si me mata, todo empeorará. —habla. —Nunca serán perdonados, en especial tú, Isaar.
Meto mis manos en los bolsillos del gabán.
—Todo tuyo, Austin. —me doy media vuelta y salgo de la cabaña mientras los gritos de dolor comienzan.
No quería ser perdonado, no cuando se de lo que soy capaz y de lo que soy dueño.
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Nota de autora: El capítulo es corto, pero los ira introduciendo, y tal vez, haciéndoles una idea de por dónde va la cosa.
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Editado: 17.01.2022