El viaje iniciaba sin embrollos. Excepto claro por la imprevista desaparición de la bufanda de la joven. Su madre ya se hallaba histérica.
– Iremos a la casa de la abuela y... ¿Te verá sin tu bufanda favorita? – Indagaba, posando las manos de lleno sobre el volante.
– Es que... Mama - Respondía, Bell, con ternura y nuevamente asimilaba tener menos edad de la que contaba.
Y, en cuanto la madre le corregía la acentuación, su hija contemplaba a través del cristal de la ventallina hacia el sombrío bosque que apenitas se ocultaba ante los destellos solares.
– Tenemos un gatito, Mamá? –
Sonriente, la madre, por la buena acentuación, negó con la cabeza sin perder de vista los ojos al frente.
Entretanto, desde la emisora se podía oír un sorpresivo comunicado respecto a un crimen a, aproximadamente, veinte leguas de Crystal Forest. Sin embargo, sin perder la simpatía, la madre redujo la ganancia lo suficiente como para ser la única en discriminar las noticias de última hora.
– Se trata de treinta víctimas de entre 25 y 30 años. Al menos cuatro con más de 50. Se sospecha la desaparición de dos niños –
A penas se discernía desde la radio ante el ruidoso motor del Buick Skyhawk. Y, aunque el camino estaba libre, un camión solía pasar cada hora para liberarlo de la furtiva caída de la nieve que, en cuestión de minutos se convertía en un acceso inoperable. Aún así, los neumáticos del coche mordían zonas nevosas replicando otro tipo de sonido que alteraba la escucha del locutor.
La adolescente se hallaba entonando una P y formaba la huella de la misma en la ventanilla, mientras contemplaba los bosques a un lado de la carretera. Para contribuir con su juego de voces, la madre le ayudaba a pensar palabras que iniciaran con la letra que utilizaba.
– ¿Qué le gusta comer a la abuela? –
Pensativa, Bell, abandonó su juego y respondió, subitamente, haciendo un gesto de apetito:
– ¡Patatas! –
Y, a medida la madre sonreía, no cedía en oír el comunicado desde la radio.
– Se cree que murieron desangrados y solo se han hallado incisiones corporales. El guardabosques informa que el interior del bar parecía haber sufrido alguna clase de batalla campal, entre destrozos y rastros de sangre por doquier... –
Finalmente, la madre apagó la radio y prosiguió con el juego de palabras junto a su hija.
Mintras tanto, en el cobertizo, olfateaba la bufanda bordeada de coloridos rombos y murmuraba:
– Bell.. Belladona... –