“El gato está por encima de todas las cosas”
Margaret Benson
Nunca esperó verla, no al menos en tan poco tiempo, lucía como una diosa, y se veía demasiado bien y solo pudo decirle con ironía en la voz:
—El matrimonio te sentó de maravilla.
Ella se cogió el cabello y le dijo:
—Brian, lo siento tanto.
Era impresionante, la tenía frente a él y no sabía si estrangularla o patearla, tal vez las dos cosas…
—¿Qué sientes? ¿Haberme dejado como un imbécil parado en el altar? ¿Haberte ido con el que hasta ese momento fue mi mejor amigo?
Ella viró el pie como una niña que recibía un regaño feo:
—Siento todo lo que te hice, no tengo excusa, debí detenerme y no lo hice, soy una mala mujer.
—De eso no cabe duda, eres de lo peor.
—Honey, creí que podía con todo esto, cuando me di cuenta ya estaba enamorada de Clark…
Él le hizo una seña de que se callara, no soportaba escuchar su voz, ahora entendía a Ulises con el canto de las sirenas.
—Vete, Kelly, vete… Por tu bien vete.
Entonces ella le dijo:
—Quiero a mi gato.
Ese era el descaro más grande del mundo y la miró y se le fue encima:
—¡NUNCA TE DARÉ A MI GATO!
—Es mi gato…
—Tú me lo diste.
—Y tú lo maltrataste, lo quiero de vuelta.
—Kelly—se pasó una mano por la cabeza—vete, por tu bien vete… ¡VETE PERRA!
—Voy a quitarte al gato, es mío.
Se acercó a ella y ella retrocedió asustada:
—El gato se queda conmigo.
—Veremos…
—Cuando quieras, hay un blog para que veas sus fotos.
Ella lo miró dolida y le dijo:
—¡Qué decepción, Honey!
—¡No me digas Honey, nunca más!
Ella se fue molesta y él percibía su aroma por todos lados y llamó a su secretaria:
—¡BRITE!
Ella entró nerviosa y le dio la orden de que limpiaran su oficina y salió a dar una vuelta. Decidió que el lugar en donde se sentiría mejor sería donde Abigail y fue hacia allá.
Abigail terminaba de cepillar a un perro lanudo y de retocar su pelaje, entonces al salir, Brian la esperaba y ella se contentó:
—Hola, ¿pasa algo?
—¿También lo notas?
—Es que no sé, te ves raro.
Ella le dijo que esperara y salió un rato para tomarse un café y frente a dos negros, como les decían:
—Tribecca es un buen sitio, hay muchos peludos—murmuró él.
—Estoy en planes de poner mi propio negocio de embellecimiento canino—dijo ella emocionada
—Es un gran plan.
—Lo sé, son planes, estoy ahorrando para eso.
—Suena una idea genial.
—Ahora dime…
—Kelly volvió y tuvo el cinismo de ir a verme…
Abigail lo miró sorprendida y le dijo:
—¿Se atrevió a tanto?
—Quiere que le devuelva a Míster Fritz—dijo dolido.
La joven estaba impresionada por el descaro de la mujer, entonces le dijo:
—¿Se lo devolverás?
—Nunca, ella me dio ese gato y ese gato se queda conmigo.
Ella lo miró detenidamente y le preguntó:
—¿Lo quieres o lo necesitas?
—Las dos cosas.
Entonces ella pasándose una mano por su cabello claro le dijo:
—Porque hay que considerar no solo el bienestar de Míster Fritz, también su estado emocional, el gatito es como un niño en tu poder, cualquier cosa que hagas lo afectaría.
Brian no sabía qué decir, miró su tasa con detenimiento y en la negritud de su café solo veía un panorama incierto. Abigail comenzó a explicarle:
—Se suele decir que los gatos y perros pueden ver cosas que nosotros no vemos, como enfermedades, espíritus…
—¿Gente mala?
—Así es, cuando no les agrada alguien salen corriendo o son agresivos, imagínate si esa mujer no le agrada… Puede sufrir.
—No voy a darle a mi gato.
Ella tomó su mano y la apretó con una tenue sonrisa.
—No estás solo.
Entonces Brian le preguntó:
—¿Estarás conmigo?
—Sí.