Capítulo 11: Una sombría revelación.

Era la una de la madrugada, Nerdanel y Córvac estaban dormidos en el sofá, Minerva aprovechó para meterse en la habitación de David. Al entrar, se subió encima de él y le cerró la boca y la nariz. Despertó cuando notó la falta de oxígeno.

—Por fin despiertas, héroe maldito y traicionero.

—¿Minerva? ¿Qué haces encima de mí? ¿Cómo que héroe maldito y traicionero?

—Después de todo, aún no he visto intenciones asesinas por tu parte. Deberías estar planeando cómo matar a los héroes, hiciste un juramento con nuestro jefe, ¿no?

—No entiendo, ¿quieres decir que tú trabajas para los nihilims? —dijo perplejo.

—No alces mucho la voz, los otros dos están durmiendo. Mi señor me pidió que comprobara que estabas cumpliendo con tu parte.

—Ya no me importa nada, mátame si quieres.

—Me temo que no puedo hacerlo. Es una lastima, tenía ganas de acabar con tu vida y ver cómo te retorcías de dolor.

David no reaccionaba, nada le importaba, ni siquiera su propia vida.

—Cuando llegué a este mundo de locos, no tenía nada; luego, conocí a Éstel; después, me la arrebataron. Todo lo  bueno que me pasa es para que sufra más al final. Está bien si quieres acabar conmigo. De todos modos, moriré en unos pocos años, no vale la pena esperar.

Enfrente de Minerva, no había un cobarde, ni un miedica, ni un valiente; solo había un hombre vacío. En esa situación, y siguiendo órdenes de su amo, decidió reconducirlo por el mal camino.

—Éstel fue asesinada, ¿tienes idea de quién fue? —preguntó Minerva.

—No, no lo sé, pero ojalá muera pronto y que sea una muerta dolorosa.

—¿Pero sabes quién fue la última persona que estuvo con ella? —dijo Minerva, conociendo la respuesta.

—El héroe Mario —dijo él con ojos de desprecio—. ¿Acaso estás insinuando que ha sido él?

—¿Quién más podría ser? —preguntó retóricamente con una sonrisa—. Seguro que intentó aprovecharse de ella, pero no se dejó porque te quería mucho y, enfadado, la mató en un callejón donde nadie los viera, menos aún con ese mal tiempo —se acercó a su oído—. El héroe mató a la mujer que amabas, los héroes son tus enemigos.

David no respondía, le costaba creer que un héroe pudiera ser así, pero necesitaba un culpable para la muerte de Éstel, quería venganza.

—Quiero comprobar si es él. Si tienes razón, juro que lo mataré. Si te equivocas —puso la mirada de un frío asesino—, te mataré a ti.

—No si yo te mato primero, David, el asesino de héroes.

Luego de su conversación, la maga abandonó la habitación y David intentó dormir un poco más.

A las siete y media, volvió a despertarse, todos estaban ya levantados en la cocina, preparando el desayuno. Le dieron los buenos días, pero él no contestó, aunque al menos esta vez los miró. Al sentarse en la mesa, justo enfrente tenía a Minerva, la infiltrada. Ambos se miraron fijamente durante quince segundos, ella tenía una sonrisa de oreja a oreja y se comportaba como siempre, él tenía una expresión sombría. Se tomaron el desayuno en silencio.

—Tengo cosas que hacer —dijo David, levantándose de la silla. Era la primera vez que Córvac y Nerdanel lo oían hablar desde ayer.

—Entiendo, ¿no quieres que te acompañemos? —preguntó Nerdanel.

—Ya me acompaña Minerva, no te preocupes —la maga asintió.

—Oh, vale.

David y Minerva salieron de la casa y se dirigieron al gremio.

—No nos dirán dónde está la casa de Mario, así que espero que él esté allí —dijo David.

—No te preocupes, si hace falta puedo torturar a la recepcionista hasta que me lo diga.

—Atrévete y te rajo el cuello.

—Realmente, cuesta creer que eres la buena persona que conocí, el hombre que eligió morir antes que matar.

—Tu visión de mí es equivocada, elegí morir porque no quería que Éstel sufriera por mi culpa, ahora quiero vengarme y luego morir porque ella ya no está.

Llegaron al gremio y entraron por la puerta. A la izquierda, sentado con su grupo en una mesa, estaba Mario. David intentó fingir que no estaba enfadado, pero se le percibía molesto.