-¿Lista? - pregunta Baldo cuando llegó hasta el carro.
-Si - algo nerviosa contesta Klarrisa.
-¿Quieres que yo manejo?
-No lo hago yo que me vendrá bien despejarme un poco.
Baldo asiente con la cabeza y entran.
-Pensé en lo que Ingrid dijo... Podría ser una buena oportunidad de hacer algo - la informa.
-Es tu decisión, yo no me entrometeré.
-Lo sé y no busco que lo hagas, no obstante tu ayuda o consejos me llegarían bien. ¿Como donde hacerlo o qué? Sabes que todavía no encontré mi vocación y cuánto yo sepa aquí no hay escuelas.
-No, la universidad más cercana está en otro estado - dice Klarrisa con la mirada en la carretera.
-¿Tú ibas ahí, no?
-Si, como no quise irme de casa, hice el viaje cada día.
-¿No fue duro?
-Cuando estás dedicada y quieres escaparte de la casa por menos unas horas, no.
Baldo ladea la cabeza en asentimiento, cambio el tema preguntando:
-¿Sabes, ya que vamos a hacer?
-Por el principio explorar - encogiéndose de hombros. -, lo demás veremos, que llega natural.
-¿Qué es lo primero? - pregunto cuando llegar Baldo.
-La playa, ¿Qué dices? Podríamos quitarnos un poco este calor de estar manejando.
Aceptando la propuesta, Baldo y Klarrisa se fueron a la playa.
-Mira, los caballos - exclama Klarrisa, apuntando con el dedo en esa dirección.
-¿Quieres montar? - con la sonrisa la pregunto Baldo.
-Sí, vamos - contenta exclama Klarrisa jalándolo de la mano.
-Hola, ¿Podemos rentar dos? - pregunto todavía sonriendo Klarrisa al llegar hasta el hombre que cuida de caballos.
-Por supuesto, señorita - le contesta el hombre con el sombrero.
Poco después ambos estaban montados en sus caballos.
-¿Vamos? - pregunta Baldo en lo que Klarrisa con emoción de una niña asiente.
Mientras el sol les golpea la cara despacio, los caballos comienzan a caminar por la playa, aumentando el ritmo al por el mar.
A diferencia de ella, Baldó va con cuidado como nunca aprendió a montar, sostiene fuerte las cuerdas y deja al caballo llevarlo con la rapidez que él quiere.
Eso no lo impide disfrutar de la experiencia, el agua que los moja, el sol que brilla y la hermosa vista de la playa.
Cuando bajaron de los caballos se adentraron en el mar, siguiendo disfrutando del día.
-Uy tengo hambre - dice Klarrisa arropándose con la toalla al salir del mar.
Mirando al alrededor los cafés, tiendas y restaurantes, Baldo pregunta:
-¿Qué quieres comer?
-U mm, no lo sé - pensativa responde.
-Bueno, vámonos y en camino te decidas - ofreciéndole la mano y tomando las cosas dice Baldo.
En fin se han decidido por un pequeño restaurante con la comida tradicional y vista de la calle con el mar detrás.
-¿Has encontrado nuestra próxima destinación? - sonriendo la pregunta Baldo cuando termino con su plato.
-Si hay un pequeño museo, no lejos de aquí con las artesanías.
En el museo Klarrisa y Baldo pasean por las habitaciones y los pasillos que contiene las antigüedades y toda una historia del pasado. También se encuentran con los muñecos de trapo, figuras de madera, ejemplo de casas en miniatura y la ropa vieja de tradición.
El día terminaron rentando un cuarto del motel. En el cuarto, Baldo entra cargando a Klarrisa, cerrando la puerta con el pie, la deposita en la cama.
-Te amo - le dice Klarrisa sin permitirle alejarse por tenerlo rodeado con los brazos por el cuello.
-Y yo a ti - le devuelve Baldo.
Mientras Klarissa baja la mano por su espalda, paseando con los dedos de arriba abajo por la columna vertebral, levantando la cabeza del colchón para besarle el cuello. Por su parte, Baldo levanta la mano para quitar le el pelo del los hombros para tener acceso a su cuello y deja un beso en su frente.
Poco a poco la temperatura sube y comienzan a quitarse la ropa. Envueltos en las sábanas, besan cada rincón de sus cuerpos.
Con Baldo acostado sobre ella y sin dejar de mirarse a los ojos, con los dedos entrelazados y entre besos se entregan al amor.