El helicóptero emprende el vuelo, en cuestión de minutos están sobrevolando el hospital militar. Eduardo ya había llamado a uno de sus amigos médicos y los esperaban preparados, mientras trasladan a Bella los amigos hablan en la azotea. ¿Qué está pasando?. Esto es largo de contar. Desembucha de una vez. La están queriendo matar, en el hospital le hicieron un atentado y antes en la ciudad también intentaron matarla. ¿Pero por qué?.
No los sé, ella perdió la memoria y no recuerda ni su nombre y no sabe quien intenta matarla. Vamos, tengo que hacer el ingreso, ¿como haremos?, ¿ella no es militar? Puedo perder mi trabajo por hacer esto. No quiero que pierdas tu trabajo, pero si la llevo a otro hospital la van a matar. Caminan rápidamente hasta la sala de admisión, Eduardo le entrega el carnet de identidad y el médico ingresa los datos.
Está registrada en el seguro militar, ella es o fue militar. Dice Juan, y Ramiro que aún no se ha ido, toma el carnet y observa la foto de Bella. No la conozco, pero puede ser de los marines, la terrestre o no se. El médico termina de llenar el formulario y Bella es ingresada a la sala de recuperación. Me duele la cabeza. Se queja ella.
Voy a avisarle a Juan. Cuando va de salida encuentra una enfermera que viene empujando un carrito. ¿Se le indicó algún analgésico a la Señorita Gloria Casanova?. Pregunta. La mujer levanta la cabeza y lo mira. ¡Doctor Santamaria, que alegría verlo!. Ella revisa las indicaciones. Si, también antibióticos, antiinflamatorio y un suero.
Gracias. ¿Es su esposa?, No, ella es mi novia. El estómago de Eduardo le recuerda que no ha comido nada y se dirige a la cafetería del hospital, encuentra a Juan y comiendo algo y se sienta con él. Cuéntame colega, ¿cómo conociste a tu novia?, ¿que tiene de especial que ganó tu corazón?, recuerdo que después que Carmen rompió tu corazón no querías saber nada sobre mujeres.
Es una mujer muy especial. Responde. ¿Cuando perdió la memoria, te recordó a ti?. No, cuando recobre la memoria quizá no sepa quien soy. O sea que la conoces después de la pérdida de memoria, interesante. La comida de Eduardo llega y come como un oso hasta quedar saciado. En una hora voy a hacerle una cura, quiero cambiarle el vendaje. Gracias, amigo.
Es mi trabajo, no tienes que dar las gracias. Lo digo porque estabas dispuesto a arriesgar tu empleo por ayudarme. Tranquilo, te debo la vida, no olvido que fuiste el único que arriesgó su vida y regreso por mí cuando estaba herido, gracias. Ya me diste las gracias antes, era mi deber de amigo y de militar. Pero solo tú regresaste. Dicho esto se retira apresurado y Eduardo hace lo mismo.
En la habitación de Bella. Debo ir a buscar mi auto que lo deje aparcado en el otro hospital, también tengo que cancelar la habitación en el hotel, buscar mi equipaje y conseguir una habitación por aquí cerca. Un camillero viene por Bella para llevarla a la sala de cura. Te acompaño a la cura y me voy. Está bien Eduardo, muchas gracias. Expresa con agradecimiento.
Juan retira los vendajes y una cicatriz con 6 puntadas se deja ver, han hecho un buen trabajo rasuraron una línea de cabello de 2 centímetros de ancho por 6 donde hicieron el corte, cuidando así su hermosa cabellera y la herida es pequeña no dejará cicatriz grande. Juan lava la herida y coloca antiséptico cicatrizante y vuelve a tapar con vendas. Esta muy bien unos pocos días más y le retiro los puntos.
Eduardo se despide de Bella y se va. En el taxi va pensativo, en su mente revive la guerra donde fue enviado como médico militar, recuerda un enfrentamiento en una pequeña población, los niños muertos y otros heridos y mujeres llorando a gritos, la niña de unos 8 años que murió mientras él le daba los primeros auxilios.
Vio sus compañeros morir y otros gravemente heridos y el luchando por salvar sus vidas, mientras el país los enviaba a morir. Entendió que la guerra es lo más bajo que existe, pelean por complacer la ideología de los poderosos y mueren los inocentes y no les importa, lo llaman daños colaterales. Recuerda que cuando se fue iba con el corazón herido por la traición, pero volvió con el corazón destrozado.
Odió el sistema social, la milicia, los poderes en la sociedad, la hipocresía, la doble moral y detesto las noticias ofrecidas desde el ángulo que conviene, cansado de los corruptos, los pedófilos y de toda alimaña. Analizando que no podía solo contra todo lo malo, y viendo que nada cambiaba, se aisló de todo en las altas montañas, en las tierras que heredó de su abuelo.
Eduardo Santamaria, hijo de madre norteamericana y padre español es alto, musculoso, con ojos negros de mirada profunda, cabello oscuro lacio y revelde, una cara de rasgos bien definidos, piel blanca y tostada por el sol del verano, demasiado guapo para ser real. A su paso las mujeres voltean a verlo. Inmerso en sus pensamientos escucha. Señor, llegamos al hospital. Paga y va rápidamente al parqueadero, sube al todoterreno y llega al hotel.