XXII - ESBIRRO

Cualquier carrera puede ralentizarse al hundir las botas en superficie nevada, a riesgo de lastimarse los tendones.

Y tal fue el atraso que para cuando Jeff y el temeroso compañero llegaron adónde se encontraba Rob, su aliento ya se había extinguido ante la gélida brisa y el manantial de sangre alrededor de su cuerpo.

A su lado, el que sostenía el Cristo redentor de madera proseguía alimentándose sin descanso, generando un repugnante fragor bajo la penumbra.

Todo apuntaba a que el culpable era ese extraño y mórbido ser, cuya espalda recordaba a su compañero de trabajo.

Tratando de pasar desapercibido, Jeff, se aproximó lentamente, apuntando el filo de la pala a la inusual criatura.

Por mi parte, me encontraba oculto, nuevamente, entre arbustos, intentando que mi herida se regenerara. No obstante, aún no había bebido sangre suficiente y la sanación no era propicia.

Para mi favor, el hombre, en un intento de salvar a Rob, al desconocer su destino, buscó arremeter contra el fenómeno. Sin embargo, la agudeza sensorial durante las noches es una de mis mayores virtudes y, por lo tanto, también lo era para mis esbirros.

Sumada, claro, a la fuerza y agilidad sobrehumanas, además de los reflejos sumamente precisos.

Aunque la pala ya no pudiera ser bloqueada, en el último segundo, el siniestro ser saltó sobre el tejado del cobertizo y entre abriendo sus labios, permitió constatar sus colmillos y los pómulos cubiertos por la esencia violácea.

– Cr... Creepy – Exclamaba el otro, a espaldas de Jeff, quién tras sorprenderse por haber fallado advirtió al monstruoso compañero sobre el tejado.

– Muchacho... eres un... ¿Vampiro? – Murmuró el astuto hombre, sin perder de vista la carabina.

Y tal situación, me brindaba una oportunidad apreciable.

– HIIIIIISSSSSS –

Se oyó de pronto un extraño rugido sobre el cobertizo, que simulaba a una serpiente. El ruido atrajo la atención de lobos en la profundidad del bosque.

Y en una mezcla de incertidumbre y terror, Jeff, se libró de la pala para cargar el rifle y detonar un disparo hacia la monstruosidad de la noche.

Entretanto, sediento, avancé y capturé al desconcertado muchacho que aguardaba en retaguardia. Luego, perforé su cuello con mis colmillos y alcanzó a vociferar:

– Creeeee.... py –

Mi cruenta obstinación acabó por obligarme a secuestrarlo y, en carrera hacia el bosque, exprimía la esencia que brotaba de su herida.

Tal era la presión y el movimiento que muchacho acabó por desmayarse durante el tránsito.

Alarmado, Jeff, se descubrió solitario frente al indescriptible individuo.

– ¿Qué te ha sucedido, muchacho? –

En medio del desvarío y la espeluznante mirada de aquella incomprensible abominación, el hombre alzó la winchester y la criatura recuperó un rostro sereno. Parecia clamar asistencia:

– Aguarde, Jeff... Soy yo... Yo les llamé pidiendo ayuda –

Y aunque pareciera prácticamente inocente por el tono de su voz, el hombre descargó el rifle contra su tórax y le respondió:

– ¡Tú no conoces mi nombre! –

Nuevamente, el rugido agudo se descontroló por completo y la criatura se desparramaba sobre los tablones gastados del techado. Más tarde, temerariamente y liberando toda su furia, se arrojó encima del hombre. Pero, tras soltar el rifle, Jeff se apresuró a tomar la pala y elevar el filo a tiempo.

El profundo y hueco corte atravesó su esternón, obligando al corrompido muchacho a permanecer capturado e incrustrado en el sitio.

Estiraba las zarpas sin saberse, a ciencia cierta, si intentaba alcanzar el Cristo redentor o la sangre que manaba desde la rodilla triturada de Rob.

De pronto, Jeff, apresuró la marcha y se adentró a la cabaña. Recordó que siempre guardaba una llave bajo la maceta de una planta sin vida, junto al portal de ingreso a su dulce hogar.

– ¡HIIIIISSSSS!! –

Chillaba aquella horripilante criatura que, incesante intentaba soltarse de su prisión.