El Espectro en el Cobertizo

XXVII - EL CAZADOR

Las sirenas se constataban ante el silencio de la naturaleza, cuando el frío parece aumentar los decibeles o bien nuestro oído se haya más sensible.

¿Que decirles del mío? Es por demás sensitivo. Al punto de reconocer la caída de un alfiler en la tierra misma, ante ruidos continuos y ensordecedores. ¿cómo creías acaso que oiría el bombeo incesante en sus corazones?

Golpes de puertas, botas sumergiéndose en la nieve y hasta, incluso, las armas de fuego cargándose por parte de los oficiales. Ni hablemos del desalentador augurio en el rugido de mi esbirro.

– HISSSSSSSSSS –

Los oficiales le rodeaban apuntando sus rifles, mientras otro palpaba el ausente aliento de Rob.

La extraña criatura volteaba la mirada de un lado a otro, hacia los oficiales y hacia la lejana chispa dorada que ascendía en el horizonte.

– ¿Qué diablos sucedió aquí? –

Tan pronto la abominación olvidaba el cristo redentor, alzó su extremidad y descubrió como sus huesos se regeneraban y se recubrían de carne. Capa tras capa, todo se recubría mágicamente y la piel se cerraba en torno a cada llaga, mientras la sangre se adentraba por sí sola en su cuerpo.

Los oficiales yacían pálidos ante el acontecer y la sonriente criatura, con ambas zarpas sanas, ahora, se erguía a voluntad, así la pala perforara su vientre.

Como lo había mencionado anteriormente. Bajo amenaza, el último impulso de supervivencia produce efectos asombrosos.

Los oficiales estaban dispuestos a freír a la criatura a disparos cuando, de pronto, de uno de los vehículos, descendió un hombre de melena oscura, engominada, cubierto por un sobretodo de cuero que, por poco, se arrastraba sobre la superficie blanca.

– A mi señal –

Exclamó un guardabosques y todos prefirieron prescindir de la orden al advertir como el misterioso hombre que avanzaba, ocultando sus manos bajo el camperón, se cruzaba delante del objetivo.

El esbirro parecía dispuesto a marcharse, cuando, de repente, el hombre se abalanzó sobre él y le asestó fríamente una estaca por cada extremidad. Le obligaba a recluirse sobre la superficie.

Luego, con ironía, se volvió hacia los guardabosques y clamó:

– Por favor señores, disfruten del espectáculo –

Tras hacer una reverencia, señaló hacia el sol en el horizonte.

Los oficiales no comprendían absolutamente nada.

No obstante, la criatura musitaba:

– Estacas.. en la nieve–

Y rió tan fuerte que su tono de voz era incomprensible.

Antes que pudiera marcharse por decisión propia, el hombre de la melena engominada le aplastó la nuca contra la superficie forzando su borcego y aprisionándole contra su destino.



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En el texto hay: misterio, gore, sobrenaturales

Editado: 19.10.2022

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