CAPÍTULO 1.
INICIO.
La estancia en un hospital no es tan mala como todos creen, de hecho, son como vacaciones pagadas, tienes una cama, tres comidas, tres bebidas y si estas en un buen hospital contaras con la suerte de comer un buen postre después de cada comida, dentro de un hospital lo único realmente importante es el historial clínico, esos folios cuentan la historia de tus lesiones y resaltan la gravedad de las mismas, no es necesario que un médico te hable y te pregunte «¿cómo estás?» o «¿cómo te sientes?» , solo bastará mirar las líneas que reposan en las hojas de tu historial clínico y terminará por decirte cuanto tiempo resta para que vuelvas a casa.
Infortunadamente, el horrible suceso que casi me quita la vida, y estoy refiriéndome a la explosión, no fue algo fortuito.
Bastó solo una hora para que los funcionarios de la unidad distrital de Antiexplosivos determinaran que las causas de la explosión en el atentado del cual fui objetivo, no fueron «falla mecánica», «deflagración de gases» o «combustión espontánea», nada de lo anterior sucedió al interior del motor de mi vehículo.
El verdadero motivo de la explosión fue una carga de C4 instalada, manipulada y detonada por personas que a toda costa deseaban verme muerto.
Dicho de otra manera, los explosivos fueron puestos cuidadosamente bajo aquel puente que yo transitaba cada mañana camino a mi oficina.
Doy gracias al cielo por el hecho de que solo yo fui el afectado en esa explosión, aunque tal vez Dios no tenga mucho que ver en eso, digo todo esto porque asumo que en la elaboración del atentado, los hombres que lo llevaron a cabo pensaron en esos detalles.
Estaba claro que los delincuentes querían desintegrarme, el crimen organizado quería quitarme del medio y casi lo consigue, aunque, de algún modo y por alguna razón que aun desconozco, yo sobreviví.
Para mí fue una sorpresa leer los diarios locales en la mañana siguiente de la explosión, 24 horas tomó a la prensa comunicar la noticia de que el fiscal Antimafia del distrito Nueva Paz «Damián Cardozo» había muerto.
¿Pero cómo podía estar muerto si estaba leyendo el periódico acostado en una cama dentro una habitación de un hospital?
Al principio y durante un tiempo prudente, tuve la inocente idea que todo era parte de un protocolo de seguridad ejecutado por la fiscalía nacional o por la unidad nacional Antimafia. Y tendríamos que preguntarnos: «¿Por qué no protegerme?», al final de todo, yo fui un funcionario importante para dichas organizaciones durante más de 4 años.
Las probabilidades controlan nuestras vidas día a día. «¿Cuál es la probabilidad de que un ser humano ordinario (como yo) sobreviva a una explosión en un puente?», Si me lo preguntaran diría que no lo sé, tal vez es muy baja esa probabilidad.
Aunque, en este momento de la conversación, tendría que decir que a veces y solo a veces, los humanos vencemos esas probabilidades y avanzamos. Ese es el fin de nuestras vidas, avanzar y sobrevivir, al menos es así como yo lo veo.
Hasta este punto, he divagado mucho.
En principio, creí que toda esta inteligente jugada de “salvarme” y recluirme en un hospital, había sido ejecutada por la fiscalía, lo anterior con el objetivo de preservar mi seguridad y vida, y de la misma manera también preservar la seguridad de mi familia, pensé en que la fiscalía cuidaría de mí y de lo que sabía, y refiero a todas aquellas cosas que investigué y de las que tuve conocimiento durante mis mejores años, esos años que les dediqué incansablemente a este trabajo.
En su momento consideré que todo este «plan» esclarecía los hechos del atentado, esto sin importar que los ciudadanos del distrito, la opinión pública y mi propia familia pensaran que estaba muerto.
Mis recuerdos respecto a los momentos posteriores de la explosión son vagos y borrosos, solo recuerdo que al abrir mis ojos, (esto sin saber cuánto tiempo transcurrió) me encontré acostado en una cama de hospital, casi desnudo y siendo observado por una joven enfermera.
Y la pregunta solía ser: «¿Cómo llegué a ese Hospital?», y la respuesta es algo que desconozco, incluso hasta el día de hoy.
Después de observar mi entorno, y asimilar las emociones que suponían haber sobrevivido a una peligrosa explosión, leí los periódicos y me di cuenta que a las voces y vistas de la ciudadanía y la opinión pública, yo estaba muerto.
Aún recuerdo el titular del periódico: «EL DESTACADO Y CONTROVERSIAL FISCAL ANTIMAFIA DAMIÁN CARDOZO FUE ASESINADO EN UNA EXPLOSION QUE INVOLUCRÓ LA DESTRUCCIÓN PARCIAL DEL PUENTE LOURDES» ENVIAMOS CONDOLENCIAS A SU FAMILIA.
Después de leer ese impresionante titular, conocí a la mujer que se haría cargo de mi salud durante el tiempo en que estaría en el hospital, refiero a la enfermera Ana Torres.
La señorita Torres fue la primera persona que vi después del siniestro, la recuerdo como una mujer muy bella, con cabello rubio, alta y con labios rojos y abultados, mirada mística tal como la de mi esposa, y unas caderas muy anchas.
Tras conversar brevemente con ella, entendí dos cosas.
La primera cosa que entendí fue que el hospital en donde me encontraba estaba a aproximadamente 5 kilómetros del distrito, y según la enfermera, dicho hospital era un lugar seguro que contaba con personal de confianza.
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Editado: 21.11.2021