El Espectro en el Cobertizo

VIII - LA PEZUÑA

El silencio de la noche comenzaba a ceder.

Aves madrugadoras iniciaban un canto sutil, acostumbradas a la rutina diurna y sin pesar por las bajas temperaturas.

Tuve que reconocer que con retirarme de la cabaña, en el atardecer, habría llegado a algún sitio en dónde pasar el día oculto. Más tanto debí regresar al escondrijo en el cobertizo y tomaría esa oportunidad para la noche siguiente. En el camino, sustraje una extremidad del ciervo para conservar suministro.

Batallé por horas hasta lograr triturar los huesos. Por poco sentí que no alcanzaría a cubrirme ante la inminente llegada del amanecer.

Y un nuevo ser tuvo la oportunidad de advertirme. O, a lo mejor, imaginé que me habría visto.

En su laborioso recorrido, en el camión con la pala, el conductor se halló con un imprevisto al encontrar el cadáver de un animal en el paso. Y, en tanto se comunicaba por radio con algún compañero, tuvo que alzar su linterna al oír ruidosas pisadas entre las hierbas.

Sin lugar a dudas me habría notado, portando un trozo de pezuña de ciervo. Y, alarmado, se introdujo en la cabina, abandonó la rutina y, al borde de los nervios, se marchó de regreso a Ottawa.

Más tanto no se alejó demasiado. Solo lo suficiente, recordando que aún tenía trabajo que hacer.



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En el texto hay: misterio, gore, sobrenaturales

Editado: 19.10.2022

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