Mark estaba enojada. Antohan había sido su acompañante desde la primera vez que salió de Golgón. Habían compartido muchas aventuras. Además era una guerrera formidable, el círculo la había clasificado en el nivel 1. Nada de lo que acababa de pasar tenía ningún sentido. Había muerto a solo unos metros, a plena luz del día y sin que nadie pudiera hacer nada.
Estaba velando su tumba, era lo menos que podía hacer. Hubiera preferido llevarla a Golgón, devolverla a su madre y rogar su perdón por no haberla salvado. Pero claro, eso no era posible, no en medio de una misión del círculo, menos aún siendo ella la Princesa de togos.
Había pensado, en un arranque de locura, que sus sirvientes la llevaran pero ésta mujer se merecía algo mejor que seis tipos de escoltas. No, era mejor así, un funeral guerrero, una amiga velando, y que la Gran madre la recibiera en su ceno.
Ya llevaba más de la mitad de la noche cunado escuchó un sonido en la obscuridad. Su mirada se dirigió al sitio por impulso pero no logró ver nada. Se preguntó si valía la pena. Miró de vuelta la tumba... sí que lo valía.
—Voy a vengarte. —Prometió.
La luna iluminaba los contornos de los pequeños montículos que llenaban la llanura. Al frente, entre los árboles, se notaban pequeñas manchas plateadas que se deformaban con el pasar del tiempo. De pronto Mark sintió algo que hacía mucho no sentía. Se dijo que era excitación por la batalla qué venía, puso una mano en la empuñadura de tentiktli y volvió a andar.
Las hojas crujían bajo sus botas, de vez en cuando la luz de luna le daba en los ojos ocultando aún más los alrededores. Mark se detuvo, estaba tensa y tenía la sensación de que alguien la seguía, se giro y miró al rededor pero no vio nada. Se había dejado su armadura en el campamento, pues no tenía tiempo de ocuparse de ese tipo de cosas. Lo único que llevaba para protegerse era su espada. Ya no le parecía tan buena idea la venganza pero no sé iba a echar para atrás.
El campamento estaba a una buena distancia. Supuso que estaban todos dormidos por lo que no la escucharían.
—Aquí estoy. —Dijo, no se le ocurrió otra cosa para llamar a lo que sea que anduviera por ahí.
Estuvo esperando por un tiempo, pendiente de cualquier movimiento. Sus músculos estaban tensos, listos para saltar a la acción en cualquier momento. Apenas se dio cuenta de que estaba en posición de combate, intentó relajarse pero entre más lo intentaban era peor. Se obligó a apartar la mano de la empuñadura, aspiró todo el aire que pudo y se recargó en el tronco de un árbol mientras exhalaba.
Entonces se dio cuenta de algo. Giró a cabeza, alerta. Aguzo el oído y giró la cabeza para captar algún sonido pero nada le llegó. El bosque estaba sumido en un silencio antinatural, ella estaba sudando. Notó que volvía a tener la mano en la empuñadura pero ésta vez no la apartó. Siguió intentando ver los alrededores pero la plata de la luna proyectaba sombras por todas partes.
Justo cuando creía que se volvería loca escuchó algo detrás. Se apartó del árbol, giró veloz y desenfundó con el mismo movimiento.
—¡Hey, hey!
Era Eilar, Mark sintió alivio e irritación a partes iguales.
—¿Que demonios haces aquí? —Le gritó.
—Oye, tranquila, solo quería asegurarme de que estabas bien.
—¿Por qué no iba a estar lo? —Volvió a gritar.
Estaba por dejarse llevar pero entonces notó que la chica esa de la raza de niños la seguía. Se contuvo como mejor pudo y hablo con un tono más propio de la princesa togos.
—Es que no puedo estar sola un momento.
La caballero rodó los ojos con fastidio. La niña se le quedó mirando, esperaba que no se quedará pasmada como aquella vez en Zin. Ese recuerdo la avergonzó un poco, la hizo ver en perspectiva su propio estado. Bufó como si estuviera molesta pero solo fue un pretexto para serenarse. En seguida se dispuso a guardar su espada pero algo la detuvo. Fue un gritó, igual que unas horas antes.
Mark levantó la mirada, ignoró a las dos mujeres, incluso se olvidó de que llevaba la espada en la mano. Echó a andar con brío en dirección al campamento. Llegó agitada y respirando de manera entrecortada. Los miembros del grupo formaban un corro alrededor de algo y no la dejaban ver lo que ocurría. Se acercó apenas consiente de que empuñaba a tentiktli. Pidió, ordenó que le dijeran que estaba pasando pero nadie parecía escucharla.
Entonces algo ocurrió. Sebio y Ko estaban justo frente a ella, tapándole la vista. En ese momento se apartaron permitiéndole ver lo que ocurría. Era Antohan, su cuerpo estaba cubierto de tierra, sus tripas colgaban y la sangre se mezclaba en un lodo rojiso y obscuro. La túnica que había usado para cubrirla estaba enredada entre sus piernas que parecían estar a punto de romperse por soportar un gran peso. Su mano estaba extendida al frente, dio la casualidad de que ella estaba en su camino. Antohan avanzó, su boca se movía pero no alcanzó a escuchar lo que salía de ella. No, mentira, sí que lo escuchó, hubiera preferido no hacerlo pero lo escuchó.
—Ma... Mark. —Decía entre gruñidos inhumanos —. Ayúdame... Mark...
Mientras balbuceaba sus súplicas un gusano le salió de la boca. La princesa no sabía que hacer, sentía el peso de algo en la mano pero no quería razonar que lo provocaba. Entonces una de las piernas se rompió y Antohan cayó frente a ella. El hueso sobre salía a través de la piel, estaba negro y brillaba por la sangre que escurría. La cosa que fue su amiga gritó de dolor. Fue un sonido explosivo que se apagó un instante después de comenzar y la muerta se quedó quejándose en el suelo.
A su alrededor los sonidos se revolvían haciendo imposible entender nada. Solo podía ver a su amiga sufriendo. Abrió la mano apenas consciente de lo que hacía y cayó de rodillas junto a Antohan. No supo que ocurrió a continuación, solo vio borrones a su alrededor y el filo de una espada atravesando la cabeza de su amiga. Sintió un líquido frío y viscoso recorrer su cara.
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Editado: 30.06.2021